Nunca hemos pretendido ser los poseedores de la verdad. Lo que sí defendemos es nuestro derecho de luchar por nuestra visión estratégica, tomando en consideración lo que aspiramos para Venezuela. No voy a consumir líneas en este escrito semanal, repitiendo las observaciones que formulamos días atrás, respecto a la ruta equivocada que se tomó y que nos ha costado que sobreviva esta narcotiranía usurpando los poderes públicos. Lo que sí me siento obligado a reiterar es la firme oposición que tenemos, justificada y razonada, a la idea siniestra de meter el destino del país en esa “ruleta rusa” de participar en unas elecciones parlamentarias este año.
Esa sería la mayor tragedia para los venezolanos que tantos sacrificios hemos puesto al servicio de la idea que nos une, de liberarnos de Maduro y sus socios. O dicho de otra manera, sería volver a “sacarle las patas del barro” a esos delincuentes que persisten en devorar lo que nos queda de país. Consumar esa maniobra electoralista, que algunos presentan como la única manera de “preservar espacios importantes”, equivaldría a la pifia lamentable de participar en esas truculentas elecciones regionales de 2017, al patético diálogo de República Dominicana o al último realizado en Barbados. Todo eso fue más tiempo con buen oxígeno para Maduro.
Unas elecciones parlamentarias, aun en el supuesto de que la resistencia que encabeza Juan Guaidó las ganara, pragmáticamente hablando, el gran triunfador sería Maduro y su pandilla, porque lograrían ese barniz de legitimidad que buscan desesperadamente. ¿Cómo quedaríamos ante esos 56 gobiernos del mundo que califican al régimen usurpador de Venezuela de ilegítimo? Seriamos una penosa caricatura ante todos esos gobernantes solidarios con nuestra causa.
Además, si vamos a calibrar el argumento de “preservar los espacios”, ese, el de la Asamblea Nacional, recordemos que lo ganamos “con sangre, sudor y lágrimas” el pasado 6 de diciembre de 2015 y el balance es que ese Parlamento sigue en desacato por capricho del dictador Maduro. Han pasado 4 años y esa Asamblea Nacional no pudo, siquiera, dictar una Ley de Amnistía, sencillamente, porque Maduro se vale de sus comisarios políticos colocados estratégicamente en el TSJ o en los tribunales, para hacer lo que le venga en ganas.
Por lo antes dicho es que insistimos en que, en esta coyuntura, lo que realmente cuenta es que el presidente Juan Guaidó reasuma como ruta el cese de la usurpación. Por eso vuelvo a plantear lo que le comentamos a él en Madrid: lo correctamente político es rescatar las pautas recogidas en el Estatuto para la Transición que sancionó la mismísima Asamblea Nacional a comienzos del año pasado. En esas normas se deja claro que lo esencial es lograr el cese de la usurpación para consolidar el gobierno de transición y así, realmente, poder avanzar a realizar elecciones libres y soberanas.
Desde mi particular óptica veo a Maduro desesperado por ser salvado con otro error estratégico, como sería embarcar a los venezolanos en unas parlamentarias fuera de lugar.