La guerra viene mermando las capacidades de desarrollo de cualquier nación, cuanto más, las de un modelo central como lo son los sistemas de una república presidencialista.
La República Rusa no sólo está en el deber de retroceder como lo demanda su inteligencia, sino de la reducción de sus capacidades de producción y desarrollo en una guerra fratricida que los sumen en una nación llena de resentimiento contra sus líderes por las políticas de unas acciones que únicamente conduce al empobrecimiento de las fuerzas productivas de cualquier nación.
Someter a un pueblo a una guerra, que desemboca en la reducción de las capacidades y de las bondades del mercado, no sólo es un error por parte de su dirigencia, sino que es un retroceso en la civilización de la humanidad.
Los líderes de cualquier nación están en el deber de promover las libertades políticas, civiles, económicas de cara a la convivencia y la paz entre las personas.
No es casualidad que el ministro de Defensa de la República Rusa sea un economista, esta es la prueba de que su gobierno vive más sabido que nunca de los graves daños económicos y productivos de sus fuerzas productivas nacionales, y de las debilidades que esto acarrea.
Mientras que, en el campo político, está totalmente sin victoria alguna, ya que la población nunca va a estar en pro de ninguna guerra, mucho menos de una fratricida como la que se desarrolla entre Rusia y Ucrania, ejemplo que se puede trasladar a cualquier frontera.
Dicho esto, antes, durante el proceso de cualquier guerra o escenario bélico, hay que consultarlo no sólo con los actores políticos, sino también con los profesionales económicos, para ser conscientes, tanto gobierno como ciudadanos en general, del brutal gasto que representa el costo de la guerra en sueldos, salarios, infraestructura y logística con beneficios nulos que nunca compensan los graves daños económicos, las invalorables pérdidas de vidas humanas, daños al patrimonio de cualquier nación, y a los ecosistemas propios y universales.
Para finalizar, sólo existe una guerra justa, esta es la económica, basada en producir más, mejor, en menor tiempo, a menor precio y con mayor calidad; en ese sentido la República Popular China, como las de cualquier nación de una economía desarrollada, lo entienden. Como lo entendió incluso antes la monarquía parlamentaria de Japón en su momento.
En cuanto a la guerra entre Israel y Palestina, se apoya la construcción de un Estado palestino libre y soberano, sin terrorismo ni modelos cerrados y autoritarios que respeten las libertades ciudadanas, en especial la de los más vulnerables que comienza por los derechos y libertades de las mujeres y niños de un mundo libre, un Estado con libertad de culto, democrático, salvaguarda de los derechos naturales de todas las personas tanto la de los nacionales como la de los extranjeros y de todas las naciones vecinas y de todo el mundo, esto también aplica para todas las zonas donde se insiste en instaurar un modelo de tiranía que no sea referente de modelo de Estado para el mundo libre y desarrollado, opuesto a la Carta de las Naciones Unidas en pro de los derechos, libertades, y deberes de los ciudadanos y de los gobiernos legítimamente constituidos.