Inicié la semana pasada una reflexión sobre la “resistencia política”, reseñando lo ocurrido con la “resistencia francesa” a la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Independencia de Argelia, o liberación del pueblo argelino de la colonización francesa; pretendo ahora resumir algunas ideas sobre la llamada “Primavera de Praga” y la reacción del pueblo checoslovaco de entonces a la invasión soviética, pues considero que es un excelente ejemplo de resistencia civil, de resistencia ciudadana.
La Primavera de Praga.
A finales de los años 60 del pasado siglo un movimiento totalmente inusual en el mundo comunista de la época, se desarrolló en Checoslovaquia, a partir del ascenso al poder de una nueva élite dirigente, comunista, encabezada por Alexander Dubcek, que el 5 de enero de 1968 reemplazó a la vieja guardia comunista, totalmente fiel a la URSS, encabezada por el impopular Antonín Novotny. De inmediato iniciaron un proceso de reformas, con descentralización de la economía y un plan de reformas políticas, culturales y sociales, con libertad de prensa, fin del rígido sistema de partido único, mayores facilidades para viajar, dentro y fuera del país, y otros cambios institucionales; en síntesis, se trataba de un movimiento pacifico de reformas, que denominaron “socialismo con rostro humano”, cuya posición más extrema de “apertura” se centraba en un documento o manifiesto de un grupo de intelectuales −el manifiesto de ‘Dos Mil Palabras’ (‘Dva tisíce slov’)− que proponía sustituir el comunismo por un régimen democrático. Manifiesto que naturalmente fue calificado por Leonid Brézhnev, máximo jerarca soviético de entonces, como un “acto contrarrevolucionario”. En el manifiesto de las “Dos mil Palabras”, no se incitaba a derrocar el Gobierno, se proponía que no hubiera censura, que la gente pudiera votar por quien quisiera, y que hubiera libertad de expresión.
Por supuesto que un partido comunista se declarara abierto a esos principios −y otros de las reformas de Dubcek− hacia una democracia liberal era de un peligro extremo, que solo había sido retado por Hungría en 1956 y que provocó su invasión de inmediato. La de Hungría en 1956, había sido la última y cruenta invasión por parte de tropas soviéticas, antes de la de Checoslovaquia en 1968. Ese “socialismo con rostro humano”, es al que se conoce como la “Primavera de Praga”, que se desarrolló desde el 5 de enero de 1968, hasta que los tanques soviéticos del Pacto de Varsovia irrumpieron en la pacífica Checoslovaquia, a pocos minutos de iniciarse el 21 de agosto de 1968, para acabar con ese proceso.
Un libro en Venezuela
Mucho antes de la era digital y la globalización, los acontecimientos de Checoslovaquia, en la lejana Venezuela, tuvieron insospechada y singular importancia y seguramente valor premonitorio en cuanto al devenir de la izquierda en el país. Esa invasión fue criticada por Teodoro Petkoff (TP), en su libro: Checoslovaquia, el socialismo como problema (Editorial D. Fuentes, 1969), cuyo impacto no fue tanto por la crítica en sí, sino por todo su significado y repercusión. El propio TP, veinte años más tarde de la primera publicación de su libro, en un Prólogo a su reedición por Monte Ávila en 1991 (El socialismo irreal, Edit. Alfa, 2007) así lo considera:
“… la circunstancia de que un comunista venezolano −yo para entonces− no solo condenara la intervención militar soviética… sino que defendiera -¡mortal pecado de revisionismo!- la excitante experiencia que fue la llamada ‘Primavera de Praga’… Condenar la intervención armada de la URSS y defender a Dubcek no tenía, en sí mismo, nada de singular, medio mundo lo había hecho. Lo singular fue que lo hiciera un Comunista, un militante de un partido Pro soviético, condicionado para aceptar acríticamente todo acto de la URSS”.
En efecto el libro de TP causó un gran revuelo, no solo en el Partido Comunista, PC, sino el mundo político de la época −Leonid Brezhnev, durante el XXIV congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, catalogó el libro como «amenaza» para el comunismo mundial− y reflejaba la crisis en la que estaba sumida la izquierda, principalmente el PC, después de abandonar la lucha armada, y que dio origen al MAS, unos tres años más tarde; tema que no trataré, como tampoco la aguda crisis, que no era solo de la izquierda, a nivel planetario, sino lo era también de la Iglesia Católica y el mundo cristiano, del modelo de universidades predominante hasta entonces y del movimiento estudiantil y juvenil, en general, que eclosionó en el Mayo Frances, en toda Europa y en los EEUU, dando origen al movimiento hippie y en Venezuela en el proceso de Renovación Académica de las universidades públicas nacionales y la efímera existencia de lo que se llamó en Venezuela el “Poder Joven”. Es otro tema, para abordar otro día.
