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La Revolución Industrial: su origen y sus consecuencias

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La palabra “Revolución” por lo general se usa para describir un cambio radical en la estructura de una sociedad. Las revoluciones pueden ser de índole política, cultural, económica o social, aunque las más trascendentales fueron influyentes en todos estos ámbitos.

Tal es el caso de la Revolución Industrial. Empezó como una serie de optimizaciones en los métodos de producción en la Europa del siglo XVIII, y su resultado en los países afectados fue la transformación total del entorno material, las dinámicas laborales, los modos de organización política, los núcleos poblacionales y demás.

Durante el milenio al que se le denomina Edad Media, el grueso de la población europea no modificó considerablemente su estilo de vida. El humano promedio vivía de la agricultura, sin acceso a agua corriente, cocinando con fuego alimentos poco diversos y coordinando sus actividades con los ciclos solares. Desde un punto de vista tecnológico la vida no era muy diferente a la de un neandertal o un cazador recolector. El entorno social se reducía a la propia familia, el señor feudal y quizás algunos vecinos, en el caso de los pueblos.

Así era la vida a finales del medioevo, en el siglo XVI, y así continuaría hasta el siglo XVIII, cuando una serie de innovaciones tecnológicas empezaron a popularizarse en el continente europeo. El punto de origen fue Inglaterra, un territorio en el que los incentivos económicos, la ética protestante y la posibilidad de patentar promovieron la invención de máquinas como la Spinning Jenny, que optimizó considerablemente la producción de textiles. Con ello el trabajo únicamente manual pasaría a ser obsoleto en la industria textil, un proceso que se repetiría similarmente en otras industrias tradicionales. La introducción de la máquina como herramienta de trabajo cambiaría radicalmente el panorama laboral, y con ello las estructuras sociales.

Esta Revolución se expandió en toda Europa a lo largo del siglo XIX. No fue un proceso uniforme, sino con diferentes momentos de quiebre en los distintos territorios afectados. Poco a poco otras naciones se vieron forzadas a adaptar los nuevos métodos de producción, ya que de otra manera se les hacía imposible competir con las exportaciones inglesas. En el territorio alemán, por ejemplo, hubo una ola de pobreza en las décadas de 1830 y 1840, debido a la turbulencia social causada por la Revolución Industrial inglesa. No fue sino hasta 1850 que los sectores industriales, impulsados por la llegada del ferrocarril, pudieron dar empleo suficiente a la población local.

La nueva dinámica laboral era dura. Aquel campesino promedio del que hablábamos ahora se veía forzado a mudarse con su familia a algún centro urbano, en donde las fábricas, el nuevo símbolo de la Revolución, empezaron a concentrarse. En la etapa inicial de este proceso los días de trabajo podían durar unas 17 horas, los días de descanso pasaron a ser inexistentes, y los niños se veían obligados a trabajar. Solo así podría mantenerse a flote una familia, aunque vivieran en los infames “barrios de trabajadores” descritos por Engels a mediados del siglo XIX

Así empezó un proceso de urbanización que perdura hasta la actualidad en todo el mundo. La acumulación de trabajo y capital en las ciudades trajo consigo una migración en masa, y con ello empezó a predominar un estilo de vida citadino, tan diferente al feudal-pueblerino. Las interacciones cotidianas empezaron a cambiar, la complejidad y diversidad de los círculos sociales crecieron considerablemente, al igual que las formas de organización política.

Ya avanzada la Revolución en Europa, a finales del siglo XIX, empezaron a surgir partidos políticos que giraban en torno a las condiciones de vida compartidas y/o deseadas por sus miembros. Una gran diversidad de trabajadores tradicionales coincidieron en un nuevo elemento central: su precaria realidad como empleados industriales. Surgió una nueva categoría político-social: el “proletariado”. El concepto es anterior a Marx, pero fue este el que le dio el poder de congregación que tendría a finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Muchos partidos y movimientos como el Partido Socialista Alemán y los bolcheviques convirtieron al proletariado industrial en su base. La influencia de tendencias como esta a lo largo del siglo pasado, son bien conocidas.

Vemos entonces que la Revolución Industrial trajo consigo cambios en todos los ámbitos de la vida pública y privada. La industrialización es, además, un proceso que continúa hasta la actualidad, con países que siguen llevando a cabo un lento proceso en esta dirección. Independientemente del lugar en el que se lleve a cabo, una cosa es segura: el panorama humano y material nunca volverá a ser el mismo.

Instagram: @hechoslatinoa

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