“La procesión va por dentro”, reza un viejo adagio de mis páramos tachirenses. Y una verdadera procesión, con una pesada cruz a cuestas, lleva en este momento el Sr. Nicolás Maduro. Luego de pasar 25 años en el poder, de estar 11 años en la presidencia luce agotado, solitario, iracundo, agresivo, cercado y traicionado por sus propios colaboradores.
La degollina a la que estamos asistiendo en estos tiempos es patética. Muestra inocultable de lo disolvente y perverso que es el poder absoluto. Ya lo hemos aprendido. “El poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente”. Maduro heredó de Chávez el poder absoluto. El control de todos los poderes, pero sobre todo heredó el gen del militarismo, la arbitrariedad y la corrupción. Hoy está padeciendo el desmoronamiento de ese poder corrompido, ineficiente y disolvente.
El caso Pdvsa-Cripto es solo uno, de los miles de robos ejecutados en estos años de la revolución bolivariana. El país se enteró no porque de súbito la ética haya llegado a la cúpula roja. No. Se enteró porque a partir de aquel monumental desfalco a las fianzas del estado se montó una conspiración para salir del “presiente obrero” dentro su primer anillo de confianza. No en vano hemos aprendido del viejo refrán, según el cual, “la avaricia rompe el saco”. El Aissami ya no se satisfacía con tener en sus haberes más de 30.000 millones de dólares robados a la República, quería hacer realidad la conseja de un círculo de sus adulantes incondicionales que a diario le susurraban al oído lo bien que le quedaría la banda tricolor, terciada entre pecho y espalda.
Al conocer Maduro la traición en ciernes, decidió cortar por lo sano y mandarlo a los infiernos. No es que ahora la revolución luche contra la corrupción. El Aissami, y unos miles más, llevan 24 años robando y nunca les había molestado. Los signos del saqueo se apreciaban a simple vista, tanto en los agentes principales como en todos sus entornos. Esas evidencias no disparaban las alarmas, ni mucho menos la actuación de los poderes competentes. La traición al caudillo sí.
El descubrimiento y la información verdadera de la trama aún está en desarrollo. Apenas estamos viendo los primeros capítulos de la novela, y ya van tres militares vinculados a la sub camarilla, “suicidados” en las mazmorras de la dictadura.
Esta trama ha disparado la desconfianza entre los jefes de la camarilla roja. Ahí todos desconfían de todos. Allí todos se culpan del avance de la sociedad democrática en la búsqueda de su liberación. La creatividad se agotó hasta para fabricar las supuestas tramas de conspiración, que de forma recurrente presentan al país, para justificar la ola represiva con la que intentan parar el río crecido que viene bajando hacia las urnas de votación.
La estrategia de la campaña de Nicolás no puede ser más torpe. Cada vez que se monta en el capot de su camioneta blindada se ve más solo. Ya no alcanzan ni los empleados públicos, ni los funcionarios de seguridad para tapar el vacío que nuestra gente le está haciendo. Las bases ciudadanas, ayer comprometidas con la revolución, no quieren acompañar más al “presidente obrero” que pulverizó el salario y los tiene sometidos al hambre y la enfermedad.
A menos de 90 días del 28 de julio, las salas situacionales de Miraflores y del Sebin no terminan de superar el impacto que les produce, ver a Maduro con 200 funcionarios aparentando ser espontáneos que lo reciben, mientras a María Corina Machado, la líder de la sociedad democrática, la aclaman multitudes en los pueblos y ciudades que visita. Coro y Maracaibo terminan de enviar un mensaje multitudinario y contundente a la cúpula roja: preparen las maletas y retírense en paz para que podamos reconstruir nuestra amada Venezuela. En efecto la emoción desbordada en las masas evidencia, por una parte, el hastío de Maduro y su entorno, y por otra parte una determinación de cambio fundado en una esperanza generada por el liderazgo auténtico de María Corina que nos convoca a concretar la liberación de Venezuela votando por la candidatura de Edmundo González Urrutia. Así lo veo y siento en cada rincón de nuestro país.
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