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La relación entre la fe y la incertidumbre

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Incertidumbre. Ansiedad. Control. Esta es la secuencia típica que puede volvernos los títeres del miedo. Miedo que nos lleva, siempre en vano, a construir fortalezas que terminan degenerando en jaulas. La incertidumbre, como catalizador, es producto de nuestra conciencia que nos enmarca en el tiempo: tenemos memoria, transitamos en la actualidad y proyectamos hacia el futuro. La ansiedad, como reacción, es la respuesta emocional ante los peligros que pueden estar inmersos en la cortina de humo de la probabilidad. El control, como medida correctiva, es la acción que, en teoría, debería eliminar la incertidumbre que llevó a la ansiedad en un principio. Ahora bien, lo irónico de esto, es que, tal como no controlamos la dirección del viento, tampoco hay manera de “eliminar” como tal a la incertidumbre, por lo que, como hemos comprobado muchos, la estrategia del control absoluto está condenada al fracaso.

Siguiendo esta línea de ideas es que es inevitable terminar concluyendo que si la incertidumbre es, por definición, inevitable, entonces la ansiedad también lo es. Esta verdad debe salvaguardarnos de cualquier propuesta que nos venda la erradicación total de nuestro pulso ansioso, porque esto equivaldría a abolir nuestra capacidad de sentir miedo y, por ende, nos dejaría incapaces de sentirnos “alertas” ante determinadas situaciones. Por tal razón, en vez de tratar que las fuerzas de la entropía cesen, nos podría salir más conveniente sostener una relación distinta con el azar.

Lo primero que debemos tomar en cuenta es que la ansiedad, aunque no lo parezca, existe para brindarnos apoyo. Comparándolo con lo que planteaba Joseph Campbell en cuanto al camino del héroe, la ansiedad es como el llamado que nos insta a asumir nuestro destino y que emprendamos la aventura. De tal manera que, sí, siempre estamos llamados a tomar acciones, pero no, como se mencionó anteriormente, para eliminar la incertidumbre y garantizar el control total, sino para mitigar nuestra ansiedad a través del conocimiento sobre lo que, hasta en determinado momento en la vida, nos eludía.

Entendiendo esto supondríamos que ya estamos listos para unirnos a la danza, esa tempestad que es el estar vivo para luego dejar de estarlo para siempre. No obstante, algo todavía nos frena en dar el paso hacia adelante, algo aún nos hace titubear. Aquí es cuando descubriremos que el miedo es realmente una fuerza muy razonable. Ella analiza y disecciona las probabilidades, nos dice todo lo que pudiera salir mal; al miedo nunca le hacen falta argumentos. Trataremos de convencerlo con nuestros propios alegatos, pero resultará imposible ganarle en el ejercicio de la retórica. En una situación así, cabe preguntarnos entonces, cómo es que podremos salir de dónde estamos para entrar a un nuevo estado. Ya vimos que la lógica no será suficiente, necesitamos algo más, una convicción que en realidad nos lleve más allá.  Por fortuna, esto existe, esto es lo que llamamos fe; ese acto de creer en lo intangible. El verdadero puente entre un risco y otro es lo que Søren Kierkegaard llamó el salto de fe: el entender cada uno de los argumentos del miedo y la razón, pero, incluso así, imbuidos por la convicción de querer ser nosotros mismos, atrevernos a estirar los brazos en el intento de abarcar al infinito.

Con fe, nuestra relación con la incertidumbre se balancea apropiadamente. Donde la ansiedad detecta lo desconocido, la fe dice: “salta”. Cuando la ansiedad dice: “podrás caer”, la fe dice: “podrás aprender”. Cuando el miedo declara la resignación y la derrota, la fe demarca la posibilidad y la victoria. Esta dialéctica de fuerzas psicológicas y espirituales son las que nos propulsan en nuestra humanidad; nunca habrá suficiente fe porque nunca habrá suficiente duda. Este es el balance que dicta la experiencia de vivir ya que, al fin al cabo, incluso cuando el azar nos pesa, la realidad es que vivimos por y para el misterio, vivimos por descubrir y para redescubrir lo que es ser, lo que es estar, y así definir quiénes somos en el contexto de este teatro el cual nadie eligió, pero en donde hay tanto por recordar y conocer.

@jrvizca

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