Vamos a continuar hablando de la provisionalidad en Venezuela. Y de cómo en esas transiciones inevitables en el país durante dos siglos de vida republicana, hombres de toga y de birrete –de pluma, pues– se han conjurado con hombres de capa y de botas –ya lo saben, de espada– para concebir, darle nacimiento y parir una democracia que al final se lleva por delante la esperanza y la desesperanza de los pueblos. Así ha sido para Venezuela y para algunos pueblos vecinos.
“He aquí, señores, tronchado por el soplo de una ráfaga aleve, el roble poderoso que durante más de treinta años desafió todos los rayos y salió vencedor de todas las tempestades. El hecho horrendo consterna nuestro ánimo y estremece con fragoroso estrépito de catástrofe el alma nacional. Jamás la muerte de un hombre produjo tal sentimiento de consternación en un pueblo ni gravitó con mayor sensación de angustia sobre la conciencia colectiva. Es que todos sabemos que con este muerto glorioso perdemos al mejor guardián de la paz pública y al mejor defensor de la seguridad y el reposo de los hogares dominicanos”. Ese texto elegante e inspirado desde lo más alto del parnaso es la introducción del panegírico pronunciado por el doctor Joaquín Balaguer el 2 de junio de 1961 ante el sarcófago de Rafael Leónidas Trujillo Molina, generalísimo del ejército, dictador en la República Dominicana y jefe absoluto del poder en la isla por intermedio de presidentes títeres como el doctor Balaguer. El 30 de mayo de 1961 un grupo de comandos ametralló con más de 60 impactos de bala el automóvil del tirano en la carretera Santo Domingo a San Cristóbal, de las cuales 7 hicieron diana en su cuerpo causándole la muerte. Ese fue el soplo de la ráfaga aleve que se llevó por delante el roble dominicano uniformado de botas, de capa y de espada al que se refería el doctor Balaguer, un hombre de toga, de birrete y de pluma.
“El acontecimiento ha sido de tal modo abrumador que aún nos resistimos a creerlo. ¡La tierra vacila todavía bajo nuestros pies y parece que el mundo se ha desplomado sobre nuestras cabezas!”. ¡Quién nos hubiera dicho que el hombre extraordinario a quien hace apenas dos días vimos partir sonriente de su despacho del Palacio Nacional iba a volver a él pocas horas después cobardemente inmolado! Pero ahí está la tremenda realidad con toda su elocuencia aterradora”. Ese hombre extraordinario que yacía con todas sus condecoraciones que en algún momento le valieron popularmente el mote de “Chapita”, frente al verbo encendido y apasionado del doctor Balaguer, es el mismo que giró instrucciones para que el 25 de noviembre de 1960 las tres hermanas Mirabal (Las Mariposas en su identificación política), Patria, Minerva y María Teresa, fueran ejecutadas por su oposición al régimen. Ese hombre extraordinario, inmóvil frente a la Parca de su féretro solemne, fue el mismo que ordenó que el 24 de junio de 1960 se le ejecutara un atentado al presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt y por el cual la OEA sanciona al gobierno de la República Dominicana del que el doctor Balaguer era su vicepresidente. Después de ese evento ascendió a la presidencia de la república, pero todos los dominicanos sabían que no tenía prácticamente ningún poder y era considerado como un mero títere del dictador. La presión de los militares trujillistas, la derecha y la izquierda política, los abucheos en las calles por el ciudadano de a pie, le valieron el apodo popular a Balaguer de “muñequito de papel.”
Después de la muerte de Trujillo se desata una feroz represión en la isla encabezada por el general Ramfis Trujillo, quien se convierte en el verdadero hombre fuerte del régimen y sucesor de su padre. Esta ola de violencia se llevó por delante hasta la tumba a muchos opositores, enemigos acérrimos del régimen frente a la pasividad de Balaguer, quien aún era el presidente de la república. Este es el impulso y la adrenalina de la espada contra la paciencia de la pluma.