La esencia de la Primavera de Praga
Petkoff, en su mencionado libro, resume magistralmente la esencia de lo que fue la “Primavera de Praga”, las reformas emprendidas por Alexander Dubcek en el “socialismo con rostro humano” o la posibilidad de un socialismo democrático. Nos dice Petkoff: “…los checos propusieron, nada menos y nada más, la liquidación de la dictadura y la democratización de su sociedad”; y en otra parte del mismo texto: “la ‘Primavera de Praga’ constituyó una tentativa de presentar un modelo alternativo global al soviético. Fue mucho más que una simple revuelta nacionalista”.
No es mi propósito hacer un análisis detallado del ambiente que se vivía en la Checoslovaquia de la época, más allá de lo señalado más arriba −para eso remito a la obra ya citada de Petkoff−; pero, si me parece importante, para lo que me interesa en este artículo, destacar algunas características del pueblo checo y su particular régimen comunista, que también reseña TP de manera muy clara.
La invasión y el ejército checo
En los primeros minutos del día 21 de agosto de 1968, las tropas del Pacto de Varsovia, integradas por soldados de la URSS, Bulgaria, Polonia, Alemania Oriental y Hungría, iniciaron la “Operación Danubio” e invadieron Checoslovaquia. Alexander Dubcek y los mandos militares ordenaron al ejército checoslovaco no cooperar, pero tampoco resistir a la invasión. No hubiera servido de nada, pues en esa época el ejército checo contaba con casi 300.000 hombres −la mayor parte de ellos en el sur del país, cerca de la frontera con Hungría− y la fuerza invasora total estaba conformada por casi 700.000 soldados, 2.300 tanques T-54 y 700 aviones. Sin embargo, a pesar de la orden dada al ejército, hubo algunos focos de resistencia militar, como el de un regimiento paracaidista de Holešov, cuyos miembros impidieron la entrada a los soldados soviéticos en sus cuarteles, y otros efectivos militares checos que bloquearon por horas, para las fuerzas aéreas de las tropas invasoras, la pista de aterrizaje del aeropuerto militar de Kbely, en Praga.
La tradición cultural, cívica y democrática
Otro aspecto a resaltar en Checoslovaquia, es que no solo era un país muy industrializado para la época, sino también un país de una tradición cultural y cívica muy importante, como se deduce solo por mencionar algunos nombres de intelectuales de renombre universal, que son bien conocidos, como Frank Kafka, Milan Kundera, Iván Klima y −el muy nombrado en estos días−, Vaclav Havel. También es importante mencionar otra característica −que va a ser crucial para los acontecimientos posteriores a la invasión soviética−, y es su tradición democrática, que nos recuerda Petkoff:
“A Checoslovaquia, como a Yugoslavia, el poder de los comunistas tampoco llegó en los tanques soviéticos… Su destino final habría de ser decidido por los propios checos mediante elecciones. Y éstas las ganó, en 1947, el partido comunista más poderoso de Europa para entonces… A diferencia del yugoslavo, que era un partido-ejército, el checo era un partido-civil. Y no fue por tanto mediante la guerra como alcanzó el poder, sino mediante elecciones”
Y para apoyar esa aseveración, cita Petkoff a Kundera, en el “Libro de la risa y del olvido”: “…cuando los comunistas tomaron el poder en febrero de 1948, no fue en medio de la sangre ni mediante la violencia, sino saludados por el gozoso clamor de casi la mitad de la nación. Y, atención: esa mitad que lanzaba gritos de júbilo era la más dinámica, la más inteligente, la mejor, en suma”; para concluir, dice Petkoff, que: “En Checoslovaquia no solo existió un partido comunista de masas, sino que el país contaba con una larga y sólida tradición democrática”. Creo que lo descrito hasta el momento y los comentarios de Petkoff ilustran perfectamente el ambiente político que se vivió en la “Primavera de Praga”, en los días previos y posteriores a la invasión soviética. Pasemos ahora a ese tema.
La resistencia civil
Los soldados soviéticos a quienes les habían dicho que su misión era “liberar” a los checoslovacos, no encontraron ningún ejército enemigo ni a un pueblo armado, pero si una enorme resistencia por parte de la población civil.
El primer “objetivo” del ejército invasor fue tomar Radio Praga, RP, símbolo de la apertura política y de la libertad de expresión, una de las reformas fundamentales del “socialismo con rostro humano” impulsado de Dubcek. Para el mediodía del mismo 21, la radio no pudo trasmitir más, al menos no libremente y desde su sede principal. Frente a la emisora se produjeron enfrentamientos entre los soldados soviéticos y la población civil, que trató de impedir el cierre de las emisiones radiales, con un saldo de 17 muertos. Pero, RP logro realizar algunas trasmisiones ese mismo día, pues sus técnicos reactivaron la emisora por un corto tiempo, desde un estudio oculto en el mismo edificio y en días subsiguientes desde un estudio especial en un barrio de Praga. Pero no duraron mucho esas trasmisiones. (De la sección de Historia de Radio Praga Internacional, hoy, fue de donde tome la mayor parte de la información que aquí utilizo; se puede consultar en el siguiente vinculo: https://espanol.radio.cz/
Esa población civil, que había sobrevivido a la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y que consideraba al Ejército soviético como su liberador, superado el asombro que les produjo la invasión, no tardó en resistir a las tropas invasoras. Miles de checoslovacos salieron a las calles, organizaron barricadas, incendiaron vehículos, sabotearon las señales de tráfico para desviar a los soldados, quitaban o borraban los nombres de las calles para confundir a los invasores, difundían entre las tropas rumores sobre envenenamiento de agua, se trepaban a los tanques T-54 para poner sobre ellos banderas Checas o para increpar a los soldados, les leían a estos noticias de la invasión y de las reformas que se estaban haciendo y toda una serie más de actos que se mantuvieron de manera muy intensa durante varios meses, e incluso en el primer aniversario de la invasión se continuaron las protestas y manifestaciones. Desafortunadamente nada de eso detuvo el retroceso de las reformas que la invasión paralizó.
