La elección de Juan Guaidó como presidente de la AN en 2019, y la cadena de eventos que se sucedieron con el desconocimiento de muchos países a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, y que culminaron en que Guaidó se convirtiera en el presidente encargado de la nación, fue saludada como poco menos que un milagro de la política. Un hombre joven y carismático lideró un avance espectacular para la causa de la libertad y la democracia venezolanas, y formuló un programa aparentemente simple de tres pasos, que se convirtió literalmente en un mantra: fin de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Se hablaba del Arca de Guaidó, el navío de salvación de la República, y se hizo famosa la frase, atribuida a Henry Ramos Allup: “La alternativa a Guaidó es la fosa común”. Todo indicaba que la combinación de apoyo internacional, especialmente Colombia y Estados Unidos, movilización popular, una incipiente alianza de los sectores civiles con los militares descontentos, unificados en una estrategia liderada por Guaidó y el G4 de la AN, iba a dar al traste con el régimen oprobioso del chavismo que ha literalmente arrasado con Venezuela.
Hoy los tiempos son otros, el régimen ha demostrado una resiliencia considerable a pesar de estar en una situación de extrema caída de su apoyo, agravada por las sanciones internacionales, y la resistencia ha cometido errores importantes. Ello terminó por generar un agotamiento significativo de la estrategia de la resistencia, que abrió la puerta para una nueva arremetida contra los partidos políticos enmascarada en un llamado a elecciones parlamentarias. Pero a pesar de no detenerse ante nada para mantenerse en el poder, el régimen comete graves errores, y lo que parecía como una audaz jugada de intentar poner a la resistencia democrática entre la espada y la pared usando las elecciones como excusa, ejecutada por un nuevo CNE nombrado por un TSJ ilegítimo, se ha transformado en un bumerán contra el régimen.
La posibilidad de aprovechar la oportunidad que ha abierto el brutal ataque del régimen contra lo que queda de democracia en Venezuela está íntimamente ligada con que la resistencia se unifique. Y esa unificación exige de Guaidó asumir su responsabilidad como líder de la nación en su conjunto y no solamente como un “primus inter pares” del G4. El presidente (e) debe convocar a la unidad de la resistencia y la nación con actos concretos y transparentes, porque de lo contrario es imposible continuar la lucha que es necesario proseguir contra los usurpadores de la soberanía nacional.
Uno de los escenarios primos de la batalla de la resistencia contra el régimen es el electoral. Eso significa que se debe señalar con claridad que la resistencia está a favor de las elecciones legales y constitucionales y que su objeción es contra las elecciones amañadas que pretende el régimen. Pero es impensable y riesgoso plantearse un simple llamado a la abstención en las elecciones que el régimen va a convocar en diciembre contra viento y marea, porque requiere de una legitimación electoral. La abstención simple le entregaría en bandeja de plata el último reducto de la democracia, la AN, a la usurpación chavista, de modo que es necesario plantearse estrategias de deslegitimación de la elección que estén acompañadas de una movilización social e internacional. Para hacer más complejo el cuadro, todo intento de movilización física en la Venezuela de estos días está intervenido por la cuarentena a causa de la pandemia del coronavirus, manejada brutalmente por el régimen como una operación militar que en sus comienzos escondió la escasez de gasolina en el país.
De modo, pues, que es necesario ser creativos y audaces para avanzar en la deslegitimación de las elecciones con una propuesta electoral alternativa que pueda ser manejada frente al pueblo y la comunidad internacional. Es aquí donde una solicitud hecha por un distinguido grupo de venezolanos a la OEA, que incluye a Diego Arria y Humberto Calderón Berti, entre otros, abre una puerta para una actuación unitaria de la oposición que necesariamente debe estar liderada por el presidente encargado, Juan Guaidó. La propuesta se resume en el siguiente texto, parte de la comunicación enviada a la OEA:
“Nuestra propuesta consiste en solicitar, en atención a la grave crisis humanitaria y de violación continuada de los derechos humanos, esencia y espíritu de la Carta Democrática Interamericana, y por ser además el régimen amenaza cierta a la paz y seguridad del continente, contraviniendo los artículos 2 literal (a), 28 y 29 de la Carta Fundacional de la OEA; proceder a considerar la aplicación de una Solución Humanitaria de Carácter Electoral, inspirada en los principios fundamentales de la Carta Democrática Interamericana que le asigna importancia relevante a la realización de procesos electorales limpios”.
Aprovechar la idea central de esta iniciativa, conjuntamente con el inicio de una jornada masiva en los medios sociales en Venezuela y en el extranjero, puede significar una oportunidad única para deslegitimar la convocatoria fraudulenta a elecciones sin comprometer la vocación pacífica y democrática de la resistencia. La misma puede además apoyarse en la reciente decisión del Consejo Permanente de la OEA, organismo que sin ningún voto en contra ni abstención aprobó un documento de condena a la conducta del régimen venezolano.
El llamado a ejercer el liderazgo de la nación y la resistencia se ha convertido en el clamor de un pueblo a Juan Guaidó. Antes de que sea demasiado tarde y entremos en la dinámica de entrega pasiva de la AN al régimen usurpador.
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