El miércoles 6 de enero fue ratificado Joe Biden como presidente de Estados Unidos por el Congreso norteamericano. Analizar su visión ideológica, fuera de la polémica electoral, es de gran importancia. Él es un político de larga trayectoria que proviene de las propias entrañas del Partido Demócrata. Conocer la ideología de ese partido, la acción de gobierno de los más importantes presidentes de Estados Unidos que respaldaron la visión de esa organización política con respecto a la sociedad y el Estado, así como su propuesta electoral, puede ayudarnos a clarificar, con alguna certeza, la orientación que tendrá su próximo gobierno. El Partido Demócrata promueve la economía de mercado y reconoce que el capitalismo es el único sistema económico que permite generar crecimiento y prosperidad. Propugna que el Estado debe intervenir para disminuir los desequilibrios sociales, distribuir mejor la renta y garantizar la igualdad de oportunidades. Promueve el Estado de Bienestar y el gasto público orientado a la política social, priorizando la gratuidad de la salud y la defensa de las libertades de opinión, religión y prensa.
La absoluta libertad de pensamiento que prevalece en los partidos estadounidenses incide en el surgimiento de distintas tendencias ideológicas. En el Partido Demócrata han coexistido, históricamente, tres sectores: los demócratas conservadores, ubicados en la centro-derecha; los demócratas liberales, orientados hacia la centro-izquierda y los moderados que buscan equilibrar esos dos extremos. En los últimos años, los analistas políticos han establecido una nueva clasificación: los nuevos demócratas, ubicados hacia la centro-derecha, quienes reconocen las deficiencias del Estado de Bienestar y proponen su racionalización y en algunos casos la reducción del gasto público debido a que muchos de sus beneficiarios han perdido el incentivo al trabajo y prefieren vivir del Estado. Los demócratas progresistas, orientados hacia la centro-izquierda, quienes se oponen a las políticas neoliberales, critican la excesiva influencia de las corporaciones y presionan para incrementar el gasto social y los impuestos. Dos grupos de menor importancia, los demócratas liberales, cercanos a los demócratas progresistas, defienden el incremento del gasto público y de los impuestos; y por último, los demócratas laborales cuyo objetivo es mejorar la situación social de los trabajadores.
Joe Biden, un político moderado, se vio obligado en su esfuerzo por ganar la elección a plegarse hacia los grupos más a la izquierda del Partido Demócrata. Eso, a mi entender, se explica en la escogencia de su compañera de fórmula electoral y en el contenido de su programa de gobierno: en la lucha contra el coronavirus, el Estado participará de una manera fundamental estableciendo test gratuitos para su detección y control; en salud, se expandirá el Obamacare para darle seguridad social a 97% de la población; en lo económico, incrementará el gasto público, establecerá un salario mínimo de 15 dólares por hora, abonará a cada ciudadano 200 dólares mensuales a la Seguridad Social, descontará 10.000 dólares de la cantidad a reintegrar por los estudiantes en los préstamos del gobierno federal para su educación, invertirá 2 billones de dólares en energía limpia, incrementará los impuestos a las grandes corporaciones al 28%, destinará 400.000 millones de dólares para adquirir productos nacionales; en la defensa del ambiente, retornará al Acuerdo Global de París sobre el clima; la cuestión racial la enfrentará con una importante reforma al sistema penal y respaldo a las minorías; en inmigración, buscará revertir las injustas y arbitrarias políticas de Donad Trump.
Creo que la personalidad de Joe Biden, su avanzada edad y la compleja situación política interna, producto de las acciones y medidas aplicadas por Donald Trump, alejarán a su gobierno de cualquier radicalismo, sea de izquierda o de derecha. La necesidad de alcanzar importantes acuerdos parlamentarios con el Partido Republicano y con los distintos grupos ideológicos en el Partido Demócrata obligará a su gobierno a una permanente negociación en el Congreso Nacional. Sin embargo, esta debilidad parlamentaria se ha atenuado al obtener el Partido Demócrata los dos senadores en las elecciones de Georgia. De todas maneras, una mayoría tan pequeña obligará al gobierno de Biden a iniciar conversaciones con el Partido Republicano para poder avanzar en medidas que permitan superar la grave crisis económica interna surgida como consecuencia al coronavirus y establecer una amplia y dinámica política exterior que le permita recuperar la supremacía mundial de Estados Unidos. No creo que trate de superar su minoría en la Corte Suprema mediante el incremento de sus miembros. Conduciría a un enfrentamiento innecesario. Pienso que, allí también, tomará el camino de la negociación.
Intuyo que la política exterior del gobierno de Joe Biden tendrá una orientación globalista destinada a rectificar algunas de las acciones exageradamente nacionalistas del presidente Trump. Esa política exterior se propondría, entre otros aspectos: fortalecer las relaciones con la Unión Europea y apoyar a la OTAN; iniciar negociaciones con Irán, China, Francia, Italia y Alemania para el reintegro de Estados Unidos al acuerdo nuclear con Irán; solicitar el reingreso de Estados Unidos al acuerdo climático de París, a la Organización Mundial de la Salud y a la Unesco; reabrir conversaciones con China para superar las tensiones existentes y reactivar un intercambio comercial más equitativo. Espero, con prudente optimismo, que Joe Biden valore de manera trascendente sus relaciones con América Latina. Buenos ejemplos serán las gestiones de Franklin D. Roosevelt y John F. Kenneddy. Sus políticas siempre tuvieron presente la importancia de esas relaciones y supieron impulsarlas con ecuanimidad y justicia. En el caso de Venezuela y Cuba, creo que se iniciarán negociaciones centradas en una disminución y posible suspensión de las sanciones impuestas por Estados Unidos a esos dos países a cambio de una apertura democrática. Ojalá Nicolás Maduro reflexione y comprenda que cualquier negociación con Estados Unidos no podría solo basarse, como siempre ha ocurrido, en ganar tiempo para mantenerse indefinidamente en el poder sin medir las graves consecuencias que tendría para nuestro pueblo esa desmedida ambición. Es importante que Joe Biden entienda que cualquier negociación debe ser firme y prudente.