El más reciente estudio del Programa Mundial de Alimentos de la ONU señala que uno de cada tres venezolanos padece inseguridad alimentaria. Esto significa que un aproximado de 9 millones de personas en el país sufren distorsiones en su alimentación que van desde la reducción de porciones y de comidas en el día hasta procesos severos de desnutrición.
Esta realidad no es desconocida para nosotros en el movimiento Caracas Mi Convive, y la hemos venido denunciando desde los inicios de la crisis alimentaria en 2014. Es una realidad que se hace más dolorosa y evidente en nuestras comunidades populares, afectando significativamente a poblaciones vulnerables como la infantil y la de los adultos mayores.
La emergencia alimentaria concentra los graves problemas de la crisis sistémica que vivimos. Uno de ellos es la militarización del Estado que pone a sectores de la Fuerza Armada (y no a especialistas y profesionales sobre el tema) a cargo de planes de distribución de alimentos que son inadecuados, corruptos y se utilizan como sistemas de control social y político como los CLAP. Se agrega el colapso de servicios públicos que complica y encarece la distribución de alimentos ante la dificultad de conseguir combustible, así como los fallos en los servicios de agua, electricidad y gas, que dificultan la preparación y preservación de la comida. Además, la profunda crisis hiperinflacionaria que pone a la gran mayoría de la población en la terrible situación de conseguir productos en los anaqueles, pero con precios que los hacen inaccesibles.
Sobre todo, la actual crisis alimentaria señala una responsabilidad directa del Estado y muestra las consecuencias destructivas del actual modelo dictatorial, que desconoce e invisibiliza la crisis, al mismo tiempo que la aprovecha y explota para generar condiciones de desigualdad, necesidad, clientelismo y sumisión, que les permita mantenerse en el poder.
Que 9 millones de venezolanos vivan una situación de emergencia alimentaria significa que este ya no es un problema de un sector o grupo, sino del país. Desde todos los sectores de la sociedad debemos reconocer las dimensiones de la tragedia y actuar en consecuencia, por sobre el contexto, también propiciado por el régimen, de fragmentación y quiebre de la convivencia que dificulta una respuesta cohesionada desde la sociedad.
Es por ello que, en nuestras iniciativas como Alimenta la Solidaridad, hemos hecho hincapié en la organización ciudadana y la articulación de diversos actores sociales para el abordaje de esta gravísima emergencia. Superar el hambre implica superar al modelo que la genera y utiliza. Implica construir una nueva convivencia en la que el concurso de todos es prioritario para enfrentar no solo al modelo dictatorial sino a las consecuencias de empobrecimientos y destrucción que este genera.
Reconocer la realidad de la crisis alimentaria debe vincularnos en un proceso de encuentro para poder superarla entre todos. Este es un imperativo vital, que debe guiarnos no solo para darle fin a la tragedia sino también para hacer posible las bases de una nueva Venezuela.
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