Los estudiantes y su resistencia
El movimiento estudiantil checo, fiel a esa tradición cultural del país y en proceso de actividad muy intensa desde finales de los años 50, fue también un activo foco de resistencia. Dos eventos quiero destacar; el primero, la huelga de hambre de varios estudiantes, que solo duró cuatro días pues fue bruscamente finalizada por la policía comunista y que se conmemora anualmente, aun hoy en día, con estudiantes que hacen huelga de hambre, durante esos mismos cuatro días, para recordar esos eventos. El otro evento singular y dramático fue la autoinmolación de varias personas, que se convirtieron en “antorchas humanas”, en protesta por la invasión. Tan extrema acción, practicada por monjes budistas en protesta por la invasión al Tíbet o la guerra de Vietnam, no es tan conocida en el mundo occidental. Cuatro personas se inmolaron de esta manera; el más conocido y emblemático fue el estudiante de 21 años, Jan Palach, que se incendió en la plaza Wenceslao el 21 de enero de 1969; pero no fue el único, el 23 de febrero Jan Zajic, en la misma plaza, hizo lo mismo tras dejar una “Declaración a los ciudadanos checoslovacos” en la cual pedía: “¡Convoquen huelgas! ¡Luchen! ¡Quien no lucha no gana!”; el tercero fue Evžen Plocek, de 39 años, militante comunista, que se inmoló, esta vez lejos de Praga, el 4 abril 1969. Y el menos conocido, pues no era checo, fue el polaco Ryszard Siwiec, exmiembro de la resistencia polaca, quien se inmoló el 12 de septiembre de 1968 en Varsovia, cuatro meses antes que Jan Palach y también en protesta por la invasión de Checoslovaquia. Este último hecho fue “silenciado”, incluso desacreditado por las autoridades comunistas polacas y solo se supo y reivindicó años más tarde, tras la caída de los regímenes comunistas en Europa Oriental y en Rusia.
Después de la Primavera de Praga
Dubcek fue obviamente destituido, obligado a desempeñarse como “guardia forestal” muy lejos de Praga. Gustav Husák asumió el poder y el control del Partido Comunista, que fue reorganizado; al igual que purgado el ejército e instaurado un fuerte control militar en el país, apoyado en las tropas soviéticas. En agosto de 1969, cuando la población checa intentó protestar por el aniversario de la ocupación, se encontraron con que fueron reprimidos por miles de soldados de las fuerzas de seguridad checoslovacas, la Policía checa, reforzada por la Milicia Popular del Partido Comunista, integrada por trabajadores entrenados para “defender” el régimen. Como consecuencia de la invasión murieron 137 checos, hubo más de 500 heridos y 300 mil emigraron.
Las tropas soviéticas, 75 mil soldados, permanecieron en Checoslovaquia apuntalando el “nuevo” régimen comunista hasta junio de 1991, cuando salió el último soldado soviético, forzado por el nuevo gobierno democrático, tras la “Revolución de Terciopelo”, 21 años después, encabezada por el intelectual y dramaturgo Vaclav Havel, quien fue el primer Presidente después de la desaparición de la Cortina de Hierro y quien abrió el país al occidente e integró a la Republica Checa a la OTAN y a la Unión Europea.
Las lecciones de la Primavera de Praga
La importancia de la comunicación y difusión de información, como factor clave, es un elemento que destaca; aun cuando los eventos fueron documentados por miles de fotografías, sobre todo por el fotógrafo checo Josef Koudelka, no cabe duda que el férreo control militar y sobre las comunicaciones tuvieron un impacto importante. Hoy en día, ese control es más difícil de mantener para los gobiernos autoritarios. Pero la lección fundamental de la Primavera de Praga es que la sociedad civil puede organizarse y resistir y solo es posible contenerla, temporalmente, bajo fuerte represión de tropas tan entrenadas o tan fuertes como las soviéticas.
Conclusión
La próxima semana concluiré esta serie sobre la “resistencia política” con la descripción y análisis de la lucha contra la segregación racial y el apartheid en Suráfrica.
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