OPINIÓN

La revolución de los idiotas

por Luis Velázquez Alvaray Luis Velázquez Alvaray
Una cosa son los idiotas “diarios” y otros los de “la política”. Platón se refirió a los segundos señalando: “son los que no le hablan a los que piensan diferente”. El poder usurpador se ha convertido en una verdadera escuela de idiotas.
Es un laboratorio para comprender la idiotez moderna. Veamos: aquellos que solo dicen mentiras, pensando que los demás se las creen. La información destructiva deja ver las costuras y devela al verdadero idiota.
Quienes montan grupos de supuestos opositores, para rellenar el tarjetón electoral, genera tres subtipos de idiotas: los del retrato cuya cara no puede disimular la profunda idiotez. Los que creyeron que generarían una gran distorsión de los votantes, porque para ellos los electores son un rebaño, que demostró estar muy reducido y que “más de 7 millones de venezolanos” le cayeron a voto limpio a los idiotas. Nada valieron los retratos de peaje manual, que casi suplicaban por las limosnas de los cupones de la revolución de los idiotas. Y los terceros son aquellos que venden un voto por una bolsa clap, que ofrece el ministro expresidiario.
El antiguo Congreso de la República es ahora una asamblea de idiotas, dirigidos por un psicópata, que se autodenomina técnico electoral y nada sabía de las actas de votación, que estaban en manos de la ciudadanía; mientras su hermana la vicepresidenta se llevó 40 maletas de oro pensando que nunca se descubriría. No se sabe cuál hermano es más idiota.
El Consejo Electoral de rectores innombrables, dirigidos por un idiota, que quiere ser más vivo que los idiotas para los que trabaja.
Solo un megalómano toma una decisión de adelantar las navidades, porque así se cree superior a Dios y obviamente a todos los que avasalla.
Es el mismo que se mandó a diseñar un uniforme militar de jefe supremo, camuflando su estulticia en un devaluado bastón de mando. Pero más idiotas son ese cuerpo de oficiales de cantinas y cafeterías, que degradaron la escuela militar de antigua existencia.
Este uniformado de Carnaval, mutado a militar, es lo que calle 13 señala en una de sus creaciones: “Un idiota es el que cree que todos son idiotas menos él».
El escritor Javier Cercas se refiere a la idiotez como decadencia mundial: “Los idiotas se echarán a la calle haciendo aspavientos idiotas, empezaron a protestar como idiotas, y blandían pancartas idiotas, con lemas idiotas”. Allí se retrata aquello: “Chávez vive”.
Señala el escritor: “Si no haces política, te la hacen y en el mejor de los casos será un atajo de sinvergüenzas, y en el peor un atajo de psicópatas”. En Venezuela está muy claro: los apoyos a la tiranía se resumen en un grupo de vividores, testaferros extranjeros, que ahora son ministros.
Andy Borowitz, un talentoso humorista americano y fino escritor, define 3 niveles de la ignorancia: ridículo, aceptación y celebración.
En torno a lo primero dice que es la fase en la que los políticos ignorantes pretenden ser listos y preparados. El tirano tropical es un extraordinario ejemplo para que Borowitz compruebe sus tesis siguiendo aquella de la aceptación, que comienza por enaltecerse como un ser común: “el presidente pueblo”. Es glorioso que un chofer resalte esa cualidad. La última fase es la de la celebración que consiste en calificarse a sí mismo como el gran líder; por eso mandaron a Chávez a las nuevas pailas del olvido.
Elogiar a un idiota es el colmo de la idiotez. El idiota piensa que está allí por especiales dotes y se cree infalible.