El primero de enero tiene una importancia psicológica notable para muchas personas. No es simplemente el cambio de un día al siguiente, sino un momento de inflexión que puede impactar profundamente en el bienestar mental y emocional. De hecho, el comienzo del año constituye el inicio de un ciclo y es la oportunidad que se toman muchas personas para realizar un necesario balance de lo vivido durante el período anterior y proponer metas para el que inicia.
Desde el punto de vista del funcionamiento de las personas, los ciclos cumplen un rol adaptativo importante. No sólo facilitan un adecuado desempeño psicológico, sino que nuestra propia biología funciona con base en ellos. El ritmo circadiano de vigilia y sueño y las estaciones de los llamados biorritmos son un ejemplo de estos ciclos biológicos que caracterizan la vida humana.
Paralelo a esta fisiología biológica, existe también una fisiología psicológica, que tiene a los ciclos como una de sus estructuras dinámicas fundamentales, porque entre otras cosas nos permiten segmentar la inmensa complejidad de nuestro entorno vital, y reducirla perceptualmente a unidades más manejables y que faciliten nuestra adaptación y funcionamiento.
Es así como los humanos aprovechamos también los ciclos estacionales de nuestro entorno ambiental para dividir nuestra vida en «capítulos», que tengan un final pero sobre todo un nuevo comienzo. La división en «capítulos vitales» es importante porque facilita la evaluación de lo hecho y la mejor comprensión de nuestro transitar existencial. Además, esos “nuevos comienzos” son útiles porque nos proveen psicológicamente de nuevas oportunidades para corregir errores, ensayar mejoras y mantener siempre viva la esperanza que podemos ser como queremos y alcanzar lo que deseamos. Este sentimiento de renovación y esperanza resulta altamente beneficioso para la salud mental. Saber que es posible un nuevo comienzo en el horizonte vital contribuye a reducir el estrés y la ansiedad, y proporciona un sentimiento positivo de control sobre la propia vida.
La oportunidad de hacer un balance y reinventarse constantemente que deriva de la división perceptual de nuestra vida en ciclos, es fundamental para mantener viva la fe en nosotros mismos, evitar la impresión de que nuestra vida es una sucesión caótica y desordenada de acontecimientos, y para darle sentido a la trayectoria, accidentes y rumbo de nuestra propia existencia como personas y como país. Tener la sensación de que, dentro de la continuidad temporal de nuestra vida, siempre es posible volver a comenzar, es una ventaja psicológica que nos proporciona no sólo esperanza y ánimo frente a los días por venir, sino sentido de propósito a nuestro propio transitar como seres humanos. Es por ello que los deseos de Año Nuevo, y el plantearse metas y compromisos personales brinda un sentido de propósito y dirección. La planificación para el año que comienza fomenta la motivación y puede aumentar la autoconfianza y la autoeficacia, al permitir que las personas sientan que están capacitadas para lograr cambios positivos en sus vidas.
Otro de los impactos psicológicos del primero de enero deriva de las prácticas, costumbres y rituales tradicionales propios de esta fecha. Participar en ellos otorga a las personas un sentimiento favorable de estabilidad y continuidad, que contribuye así a proporcionar fortaleza a su estructura psicológica y a asumir las incertidumbres y transformaciones del periodo que comienza.
El primero de enero de 2025 representa el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Para que este episodio estacional cumpla mejor su cometido, es necesario que nuestros deseos de este día vayan inteligentemente acompañados del establecimiento de algunas metas realistas, concretas, retadoras pero alcanzables, y sobre todo medibles para poder saber cuándo las alcanzamos o no.
Que las metas que hoy nos fijemos no busquen beneficiarnos sólo a nosotros mismos, sino que incluyan lo que pensamos hacer –de manera concreta– para que nuestra familia sea más feliz, para que quienes viven con nosotros o con quienes interactuamos a diario reciban siempre ejemplos de constancia y alegría, nunca de desánimo o tristeza. Y, finalmente, que esos propósitos del nuevo ciclo incluyan también al menos algo que podamos hacer para contribuir a que nuestra Venezuela sea más justa, libre y digna.
Los seres humanos no venimos determinados. Podemos ser muchas cosas distintas. El inicio del 2025 es otra oportunidad para intentar un nuevo comienzo, escribir una nueva página de nuestro particular y único libro de vida, atreverse a un necesario y saludable “reinventarse” que nos acerque más al sueño de una vida con sentido de trascendencia, que nos haga más felices, más útiles y sea una fuente de estímulo y alegría para quienes comparten con nosotros. Y nunca olvidar, finalmente, que el futuro no está escrito, sino que será la consecuencia de lo que hagamos y de lo que dejemos de hacer.
@angeloropeza182
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