A Ángel Rangel Sánchez

Desde hace tiempo le quería poner mano a la versión en español de un libro que tiene como título Resiliencia: La sostenibilidad suprema, cuyo objetivo es darnos lecciones de cómo desarrollar un entorno que se construya fuerte y seguro ante las amenazas de la naturaleza. Preocupación tan antigua como los primeros asentamientos humanos, ya los romanos tenían normas para contratiempos y alturas mínimas de construcción. El interés por estos temas me los abrió mi paso por el SELA, en donde desde hace más de una década el tema de los desastres naturales ha formado parte de su agenda y programa de trabajo. No fueron pocos los eventos y reuniones en las que participamos escuchando a los expertos sobre la realidad y efectos de los llamados desastres naturales y la angustia que les produce ver los grandes retos que tienen los países por delante para desarrollar políticas públicas que precisamente tratan el tema de una manera integral. Recuerdo que el experto y amigo a quien le dedico este artículo y que tanta huella positiva dejó en nuestro país cuando estuvo a cargo de la defensa civil, me corrigió en una oportunidad refiriéndose al tema de los desastres naturales en los siguientes términos: “Es necesario dejar de hablar de desastres naturales, pues, aunque estén asociados a fenómenos físicos naturales, no significa que sean naturales; son producto de acciones de la sociedad (eventos de construcción social) y pueden prevenirse. Es conveniente el referirse a los eventos como asociados a fenómenos naturales. Es necesario abandonar el camino hacia el cambio de cultura sobre el tema de los desastres”.

El autor de este importante libro, Aris Papadopoulos, es un norteamericano de origen griego que tiene la virtud de venir de la industria de la construcción y no de la burocracia internacional, lo que le permite ser especialmente sincero y crítico sobre la incapacidad de nuestras sociedades de contener los desastres que originan eventos de la naturaleza, precisamente por la visión de desarrollo que sobrepasa límites que se deben respetar para que nuestras ciudades y comunidades no sean tan vulnerables. En su análisis demuestra que la falta de políticas públicas y los intereses corporativos son muchas veces las causas de los estragos que observamos después de un evento propio de la naturaleza.

Nos señala que solo 5% de nuestro tiempo lo pasamos al aire libre, lo que demuestra que por lo general siempre estamos alrededor de algo construido. Asimismo, dice, la mayor parte del tiempo estamos sujetos a ser víctimas de eventos imprevistos, sean incendios, terremotos, huracanes, etc.

Este ingeniero y autor es egresado del MIT y Harvard; fue director general de una compañía de materiales de construcción; fundador del Resilience Action Fund, asesor por el sector privado de UNISDR y miembro de la junta directiva de ARISE de las Naciones. Unidas.

El tema de los desastres no solo los conoce por su formación académica sino porque él mismo ha sobrevivido no solo a terremotos, huracanes e incendios, sino también a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York.

Al igual que los organismos especializados, Aris entiende la resiliencia como la capacidad de un sistema, comunidad o sociedad expuesto a las amenazas para resistir y recuperarse de los efectos de una amenaza de una manera eficiente que incluye la preservación y restauración de las estructuras. El autor nos sumerge en esta edición ante las debilidades en general del ecosistema planetario, pero igualmente se concentra en detallar con una visión crítica los riesgos de su país natal, al que considera vulnerable por las fallas de políticas que maximizan errores de diseño, construcción, cambios de uso no planificados, mantenimiento inadecuado, estructuras de excesiva edad, fatiga de materiales, así como los incumplimientos a las normas establecidas, que varían además de lugar en lugar.

A lo largo de más de 200 páginas el autor nos sumerge en la realidad del planeta bajo un esquema de fragilidad y falta de resiliencia para enfrentar desastres que los hombres permitimos cuando no enfrentamos debidamente los desahogos de la naturaleza. Estados Unidos se va quedando rezagada por el envejecimiento de su infraestructura y mal mantenimiento.

Aris es crítico de la construcción que reduce normas de seguridad para asegurar ganancias. Como bien lo expresa, como una crítica que entiendo como universal, “estoy en contra de cualquier persona o negocio que, con el fin de competir, persista en amañar el sistema para mantener bajo los estándares”.  Sin duda, como bien lo dice el autor, hay que aumentar los niveles de resiliencia.

Para los especialistas, interesados y estudiosos recomiendo ampliamente este libro. Se me olvidó mencionarles, amigos lectores, que no solo encontré el libro, sino que he tenido la oportunidad de conocer a Aris, un hombre que al igual que sus antepasados griegos, ama la construcción, pero por igual la preservación de la humanidad. Una manera de lograrlo es la dicotomía entre el bien construir y el bien hacer para que no responsabilicemos a nuestra naturaleza de las catástrofes que ocurren cuando ella con todo su derecho se pronuncia, más en estos tiempos en donde estamos extralimitando sus bondades.

 


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