El pueblo venezolano se alzó de nuevo para exigir servicios públicos, con fuerza y valentía. Se cansó de los atropellos de un régimen que además de ilegítimo es cruel y sádico. Tomaron las calles y expresaron libremente su repudio a la usurpación.
En casi todo el país, sin un ápice de miedo, los ciudadanos salieron de sus casas y actuaron como les dictaba su indignación, consciencia y rabia ante tanta negligencia, maltrato y burla por parte de unas autoridades que solo sirven para reprimir y no para solucionar.
Al ver esta ola de protestas espontáneas es imposible no recordar la llamada Primavera Árabe, tal como se conoce la serie de revueltas populares que iniciaron en 2011 en diversos países del Magreb y que se extendieron a todo el mundo árabe, terminando con varios gobiernos y con la intervención de las fuerzas armadas de Estados Unidos y sus aliados.
Aqui, la indignación ciudadana se expresó como se expresa la tormenta, como un río crecido que no lo detiene nada cuando reclama su espacio natural. Así ocurre hoy con los venezolanos.
Nuestra sociedad, por una reacción natural, está reclamando lo que es suyo por derecho y que la usurpación le ha negado por tanto tiempo.
Los anzoatiguenses, los yaracuyanos, los margariteños, así como muchísimos venezolanos en todas partes del país piden a gritos por una mejor calidad de vida; exigen -lo que sería natural en todas partes del mundo- que el agua llegue por las tuberías, que las familias tenga acceso al gas doméstico y los conductores a la gasolina, que no se vaya la luz todos los días y que el derecho a la vida no sea un lujo como hasta ahora.
Boca de Uchire en Anzoátegui o Urachiche en Yaracuy, tal vez fueron la primera chispa. Esos poblados pueden significar el fogonazo inicial y un ejemplo de lo que pudiera pasar en toda Venezuela, ya que los venezolanos están llegando al llegadero, ya no aguantan más y se hartaron de esperar con los brazos cruzados.
En este preciso momento, en el alma del cuerpo nacional, existe un deseo inquebrantable de luchar y protestar.
En cada barrio, urbanización y caserío de la nación se respira un ambiente de combatividad y de aspiración a la libertad, esta es la primavera venezolana que se abre paso en medio de las cenizas del socialismo.
Pareciera inevitable, por más cálculos políticos que hagan en Miraflores, por más compra de consciencias internacionales y por más represión que desaten por doquier, la sociedad venezolana no se rendirá, no claudicará y hará que florezca una nueva realidad.
Sin embargo, la clase dirigencial del país no puede quedarse como «mirones de palo», no puede dejar solos a los venezolanos.
La dirigencia debe actuar y hacerlo ya; se debe apretar el paso para alcanzar la activación del R2P, el articulo 8 del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), el 187 numeral 11 constitucional y sobre todo la materialización de la Operación de Estabilización y Paz (OPE), propuesta por María Corina Machado, Vente Venezuela, la Fracción Parlamentaria 16 de Julio y sus aliados.
La calle se despierta, por ende los políticos deben despertar. Avanzar, dejar atrás la timidez y el nerviosismo. La libertad es una meta que se alcanza con la intrepidez y la constancia, nunca con miedos o recelos típicos de los pusilánimes.
El ejemplo de Anzoátegui y Yaracuy está delante de nosotros, es hora de que lo sigamos y liberemos al país de esta tragedia que ha durado más de 20 años, tiñendo a Venezuela de oscuridad, llanto y sangre.