El dirigente promedio de la oposición sabe muy bien de los obstáculos interpuestos en la ruta que se desea pacífica y democrática hacia la ruptura y transición (o viceversa). Además, que el amasijo descarado de las trampas y triquiñuelas en uso, expresa y fundamenta la naturaleza misma del régimen, preocupándoles cada vez más a sus actores quedar en evidencia.
Nos referimos a los actores de escena directa que ni siquiera son consultados por sus superiores, quejándose en las penumbras del constante cambio en las reglas de juego al interior del poder establecido. So pretexto de la disciplina revolucionaria, por adjetivarla de alguna manera, temen manifestar cualquier disconformidad que amenace severamente los privilegios conseguidos y duramente sostenidos por todos estos años.
Podrá escandalizar a los más ingenuos el reemplazo de los rectores del CNE, las inhabilitaciones individuales, la invalidación de los partidos o el sabotaje de la más modesta actividad proselitista, pero –más allá de la empañadura- no es razón suficiente para desmoralizar a nadie de considerar el ejemplo de los centenares de presos políticos que se mantienen en pie, a pesar de las circunstancias. Medidas tan prematuras permiten deducir que hay una enorme desconfianza hacia las habilidades propias, dejando atrás los llamativos espectáculos plebiscitarios que supo orquestar el antecesor, arbitrando ágilmente las diferencias entre los suyos, como no lo sabe el sucesor, dejando por sentada su cruda arbitrariedad.
Unos más marcados que otros, existe una variedad de matices importantes respecto a los cuadros opositores que han soportado la molienda oficial de todos estos años, pero es necesario resaltar la vigencia de una sola y auténtica plataforma unitaria y electoral, aunque el consabido alacranato pugnará todavía por crear un artificio que sea reconocido en las más altas instancias del Estado. Hay perspectivas estratégicas, retos tácticos y coyunturas muy específicas que ameritan de la discusión política a todo nivel, porque la tarea, el esfuerzo y el desafío son eminentemente políticos y existenciales: no tratamos de ninguna actividad recreacional, o de rivalidades ocasionales.
De modo que las dificultades actuales son todavía pocas de contar y constatar la profundidad alcanzada por el mal, pero hay coraje, entereza, claridad, persistencia y ánimo suficiente para cumplir con toda una responsabilidad histórica de cara a las sucesivas generaciones. Nos esperan situaciones inéditas que afrontar y, Dios mediante, lograremos superarlas exitosamente.
@Luisbarraganj