Parece que fue ya en un distante 2017 cuando la falsa oposición engolosinada con el control de su Asamblea Nacional convocó a una Consulta Nacional tipo referéndum para hacer unas elecciones libres en Venezuela y conformar un gobierno de unidad. En esa oportunidad, como en todas las demás, la falsa oposición argumentaba que la comunidad internacional necesitaba ver la activación de mecanismos legales y constitucionales para intervenir en la crisis institucional en Venezuela. También se alegaba que era imprescindible una demostración inequívoca de mandato popular para llenar el vacío legal que significaba la presidencia inconstitucional de Nicolás Maduro.
Pero el pecado original de esa propuesta seguía allí intacto. Esa Consulta Nacional del 2017, como todas las elecciones y cualquier salida institucional tendría que hacerse con arreglo a lo establecido en la Constitución de 1999 y pasar por los órganos del Estado chavista. Así la constitucionalidad y legalidad invocada por la falsa oposición en su consulta del 2017 sería decidida por el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral además de reforzada por las Fuerzas Armadas. Todos órganos del Estado chavista.
Efectivamente el Estado chavista desconoció la consulta y procedió a designar una Asamblea Nacional Constituyente cuyo papel sería sustituir en sus funciones a la Asamblea Nacional del 2015. Todo con arreglo a la legalidad del régimen chavista.
En algún momento la dirección política de la falsa oposición tendría que admitir que el efecto de la Consulta Nacional sería más simbólico que otra cosa, pero que se convertiría en el eje para organizar la oposición y movilizar a la gente. Con el tiempo el efecto mediático de la llamada Consulta Nacional se diluiría y como en todas las estrategias fallidas de la falsa oposición más nunca se volvería a hablar del asunto. De muy poco o nada sirvió movilizar a más de 7 millones de venezolanos a los efectos de sacar al chavismo del poder.
Del episodio de la Consulta Nacional la falsa oposición pivotaría hacia la estafa del gobierno Interino de Guaidó, y de allí al engaño continuado de las negociaciones en México como antesala de su participación en el fraude electoral del 2024, sin condiciones ni garantías.
La dirección política de la falsa oposición (MUD, FA, PU, etc) ejercita un patrón de conducta altamente predecible. Siempre improvisa jugadas políticas espontáneas y las presenta como esfuerzos épicos y definitivos para enfrentar al gobierno. Luego del fracaso no hay debate ni rendición de cuentas. Lo que viene es pasar la página con el mayor desenfado y sacar del sombrero del mago el truco que sigue para continuar en lo mismo. Esto es para seguir desempeñando el papel de ser una oposición aceptada y regulada por el chavismo.
Desde el momento en que la falsa oposición venezolana decide aceptar las reglas de juego del Estado chavista el resultado siempre seguirá siendo el mismo. Iniciativas preñadas de voluntarismo que se estrellan contra la pared de la legalidad chavista. Por eso la Asamblea Nacional de 2015, la Consulta Nacional del 2017, y el gobierno interino eran jugadas condenadas al fracaso, porque todas comienzan y terminan dentro del estricto marco de la legalidad chavista. Y así será en cualquier tipo de elección, mientras el régimen político sea el mismo.
Pero aunque la falsa oposición siga dando bandazos de un fracaso a otro siempre tratará de usar los resultados electorales como un aval para actuar en nombre y representación de los venezolanos. Así aunque la Consulta Nacional del 2107 haya sido un fraude inútil para sacar al chavismo del poder el número de votantes fue usado como una expresión de apoyo a la dirección política de la falsa oposición. En otras palabras, la falsa oposición tiene que demostrarle a sus propias clientelas y al régimen chavista que aún tiene influencia y capacidad de mover gente para seguir actuando como tal oposición.
Los ecos de la Consulta Nacional de 2017 se pueden escuchar en la elección primaria de la falsa oposición. Al final, es irrelevante a quién escojan como candidato para presentárselo a Nicolás Maduro en 2024. Lo que en realidad está en juego es la fotografía final donde la falsa oposición mostrará unos números de electores, que no podrán ser verificados, como respaldo a su tesis electoral, negociadora y colaboracionista. Que si la ganadora es María Corina Machado y por su inhabilitación no podrá ser inscrita, que si Manuel Rosales es el candidato por consenso, todas estas son distracciones del verdadero truco que consistiría en asegurar que votaron tantos venezolanos y eso habría que interpretarlo como un voto de confianza para que la falsa oposición siga enganchada negociando con el régimen chavista.
La elección primaria de la falsa oposición será tan inútil como en su momento lo fue el referéndum de 2017. La diferencia es que hoy hay muchos más venezolanos conscientes de que cualquier iniciativa dentro de la legalidad del Estado chavista está condenada al fracaso.
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