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La ruindad de una tiranía vista a través del prisma de la carrera por la vacunación contra la COVID-19

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Hablar de la ruindad que constituye el común denominador en el dictatorial régimen que mantiene a la sociedad venezolana en cautiverio puede parecer que es llover sobre mojado, pero con la diaria multiplicación de los cada vez más graves actos que de aquella emanan y la ingenuidad que aún hace creer en ciertos sectores de la nación que en cualquier instante la buena voluntad emergerá desde lo más profundo de las entrañas de esa maquinaria de opresión y muerte, su denuncia resulta en realidad insuficiente.

Es por ello que a la extensa lista de los recientes despropósitos y delitos de tal régimen hay que agregar ahora su deuda con el Fondo Rotatorio para el acceso a vacunas de la Organización Panamericana de la Salud, que si bien, como ya se aclaró, es un asunto que nada tiene que ver con la participación de Venezuela en la iniciativa COVAX para la adquisición a menor costo de vacunas contra la COVID-19, pone en evidencia, por enésima vez, tanto la criminal irresponsabilidad que colma el podrido seno de aquel como el notorio hecho de que para sus miembros la salud de los venezolanos, incluso en medio de una pandemia como pocas, vale lo mismo que la moneda que pulverizaron, esto es, nada.

La primera pregunta —retórica, por supuesto— que surge, como en tantas ocasiones anteriores, es cómo es posible que el Estado venezolano le deba a esa institución 11 millones de dólares, por el concepto en cuestión, en momentos en los que el monto global de los «regalos» que su secuestrador le ha hecho a Cuba y otros países, en el último año, supera con creces esa cifra; «obsequios» que además echan por tierra la especie del «bloqueo», uno inexistente, a la que este pretende atribuirle la actual tragedia de la nación.

Hay que recordar que esa deuda se suma a la que para septiembre de 2020 ascendía a casi 8 millones de dólares, correspondiente a las cuotas de financiamiento, del mencionado organismo, de los años 2017 y siguientes, y por la que a la sazón este le retiró a Venezuela su derecho a voto; momento en el que los voceros del régimen también le atribuyeron su incumplimiento a la misma causa —ficticia—.

Sea lo que fuere, en este escenario de insolvencia, provocado por el régimen, tiene Venezuela menos de una semana para pagar las vacunas de AstraZeneca que se le reservaron a través de la primera fase de la iniciativa COVAX, y como ya se ha hecho costumbre en estos 22 años, lo único que se interpone entre los venezolanos y el inicio de la resolución del problema de la pandemia de COVID-19 son sus opresores.

No sorprende que justo cuando a semejantes irresponsables se les comenzó a complicar, por su propio proceder, el asunto de la adquisición de un conjunto de vacunas en el que cada una cuenta, máxime porque está por verse si Rusia tiene realmente la capacidad de producir a corto plazo la cantidad de dosis de la vacuna Sputnik V que el nada confiable Putin se comprometió a suministrarle a varios países, incluido Venezuela, hayan jugado la desviadora carta del carvativir, al que están tratando de hacer pasar por una maravilla de la ciencia, aun cuando en el marco de esta, como de responsable y oportuno modo indicaron investigadores del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, no se ha generado evidencia alguna que demuestre que hace lo que solo aquellos dicen que hace.

A diferencia del «¡bochinche, bochinche y más bochinche!» pronunciado, palabras más, palabras menos, por el Generalísimo, en la Venezuela tiranizada por el chavismo cabe un enérgico «¡irresponsabilidad, ruindad y más ruindad!».

@MiguelCardozoM

 

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