El Chabestialismo retiró las franquicias de ventas de armas a empresas privadas venezolanas, y ofreció electrodomésticos a gente «con porte legítimo» que era opositora de su proyecto totalitario [que llamaron «proceso»] si las consignaban cuarteles. Según la propaganda socialista, era necesario pacificar al país. Solo quienes nos representaban ante el Estado podían monopolizar de la violencia. Pronto dotarían de vehículos e instrumentos letales a tipejos que conformarían los llamados «colectivos», que aterrorizan a los ciudadanos. Recuerdo que debutaron con ataques masivos a predecibles objetivos: el Parlamento, medios de comunicación independientes, personalidades de los ambientes políticos-financieros, universidades, productores y estudiantes contestatarios que salían [sucesivamente] a las calles para protestar contra el despotismo y miseria.
El ambiente político se agitó, los «colectivos del terror» atacaban casi todos los días, destrozaban, intimidaban y asesinaban por mandado del célebre hampón alias «Comandante Fetiche», quien les daba instrucciones desde su programa de TV Aló Presidente.
—«Nuestra revolución es pacífica, pero está armada» –solía decir el autoproclamado nuevo dueño de Venezuela, y era aplaudido por una corte de cómplices, aduladores civiles y militares conversos al comunismo que levantaban sus manos izquierdas con el puño cerrado.
Iniciaba una gradual, e irracional, luna de miel entre las clases sociales alta, media y baja enamoradas del hombre que primero intentó tomar el poder mediante un golpe de Estado. Al delincuente, cuya cuantificación de violaciones del Código de Justicia Militar y Penal fueron celebradas, el pueblo entregó las llaves de la república, su parque de armas y Banco Central. Luego se arrodillarían ante él los jerarcas de todos los poderes públicos: Legislativo, Judicial y organismos con nomenclatura que tenía el prefijo de la Internacional Terrorista-Socialista: «poder popular», lo cual es falso.
El «proletariado», la «burguesía» y clases «alta», «media» o «baja», todas decadentistas, no tuvieron voz ni voto en el palacio de gobierno, fueron convertidas en servidumbre de una suertuda burocracia comunista enriqueciéndose de forma acelerada. Protagonizaba internacionalmente, cierto, porque malversaba fondos nacionales para financiar o crear grupos paramilitares, dotar de pertrechos de guerra y proveer alimentos-medicinas a guerrilleros, y partidos políticos, brigadistas civiles, políticos, comunicadores sociales y militares proclives a corromperse. El Tsunami de la Felicidad debía aumentar su fuerza arrasadora de pueblos, porque sus aguas bautismales salvarían del infierno capitalista a todos los seres humanos del mundo. Ahora, en el curso del año 2020, es predecible que la desobediencia civil e intervención extranjera anunciadas nos redimirán: están en el umbral, acechan al Grupo Terrorista Comandante Fetiche.
@jurescritor
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