OPINIÓN

La revolución democrática

por Albert Geovo Albert Geovo

Cuando se hace referencia a Satán, estudiado como adversario, se trae a la memoria, siempre, un ser dantesco, monstruoso, mutante, cobarde; lo cierto es que el Cristianismo lo describe como una de las creaciones más bellas a la altura de un querubín de esos que son símbolo de protección del Arca de la Alianza, que además, tuvo la osadía de emprender una revolución contra el orden del Creador, como también de hacerse de un séquito de ángeles para emprender una de las más recordadas batallas que se reproducen en muchas culturas con otros símbolos y cosmogonías que según tradiciones, logra convencer doce mil miríadas de ángeles para oponerse al Reino perfecto del Creador.

Por cuanto la primera revolución que se conoce en el mundo judeo cristiano fue la emprendida por Luz Bell, entendido como el portador de luz, con una majada de ángeles, de acuerdo con la tradición, por tales actos viles fueron desterrados del Reino Celestial y condenados a vivir en la Tierra, como castigo, por milenios, hasta el final de los tiempos con la venida del Santo.

Se evocan estos relatos porque todo esto podría explicar bajo una perspectiva de la psicología cognitiva conductual por qué las naciones se inclinan por ese peculiar color rojo escarlata de todas las revoluciones, en la actualidad, con toda la gama del prisma infrarrojo además del peculiar arcoíris, símbolo de la tolerancia después del diluvio, llenas de vanidades, soberbias y pletóricas de orgullo, flamantes de sí; como origen de ese adversario del orden natural de la creación.

De acuerdo con los eruditos, la madre de las revoluciones nace con los hechos acaecidos en La Revolución de las Trece Colonias en Estados Unidos o la de su semejante revolución del gorro frigia de 1789, ese mismo símbolo que se enarbola en casi todos los blasones de Hispanoamérica en sus postrimerías de las revoluciones hispanistas que se inician en las logias de antes del 1810 como vendetta a los apoyos de la líneas del otrora Imperio de España y Francia, sucedido a raíz de la famosa “independencia” de Estados Unidos; mas cuando se hace un rastreo histórico se encuentra mucha más antigüedad, trascendencia en Roma para instaurar la República, que como siempre muestran la historia, son producto de intrigas en el seno de la familia real, cosa que en la dramática narrativa celestial, sucedió igual.

Profundizando un poco más, todos recordamos la revolución del portador del conocimiento, mejor conocido como Luz Bell, el que sería llamado a posterior de su traición como el adversario Satán en las tradiciones Judía cristiana.

Por tanto hoy se llama bueno a lo malo, normalizando de forma mediática todo aquello antinatural, hasta parecer normal, tener cuatro hijos es comparado como una conducta inapropiada, propia de las bestias; que no aporta nada en detener el cambio climático y la supuesta súper población, más sin embargo, se apoya que el género masculino pueda parir, cuando lo natural es que sea la mujer la que dé a luz.

Dicho esto, se podría decir, sin temor a equivocarse, que el padre de las revoluciones rosas o rojas, naranjas, púrpuras, multicolores, tiene su fundamento en la soberbia y vanidad de ese adversario que incide en la psicología y por consecuencia en la conducta que merodea la tierra y sus pobladores.

De ahí que en revolución al igual que en guerra que en los hechos, son sinónimos y semejantes, da lo mismo la haga un guerrillero, un tecnócrata o un político; la historia ha demostrado que todas traen ríos de almas desencarnadas en aras de unos derechos que al llegar al poder, ser o transformarse en élites, estos enviados, se definen como los nuevos ocupas de los principales órganos y magistratura del poder nacional o mundial; además estos, nunca han terminado con los mecanismos que cercenan las libertades, derechos y garantías morales del ser humano.

Sino que, transformados en élites, vienen a fustigar las naciones y formar una nueva clase de empleadores que refuerza la antepuesta.

En el mismo orden, no sorprende a los espectadores del anfiteatro el triunfo pírrico de las recientes elecciones democráticas en la nación neogranadina, cuando ni los mismos actores del triunfo lo celebran ni se emocionan, sino que aparecen a la audiencia, a pesar de la imagen mediática, con rostros cansados, nerviosos, hastiados, decadentes, como si sólo estuvieran ahí sólo para cumplir órdenes de un poder superior a la sombra de ellos, para expoliar, si fuera poco, castigar aún más a las naciones de Latinoamérica como por ejemplo, México, Venezuela, Colombia, Bolivia , Perú, Argentina, Chile, con más corrupción, más arbitrariedades por parte del Estado, más impuestos, más controles a la economía, más cargas burocráticas que se traducen en más Estado, más tiranía, más pobreza.

Es decir, el expolio de la exnaciones hispanistas, continúa, ahora mejorado en formato revolución, bajo la avenencia de la comunidad internacional con sus Consejos u órganos multilaterales, asimismo con el aval de la democracia con toda la clase empleadora, profesional y política; sin ningún problema con los poderes nacionales o globales constituidos, que lo limiten bajo el régimen jurídico internacional.

En definitiva, la revolución llegó ya no sólo a las academias, la ciencia y casas de estudios con su plana del profesorado, la televisión y los medios, sino, igualmente por consecuencia a los hemiciclos de los parlamentos de todas las naciones del mundo; por si no fuera suficiente a los púlpitos de la Iglesia en Oriente, Medio Oriente y Occidente, además que por vicio, se sienta en la silla de los acusadores, cuando deberían ser los salvaguardas de los derechos morales los que porten tales poderes.