Este artículo está siendo escrito luego de que el autor se ha recuperado de un “yeyo” causado por una declaración del ciudadano Maduro emitida en la muy formal ocasión de dirigir el mensaje anual a la nación desde el hemiciclo de la Asamblea Nacional, usurpando tanto la tribuna como también la banda presidencial.
Aunque usted, apreciado lector sabatino no lo crea, el aludido ciudadano anunció su deseo de que el derecho a “rumbear” fuera revestido de rango constitucional. Si lo quiere constatar vaya al siguiente link de Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=28jJrfEZz5Q), siéntese bien y tenga a la mano algún tranquilizante para evitarle el mismo “yeyo” que sorprendió a este columnista, según se ha relatado en los renglones anteriores.
En resumen: el ciudadano que ilegítimamente se apropió de la tribuna, expresó: 1) su opinión en el sentido de que los venezolanos sin rumba no somos nada, 2) que la rumba es un derecho que el pueblo puede disfrutar a partir de los días jueves y hasta el domingo de cada semana, 3) el derecho a rumbear debe tener rango constitucional. No me crea, vaya al link y mire.
Cierto es que el pueblo venezolano es alegre, amistoso, informal y gusta de la sana diversión. Tales características lo convierten en uno de los pueblos más amigables y abiertos del planeta.
Lo anterior no significa en absoluto que ese mismo pueblo no sea el que día a día afronta las responsabilidades que a cada quien le tocan: gerentes, profesionales, estudiantes, obreros, campesinos, etc. Ese mismo pueblo es el que desde la época de los rigores de la etapa independentista ha construido la Venezuela buena, decente, solidaria y libre con las virtudes y defectos que todos conocemos y que nos caracterizan en la región y el mundo.
Cierto es también que el fatal desmanejo de la bonanza petrolera iniciada a principios de este siglo hizo que algunos de esos valores hayan sufrido transformaciones no siempre positivas (ta’ barato, dame dos).
Pero ahora cuando el ciudadano que ocupa el despacho de Miraflores ha anunciado que el derecho a la rumba -como se dijo- debe de estar garantizado desde el jueves de cada semana hasta el domingo a lo largo del año sí hay que preocuparse.
Recordemos que ya en el año 2024 ese mismo señor decretó que la temporada de Navidad comienza con el mes de octubre de cada año. No sabemos con certeza cuándo termina, si será una vez transcurrido el natalicio de Nuestro Señor Jesucristo o con el día de su circuncisión mandatoria para todo varón judío (1 de enero) o con la Epifanía (6 de enero) o si en el nuevo calendario impuesto por la tal “revolución” se extenderá hasta alguna fecha que oportunamente nos será anunciada.
Todo lo anterior pudiera sonar a chiste malo de no ser que ha sido proferido desde un lugar sagrado para cualquier democracia: la casa del pueblo y peor aún, si la charada se acompaña con la propuesta de constitucionalizar la rumba. Solo faltaría incorporarla a la Declaración Universal de Derechos Humanos e incluir su violación como delito de lesa humanidad enjuiciable ante la Corte Penal Internacional de La Haya.
Desde estas líneas se alienta a todos nuestros conciudadanos para que construyan, exijan e impongan seriedad en la conducción de los asuntos públicos.
Como cierre, este escribidor se pregunta cómo podrá funcionar en Venezuela lo que ya forma parte integral del conocimiento y herramientas del mundo de hoy -incluida la inteligencia artificial- que están cobrando un protagonismo cada vez mayor cuando desde palacio se especula con la idea de que la rumba hoy debiera ocupar varios días de la semana y eventualmente, de ser el caso, pudiera ser exigida en litigio ante los tribunales de la República.
Por eso es que a este opinador le dio el “yeyo” antes comentado.