La miniserie The Staircase de HBO Max intenta una proeza argumental de la que apenas sale bien parada. La historia de Kathleen Peterson que 2004 llegó al documental con la dirección de Jean-Xavier de Lestrade se reinventa para la ficción. Y lo hace con toda la extraña cualidad de capas superpuestas de un drama que todavía se debate en voz alta. Pero la producción carece de la perspicacia de su anterior versión y en especial, de su elocuencia siniestra para narrar un crimen inexplicable.
La serie tiene una doble presión que sobrellevar. Por un lado, la de contar el ya conocido caso de la muerte de Kathleen, analizado en docenas de vertientes distintas durante más de una década. Al otro extremo, el de construir una narración verosímil sobre las diferentes dimensiones de un crimen que todavía es un enigma. Pero entre ambas cosas, la producción además debe encontrar su personalidad. Alejarse del documental de Jean-Xavier de Lestrade de 2004 para profundizar en lo que se supone nadie sabe acerca del crimen. En otras palabras, reinventarse como narración independiente.
A pesar de la ambición del creador Antonio Campos, el programa no satisface la idea sobre un nuevo relato de un hecho notorio. La reconstrucción tiene algo de deja vu tardío. También, de piezas ensambladas de manera conveniente para imitar el exitoso documental de 2004, sin lograrlo. El resultado es una mezcla poco convincente de la inevitable noción sobre comprender el motivo de un asesinato y algo más confuso. ¿Por qué alguien sería capaz de matar?, ¿todos somos capaces de hacerlo? El argumento no se pregunta en voz alta, pero sí deja entrever que su propósito es desentrañar un dilema semejante. Y hacerlo, desde posiciones maniqueas o la percepción que el culpable en una figura obvia en el contexto de la historia.
Después de todo, podría serlo. El sonado caso del asesinato de Kathleen Peterson tiene una resonancia considerable en la cultura pop. El dilema del asesino que se oculta en el círculo de los deudos se convirtió en una pesadilla procesal en lo que parecía un accidente. Michael Peterson, que aseguró que su esposa había muerto en medio de un hecho desafortunado, se convirtió en un criminal circunstancial. La versión de HBO Max convierte el tránsito entre el horror de un incidente doloroso a una batalla legal a toda regla. Y también, en una ambigua concepción de la realidad. ¿Tiene la culpabilidad graduaciones? ¿Puede un asesino negar tantas veces su responsabilidad como para crear un nuevo escenario?
Una y otra vez, un crimen a dos voces
Kathleen Peterson (Toni Collette) resbala por una escalera y muere luego de golpearse la cabeza. Es la versión de su esposo Michael (Colin Firth) y todo parece coincidir con sus explicaciones. Después de todo, la escena del suceso responde a los detalles que narra el preocupado deudo. ¿O no? La serie de HBO Max juega con la idea de construir un caleidoscopio que se enlaza con varias versiones sobre la muerte Kathleen. Y la mayoría de ellas, conducen a Michael. A las grietas de su versión que de pronto no es tan convincente. Que poco a poco, no encaja con las manchas de sangre con las especulaciones de la policía. Mucho menos, con la carga de secreto que lleva a cuestas.
The Staircase se arriesga en modular lo ficticio con lo real en un complicado juego de espejos sin resolución. Pero el truco no es tan efectivo cuando se alarga en una serie de escenas semejantes en la que se enfrentan las diferentes versiones del asesinato. ¿Pudo haber muerto Kathleen por un mero accidente como asegura Michael? La serie dedica una buena cantidad de tiempo en demostrar el escenario descrito una y otra vez por el único incriminado. ¿Pudo Kathleen ser la víctima de un asesinato tortuoso? También, hay escenas en que es mucho más clara la intención criminal, en la que la manipulación de Michael es clara. De modo que la pregunta es inevitable y quizás, por obvia, inevitable. ¿Cuál es la verdad? ¿Qué intenta narrar una premisa basada en un caso en que la verdad se convirtió en un litigio complicado y cada vez más confuso?
La serie de HBO Max tiene dificultades para lograr extrapolar la idea de la realidad con la ficción, que a su vez emula lo que posiblemente podría haber ocurrido. Por supuesto, es un dilema y una trampa en la que el argumento cae en más de una ocasión. ¿Intenta la reconstrucción del crimen de Kathleen a partir de todas las versiones disponibles?; ¿o sólo es un juego del gato y el ratón plagado de inconsistencias? Cualquiera sea la respuesta, la serie no logra construir una mirada convincente sobre lo que plantea. Y para la tercera recreación de la muerte de la víctima, la cuestión se reduce a una idea incómoda. ¿Intenta el guion crear la sensación de confusa irrealidad o sólo evade el punto central sobre la culpabilidad de Michael?
Sin respuestas, sin sentido, sin forma
En su versión documental, la historia de Kathleen Peterson inquietó a la audiencia francesa. El director Jean-Xavier de Lestrade narró desde una cercanía angustiosa un proceso judicial caótico. También, se cuestionó la forma en que la cultura juzgó a Michael e incluso, la posibilidad de su inocencia. Todo eso, sin hacer un juicio de valor o mucho menor, brindar sesgo alguno a la narración. Semejante prodigio argumental, permitió al documental convertirse en una referencia de narraciones basadas en hechos reales. También, en una conexión entre la idea de un crimen convertido en suceso.
Quizás por eso, The Staircase de HBO Max resulta deslucida al contraste. El guion no logra construir una base tan sólida ni mucho menos, un relato con la suficiente fuerza para mostrar los secretos de un hecho ambiguo. Lleno de grietas y blanduras, el argumento está más interesado en mostrar que la ley puede equivocarse. Pero no, que Michael podría ser simplemente culpable de hechos inexplicable. El hilo que une ambas ideas es una confusa versión sobre la verdad. Una que no sobrevive, mucho menos se sustenta y que por último, sólo es una tela de araña complicada entre lo verosímil y lo obvio. El punto más bajo de la trama.