OPINIÓN

¡La revolución atrapada en su propio laberinto!

por Marcos Hernández López Marcos Hernández López

La situación poselectoral en Venezuela se ha caracterizado por una importante represión y agitación política tras las elecciones presidenciales de julio de 2024. El gobierno de Nicolás Maduro ha enfrentado acusaciones de violaciones de derechos humanos, incluidas detenciones arbitrarias y persecución política.

Los resultados electorales del 28 de julio han tenido sus diversas reacciones: los comicios presidenciales dieron la victoria a Nicolás Maduro para un tercer mandato, a pesar de que el líder opositor Edmundo González Urrutia tiene las actas donde se afirma haber ganado. El Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció una estrecha victoria de Maduro, lo que fue rechazado por los observadores internacionales y muchos países de la región.

Es evidente que existen preocupaciones internacionales: organizaciones como el Centro Carter y la Organización de los Estados Americanos (OEA) condenaron las elecciones como ni libres ni justas. Varios países latinoamericanos reconocen a González como presidente legítimo, mientras otros propusieron un acuerdo de reparto del poder que finalmente fue rechazado.

Nicolás Maduro, dentro del desorden y la desesperación, aún presiona y vende a los venezolanos falsas narrativas de triunfo poselectoral presidencial. Además, insiste en que los males de su gobierno son producto de una guerra económica provocada por las sanciones del imperio norteamericano. La lógica articulada a los resultados macro y micro de la economía evidencia que la gestión revolucionaria fracasó porque nunca a lo interno se interpeló para darse cuenta de sus diversas y continuas sinrazones, utilidad como proyecto político, mirar con objetividad los “logros” de su “modelo económico” conectados a sus consecuencias complejas relacionadas al existencialismo humano. Es decir, la actividad económica del país y, en consecuencia, la situación del mercado de productos industriales está irremisiblemente ligada a la situación política. Sin estabilidad política no hay inversión y sin inversión no hay mercado industrial. Cualquier predicción de lo que vaya a suceder depende, por tanto, de que nuestro país despeje sus incertidumbres políticas.

El Estado Comunal en Venezuela es un modelo de organización político-social que busca promover la participación directa de las comunidades en la toma de decisiones. Este sistema se fundamenta en la Constitución de 1999 y se ha desarrollado a través de la Ley Orgánica de las Comunas, que establece normas para la creación y funcionamiento de las comunas como unidades de autogobierno. El Estado Comunal fue propuesto durante el segundo gobierno de Hugo Chávez como una alternativa a la democracia representativa. Se buscó establecer un nuevo modelo de organización que permitiera a las comunidades gestionar sus propios recursos y tomar decisiones sobre su desarrollo.

No termina de fraguar el proyecto comunal en sus desafíos y con críticas, La implementación del Estado Comunal ha enfrentado problemas de legitimidad y falta de autonomía, ya que muchas comunas dependen directamente del gobierno central. La falta de recursos y atención por parte del Estado ha limitado el desarrollo efectivo de las comunas, que a menudo se ven cooptadas por el oficialismo.

El sueño de proto Estado Comunal es el milagro esperado aún por Maduro. No obstante, 25 años han demostrado a través de una imagen concreta Venezuela es un país que si hacemos una caracterización lograremos conclusiones inmediatas con una analogía reveladora en parecidos en éxodos a Siria y en pobreza Somalia o países africanos donde reina todo tipo de ineficiencia, corrupción, violaciones y barbarie. La verdad verdadera, Nicolás se encuentra atrapado en su propio laberinto poselectoral, pero no se da por vencido asegura que esta revolución es eterna y no están dispuestos a entregar el poder.

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