Cuando el socialismo del siglo XXI o castrochavismo toma el poder, busca imponer su sistema dictatorial como lo hizo en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y en el Ecuador de Correa, pero cuando topa con la institucionalidad democrática que impide cambios al sistema, debe entregar el gobierno y el afán dictatorial es derrotado como en Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. La diferencia entre la continuidad de la democracia o su suplantación por la dictadura, además del respeto a los elementos de la democracia está en la “prensa libre” que es esencial para evitar y para terminar con las dictaduras de crimen organizado.
Desde la asociación entre Hugo Chávez y Fidel Castro del año 1999, todas las democracias de Latinoamérica son presionadas por la campaña de destrucción del sistema democrático que comienza con la exacerbación y falsificación de narrativas falsas respecto a reclamos sociales, la multiplicación de los ejes de confrontación con cuestiones como el indigenismo, el regionalismo y el racismo y la destrucción sistemática de liderazgos y partidos políticos. Luego con golpes de Estado o elecciones el castrochavismo toma el poder e intenta la suplantación de la democracia con referendos y las constituyentes.
Esa metodología resultó incontenible por la combinación del ilimitado dinero aportado por Chávez, el sistema criminal de Castro y el abandono de la región como resultado de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos y su guerra contra el terrorismo. Así convirtieron a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua en países con “reelecciones consecutivas e indefinidas”, con el “fraude electoral institucionalizado”, con concentración de todos los poderes en el presidente devenido en dictador, con perseguidos y presos políticos, masivos exilios y con todos los elementos -incluidos el de narcoestado- de la dictadura de Cuba.
El mismo plan logró la toma del poder en Argentina con Kirchner, Brasil con Lula/Rousseff, Uruguay con Mujica, Paraguay con Lugo, Chile con Bachelet, Perú con Toledo y Humala, pero fueron solo gobiernos que buenos o malos y la mayoría con problemas de altísima corrupción, terminaron respetando la alternabilidad democrática y no suplantaron sus constituciones. Ahora vivimos un nuevo intento de este tipo en Chile con su constituyente y Boric, en Perú con Castillo y su propuesta constituyente plurinacional y en Colombia con Petro de diagnóstico reservado.
Sin duda la diferencia entre los países convertidos en dictaduras castrochavistas y narcoestados y los que siguen siendo democracias está en la consistencia de las instituciones y los actores democráticos de los que lograron impedir la instalación del modelo del socialismo del siglo XXI, pero destaca con claridad el papel de la “prensa libre” como diferencia fundamental.
La prensa libre resultado de la libertad de prensa, entendida como la realización del derecho humano de libertad de expresión consagrado por el articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es la aplicación práctica, diaria y de alto riesgo del “principio de que la comunicación y la expresión a través de diversos medios, incluidos los medios impresos y electrónicos, especialmente los materiales publicados, son un derecho que se ejerza libremente. Tal libertad implica la ausencia de interferencia del Estado que implica la prohibición de la censura previa”.
Donde se pudieron mantener medios privados no controlados por el gobierno se pudo sostener la democracia, pero donde gobernantes como Chávez/Maduro en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y Ortega en Nicaragua, confiscaron, expropiaron, forzaron ventas y de diversas formas asaltaron los medios de comunicación como Globovisión, El Nacional, Gamma Visión, TC Televisión, La Razón, 100% Noticias, El Confidencial y decenas más, controlaron los medios para imponer “narrativas falsas”, controlar la opinión pública y ejercer “asesinato de la reputación” de opositores y líderes sociales y democráticos.
El ataque y agresiones contra el personal de la prensa, contra los periodistas no fue ni es menor. Centenas de periodistas amenazados forzados al exilio, presos políticos, torturados, asesinados y despojados de la posibilidad de ejercer su profesión son resultado del establecimiento y sostenimiento de las dictaduras del castrochavismo y de sus narcoestados. Esta característica, además de estar ampliamente probada en las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua y en los más de 10 años de Correa en Ecuador, es parte de la ignominia que acompaña a los gobiernos paradictatoriales de López Obrador en México y de Fernández/Kirchner en Argentina.
El rol actual de la prensa libre en las Américas para denunciar y poner en evidencia el ejercicio de terrorismo de Estado, los crímenes de lesa humanidad, los narcoestados, las torturas, los presos políticos y más en las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, están probando la crisis terminal de esos regímenes criminales y terminarán con ellos.
Artículo publicado en Infobae.com