Tan increíble como pueda sonar, uno de los grupos nacionales más beligerantes en el actual proceso electoral norteamericano son los venezolanos. Tanto quienes tienen doble nacionalidad y que pudieron participar como votantes en la reciente elección del 3 de noviembre, como quienes se encuentran en Estados Unidos como residentes legales, extranjeros ilegales o refugiados. Para precisar algunas cifras y datos importantes sobre la diáspora venezolana en Estados Unidos, conviene referirse a dos importantes estudios, uno del Pew Research Center (https://www.pewresearch.org/hispanic/fact-sheet/u-s-hispanics-facts-on-venezuelan-origin-latinos/) y otro del Migration Policy Institute (https://www.migrationpolicy.org/article/venezuelan-immigrants-united-states-2018). A pesar de que ambos estudios pueden tener un pequeño margen de desactualización en la información que presentan, la coincidencia entre los dos es bastante sólida como para inspirar confianza, y están, en reglas generales, de acuerdo con otras referencias sobre el tema.
A los efectos de este artículo, la información más importante que se colige de los informes arriba mencionados puede resumirse en lo siguiente: En 2017, un estimado de 421.000 hispánicos de origen venezolano residían en Estados Unidos, de acuerdo cxon el estudio del Pew Research Center. Esta cifra incluía individuos que se autoidentificaban de este modo, y comprendía a inmigrantes de Venezuela y aquellos que tenían ancestros familiares en Venezuela. Los venezolanos constituían la decimatercera población de origen hispánico que habita en Estados Unidos, y dan cuenta de menos del 1% de la población de origen hispánico en ese país. Desde el año 2000, la población de origen venezolano se ha incrementado en 352%, creciendo desde 93.000 hasta 421.000 personas en 2017. A modo de comparación, los mexicanos, que componen el grupo mayoritario de origen hispánico, con 36,6 millones de personas, constituían 62% de la población de origen hispánico en 2017. Especialmente relevante es el hecho de que en 2018, tan solo 34% de los venezolanos inmigrantes en Estados Unidos poseía doble nacionalidad, una porción mucho menor que el 51% que corresponde a otras nacionalidades. En otras palabras, tan solo un número de aproximadamente 144.000 venezolanos, la gran mayoría residentes, en solamente 4 estados, Florida, Texas, California, Massachusetts, y el área alrededor del Distrito de Columbia, como se evidencia en la siguiente tabla, podían participar legalmente en la elección del 3 de noviembre.
Table 1. Top Concentrations by Metropolitan Area for Venezuelan Immigrants, 2014-18
Source: MPI tabulation of data from the U.S. Census Bureau pooled 2014-18 ACS.
Me he extendido considerablemente en presentar información fáctica y estadística, porque la misma le sirve de indispensable telón de fondo a lo que sigue. A pesar de la minúscula participación real, en términos de números de votantes, de la diáspora venezolana en las elecciones del pasado 3 de noviembre, la importancia política relativa de la diáspora venezolana no debe ser subestimada. Dos son los elementos que determinan esa sobrevaloración política, más allá de los números. El primero es el conflicto que Estados Unidos, y buena parte de las democracias occidentales, mantienen con el régimen de Nicolás Maduro, a quien no reconocen como presidente legítimo. En segundo lugar está el hecho de que la concentración de la diáspora venezolana en dos estados claves para la elección presidencial, Florida y Texas, conjuntamente con la alianza con la diáspora cubana, convergen para determinar un caso de singular importancia electoral.
A estas singularidades se le une el hecho de que la comunidad venezolana ha sido una de las más activas, vociferantes y perniciosas en contribuir al ambiente de polarización de la campaña electoral norteamericana. De hecho, puede afirmarse que uno de los espacios digitales más tóxicos de todo el ciberespacio son algunos de los numerosos grupos de WhatsApp o Facebook de venezolanos con conexiones con Estados Unidos, o que simplemente se consideran con derecho de opinar. Por supuesto que existen honorables excepciones, pero en muchos de estos grupos la desproporción de insultos y descalificaciones abundan y avergüenzan a quienes como yo se sienten ciudadanos y miembros de dos culturas y dos nacionalidades, y que tenemos como nación de origen una que se ha transformado en sinónimo de hecatombe y de emergencia humanitaria continuada en los tiempos modernos, causada por un régimen traidor de su propio pueblo. Un régimen que llegó al poder en medio de un hundimiento vertiginoso del sistema de partidos, de la confusión de la clase media que vio en Chávez a un salvador, y, en inmensa medida, de la polarización política del país.
La polarización es un verdadero cáncer de la democracia, porque transforma el disenso político en combate mortal de posiciones extremas, y a los adversarios políticos en enemigos. Como los venezolanos no hemos aprendido lo suficiente de nuestra lamentable historia reciente, nos creemos con voz y derecho para estimular la polarización en el ambiente político norteamericano e imponer nuestra fallida receta criolla, contribuyendo a las historias de conspiraciones que pretenden tildar al Partido Demócrata de comunista y al Partido Republicano de fascista, en medio de un delirio deprimente de ignorancia sobre las características del sistema político norteamericano y el sistema del Colegio Electoral que constituye un método de elección completamente distinto al que alguna vez existió en Venezuela, y que está enraizado profundamente en la historia de Estados Unidos.
A todo ello se le une una lamentable interpretación del apoyo que Venezuela ha recibido de Estados Unidos en su lucha por la recuperación de la libertad y la democracia. El caso de Venezuela es probablemente uno de los escasos ejemplos que han recibido un apoyo bipartidista en el turbulento medio político norteamericano. Este solo hecho, que debería ser considerado un privilegio excepcional, es maltratado por las hordas venezolanas pro-Trump y pro-Biden, que agreden o endiosan a uno u otro líder sin aparentemente percatarse del enorme daño que hacen a la lucha a largo plazo a favor de Venezuela. Los unos argumentando que la reelección de Trump asegura una intervención armada en Venezuela para derrocar a Maduro, los otros sosteniendo que Biden le entregará Venezuela a Cuba. Ambos profundamente ignorantes de las realidades políticas y consumidos en el mismo mar de trivialidades y lugares comunes que destruyeron la democracia en Venezuela, y que ignoran el hecho simple de que si bien es posible que Trump se haya atrincherado en la Casa Blanca, no es menos cierto que Biden ha jugado posición adelantada, porque el Colegio Electoral aún no ha decidido. El no tener confianza en las instituciones y el sistema es una de nuestras incuestionables características, producto probablemente de 22 años de engaño.
Tiempos difíciles y confusos. Tiempos en los que pretender discutir y argumentar sobre bases reales es considerado un pecado o una traición. Tiempos de polarización.
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