Muchos analistas han centrado el resultados de las elecciones de los consejeros constitucionales de Chile en una derrota para el gobierno de Gabriel Boric, y peor, han limitado el tema de lo que será la próxima Constitución de ese país a que ésta solo será un texto de «derecha»; otros han llegado a calificarla como continuación del «pinochetismo», cuando, precisamente, lo que busca la sociedad chilena es modificar aquellos aspectos, básicamente políticos y sociales, que aunque la vigente (1980) ha tenido reformas -lleva 62 modificaciones- es obvio que el país quiere una confluencia de espacios axiológicos y jurídicos que sean aprobados por la mayoría de la población.
En tal sentido, el hecho de que 50% de los representantes de tales integrantes constitucionales estén divididos por sexo y se haya valorado por edades esos mismos representantes, si fuera a hablarse de influencia política, pues allí estaba una de las luchas que exigían, quienes hoy siendo gobierno eran oposición, razón por la cual, intentar darle un matiz de derrota política a unos resultados, donde evidentemente, si bien las fuerzas de derecha obtuvieron mayoría, tal orientación numérica no es definitiva sobre la discusión del próximo texto constitucional, que debería dilucidar, además de importantes orientaciones sociológicas, la continuación o no de un senado con ocho años de elección en sus integrantes, y del cómo se definen los representantes en la cúpula del poder judicial, así como aspectos que centren la importancia de la población mapuche en el devenir de las decisiones de Estado.
Chile por su ubicación geográfica, y la importancia que está interrelacionando en determinadas áreas industriales y tecnológicas, se ha convertido en una nación cuyo eje geopolítico no dudamos en considerarla la más estable tanto en lo político como en lo económico del continente -y ellos, lo saben-; verbigracia, la próxima Constitución, estamos seguros de que no atenderá intereses ideológicos, y por ende, será la sociedad de la educación, la cultura, el trabajo, la producción agrícola, industrial, minera, y de sus múltiples grupos humanos los que marcarán la agenda filosófica, jurídica y política del nuevo texto que impulse el devenir del futuro chileno.
En consecuencia, Gabriel Boric como presidente de la República tiene que ser el péndulo político que dinamice la participación de todos los espacios del país, con el propósito que éstos presenten ante los consejeros constitucionales, las líneas generales que en un contexto de sindéresis permitan ampliar y consolidar el desarrollo integral de Chile, fundamentalmente, después que retornó al período democrático, que independientemente de las tareas aún pendientes hacia el bienestar social, éstas sólo pueden ser alcanzadas en un marco de estabilidad jurídica y de poderes autónomos y fortalecidos por sus características democráticas.
La historia de una nación chilena con una herencia de O’Higgins, y revestida en las letras de Andrés Bello, Pablo Neruda e Isabel Allende tienen en su máximo representante de independencia, y en ese oxigonio de escritores, las acciones, letras y poesías que necesita conjugar la praxis constitucional hacia el pueblo chileno desde sus efervescencias políticas, máxime cuando la mayoría de países de América Latina se encuentran en una alteración de sus componentes de vida, al punto que son constantes y numerosas las caravanas de migrantes de otras naciones, y donde Chile, se ha convertido en esta etapa de la historia contemporánea en un territorio receptor de otras poblaciones del continente.
Analizar los resultados de las elecciones de consejeros constitucionales en un estadio numérico no determinante, no solo resulta especulativo, sino que obvia que mientras el dominio de un grupo está en la zona central, y otro apunta hacia el norte, y el sur, eso quiere decir que los intereses socio políticos están diferenciados, precisamente, por las variables constitucionales que deben ser revisadas en procura de equilibrar lo que efectivamente será una de las tareas de toda la sociedad chilena.
Estaremos atentos ante las necesidades que se vayan originando en las demandas constitucionales de la sociedad chilena. La próxima Constitución de Chile será el centro geopolítico de América Latina.
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