“Muda está ya la boca de donde salieron tantas órdenes de mando. Inmóviles se hallan sobre el pecho, donde el corazón ha cesado de latir, las manos que sostuvieron la espada que simbolizó durante cuarenta años toda la fuerza física de la nación. Exánime y vilmente atravesado por los proyectiles, yace ahí el pecho heroico donde flameó orgullosamente, como si flotara en su asta, el lienzo tricolor”. Uno lee y relee este párrafo soberbio de la apología de Balaguer a Trujillo y le asalta la pregunta latinoamericana inevitable: ¿Son distintos los dominicanos a los colombianos, a los peruanos, a los bolivianos, a los ecuatorianos, a los chilenos, a los argentinos? ¿En qué se parecen a los venezolanos? Nosotros bailamos sabroso el merengue dominicano, rucaneao y apambichao. Y el ron no ha dejado espacio para que otras bebidas espirituosas ocupen su lugar de privilegio en la recreación nacional criolla. La esencia que se sembró desde que llega Cristóbal Colón a la República Dominicana el 5 de diciembre de 1492 en el primer viaje y se extiende hasta el tercer viaje y su llegada a Venezuela, 6 años después, el 3 de agosto de 1498 permanece inalterable a través del proceso colonizador que influye sobremanera en la personalidad nacional. Ese espíritu caribe y oportunista que hizo a lo largo de muchas generaciones de la sinuosidad en el discurso y del sigilo en la actuación, el alma y la mente latinoamericana y caribeña. El ADN, pues. ¿Dónde está el hilo conductor de dominicanos y venezolanos? ¿Será la carne al bucan? Esa carne ahumada o a la parrilla a la que eran aficionados los indígenas de todo el arco insular que está frente a Venezuela y a la que todavía se le rinde culto todos los fines de semana.
“Trujillo lleva asegurada sobre sus sienes, al bajar al sepulcro, la corona de los inmortales de la patria. Su figura entra desde este instante solemne en la gloriosa familia de nuestras sombras tutelares. El momento es, pues, propicio para que juremos sobre estas reliquias amadas que defenderemos su memoria y que seremos fieles a sus consignas manteniendo la unidad y confundiéndonos con todos los dominicanos en un abrazo de conciliación y de concordia. Querido jefe, hasta luego. Tus hijos espirituales, veteranos de las campañas que libraste durante más de 30 años, miraremos hacia tu sepulcro como hacia un símbolo enhiesto y no omitiremos medios para impedir que se extinga la llama que tú encendiste en los altares de la República y en el alma de todos los dominicanos. Has llegado hasta aquí, traído en hombros de esta multitud sollozante, para reintegrarte a la tierra que te vio nacer y donde podrás dormir en el mismo regazo en que descansan tus antepasados. ”Después que Rafael Leónidas Trujillo fue sepultado, el doctor Joaquín Balaguer se convirtió en un presidente provisional y más tarde fue electo por los votos de los dominicanos perseguidos por el régimen del generalísimo en el que él hacía de fachada, en 6 oportunidades abrumadoras en los resultados. La paciencia del misterio del discurso y el enigma de la actuación, en muchas oportunidades les rinden resultados políticos en el tiempo a los hombres de pluma… y a los de espada.
“No eres ya el adalid beligerante que fuiste hasta ayer. Ahora, transformado por los atributos que confiere el misterio a los elegidos por el sueño del que no se despierta, eres un ejemplo, un penacho, un índice que nos señala el rumbo a seguir desde la infinita lejanía de lo desconocido.Que Dios te reciba en su seno y que tus restos perecederos, al transmutarse más allá de la tumba en vigor espiritual y en materia impalpable, contribuyan a vivificar la tierra que tanto amaste para que la conciencia de la patria se siga nutriendo con la cal y la energía de tus huesos en la infinitud de los tiempos”. ¡Carajo! No me van a decir que en esta empinada inspiración de un espabilado y agudo don Joaquín el arte de lo posible en la política –esa frase que le atribuyen a Aristóteles, a Maquiavelo, a Bismarck y a Churchill– lo imposible también lo puso a punto de caramelo en términos de su futuro político, tanto como el famoso discurso del doctor Caldera el 4 de febrero de 1992. Hay que reconocer que eso del penacho, del índice que señala el rumbo a seguir es toda una cátedra de política en estas aguas caribeñas. En el año 2003, el doctor Joaquín Balaguer fue declarado el padre de la democracia en la República Dominicana.
¿Cómo aparejamos todo esto con la realidad política venezolana? Dispongan ustedes de las cámaras, coloquen a todos los actores de la nomenclatura del régimen y redacten los discursos a conveniencia y en el sarcófago adornado que para la ocasión acomoden, del cadáver del régimen, debidamente engalanado con los ornamentos formales correspondientes y las condecoraciones recibidas; y ya verán a un don Joaquín criollo, con la ceguera de sus años políticos y personales, listo para hacer de lo imposible lo posible, como en la política.
Y ahora no le vamos a preguntar a Juan Germán Roscio, ni a Francisco Isnardi y menos al Marqués del Toro por eso de la provisionalidad en Venezuela cuando se presente.
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