Como el calificativo prodigiosa es de poco uso o, tal vez, no es del agrado de muchas personas, estas prefieren hacer el rebusque en otros calificativos, por de pronto, adoptemos uno de mayor altura y significación, el de bella o, mejor, el de divina naturaleza. Esa inesperada divinidad nos llegó, sin andar buscándola, pues, según el Génesis –primer libro de la Biblia- Dios todopoderoso y sobrenatural por su santa voluntad comenzó la creación de la naturaleza así: el primer día el cielo y la Tierra, pospuso para el tercero la creación del hombre y lo hizo a su imagen y semejanza dotándolo, además, de ciertos dones sobrenaturales.
Entonces, solo por la gracia, la voluntad y los deseos de Dios contamos con ese misterioso prodigio, que son las indescriptibles bellezas que conforman el mundo natural y, además, con la existencia de nuestros hermanos los seres humanos.
El Diccionario de la Real Academia Española define la naturaleza así: Esencia y propiedad característica de cada ser humano. Y, en el sentido moral la define como la luz que posee el hombre y le hace capaz de discernir el bien del mal. También es entendida como el conjunto, orden y disposiciones de las entidades que componen el universo. Encontramos una sinonimia entre la naturaleza y el universo, significan lo mismo, ambos se definen como el conjunto de todo lo creado
Indiscutiblemente, nosotros formamos parte de ese indescriptible mundo natural que es la bella naturaleza, la cual constituye una formidable riqueza tendida allí a nuestra admiración y servicio. Sí, es una inmensidad ocupada por seres vivos racionales e irracionales y también por objetos inertes. Ella espontáneamente produce alimentos, empezando por el agua que es esencial para la vida animal, así como la tierra para la labor agropecuaria y la gran riqueza mineral y los hidrocarburos.