OPINIÓN

La protección de la comunicación privada: muy necesaria en la era digital

por José Ignacio Caballero José Ignacio Caballero

En la era digital, la comunicación privada es más importante que nunca. Con el uso generalizado de dispositivos conectados a Internet, nuestras comunicaciones están constantemente expuestas a la vigilancia. Esto puede tener consecuencias graves para nuestra privacidad, seguridad y libertad de expresión.

La protección de la comunicación privada es un derecho fundamental reconocido por la legislación internacional. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que «toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, y la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, en público o en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia».

En Venezuela, la protección de la comunicación privada está garantizada por la Constitución. El artículo 28 establece que «toda persona tiene derecho al secreto de sus comunicaciones privadas, salvo en los casos previstos en la ley».

Sin embargo, a pesar de la protección legal, la comunicación privada sigue siendo vulnerable a la vigilancia. Las autoridades gubernamentales, las empresas tecnológicas y los ciberdelincuentes pueden acceder a nuestras comunicaciones sin nuestro consentimiento.

Hay varias formas de proteger la comunicación privada. Una de ellas es utilizar sistemas de cifrado. El cifrado es una técnica que hace que las comunicaciones sean ilegibles para cualquier persona que no tenga la clave de descifrado.

Otra forma de proteger la comunicación privada es utilizar servicios de mensajería seguros. Estos servicios utilizan protocolos de cifrado para proteger las comunicaciones de los usuarios.

La protección de la comunicación privada es un asunto importante que debe ser tratado con seriedad. Todos tenemos derecho a mantener nuestra comunicación privada, en privado como tal. Existen tres diferentes tipos de vigilancia o interceptación de la comunicación que a menudo atentan contra nuestra libertad y privacidad: la vigilancia gubernamental, la vigilancia corporativa y la vigilancia de los ciberdelincuentes.

Dictaduras y gobiernos no tan democráticos. El principal enemigo de nuestra privacidad son los entes gubernamentales. Cada vez más son los argumentos de una “seguridad nacional” para tener como objetivo la interceptación de las comunicaciones privadas aun no habiendo orden expresa emanada de un juzgado o tribunal, simplemente por un tema meramente político u oscuras intensiones sociópatas de algunos gobernantes.

De allí que la vigilancia realizada por los organismos de seguridad y defensa del Estado, ya sean policiales y militares, siempre está al acecho de opositores, periodistas, dirigentes políticos, sindicales, estudiantiles, religiosos; activistas independientes, empresarios e incluso hasta de los propios miembros de los poderes públicos, con la finalidad de obtener “inteligencia”.

Corporaciones con interés en hacer espionaje. La ambivalencia en el mundo empresarial, la era de competitividad digital y otros factores enfocados a los riesgos comerciales y financieros, ha llevado a las grandes corporaciones a reunir información útil para la toma de decisiones. Pero esta compilación de datos no es del todo abierta; en oportunidades se recurre a métodos tradicionales de espionaje con la ventaja que ofrecen los modernos medios tecnológicos.

La interceptación de comunicaciones de índole empresarial es un recurso muy valioso para anticipar, por ejemplo, los próximos pasos o proyectos estratégicos del adversario, lo cual conlleva a una vigilancia de los altos ejecutivos de organizaciones y empleados de confianza.

Sin pudor, y dispuestos a matar. Los ciberdelincuentes suelen ser confundidos con mansos expertos en redes y programación. Estos hackers no son tan inofensivos como los personajes de las películas de ficción donde vemos a unos chicos (nerds) haciendo gala de sus dotes informáticos para hacer una mala broma o tratar de sacar algún provecho económico a sus incautas víctimas. Su objetivo: obtener dinero e información de valor.

Lo cierto es que los cibercriminales no trabajan tan solitarios como la mayoría piensa. Existen redes que traspasan fronteras y que operan muy sincronizadamente con otras bandas del crimen organizado. Desde cualquier lugar del mundo con conexión a internet se cierne una inadvertida amenaza esperando atacar cual tiburón blanco a su indefensa presa. Extorsión, secuestro, homicidio y acciones terroristas son algunos de los delitos conexos al cibercrimen.

Acceso a equipos especiales para vigilar las comunicaciones. En un mundo donde la oferta tecnológica cada vez es mayor, tener acceso a dispositivos de forma no autorizada ya no es una ilusión o remota probabilidad. Es real.

“Los buenos somos más” es una frase que nos da esperanza y nos motiva a confiar en personas y organizaciones dispuestas a brindar soluciones de seguridad con la finalidad de proteger activos (tangibles e intangibles) y mantener a la amenaza alejada de la materialización del riesgo.

@menteprotectiva