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La posibilidad de ser

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La Unesco se define como una institución que hace uso de la educación, la ciencia, la cultura, la comunicación y la información para fomentar el entendimiento mutuo y el respeto por nuestro planeta: “Trabajamos para fortalecer la solidaridad intelectual y moral de la humanidad. Reunimos a las personas en torno a la convicción de nuestra humanidad”. Esta institución propone que la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento y de actitud ante la vida: el primer pilar es aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; el segundo es aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno; el tercero, aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas y por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. 

Si nos acercamos al concepto del filósofo alemán Martin Heidegger en su búsqueda filosófica, tras sus explicaciones del ser humano encontramos una respuesta casi insuperable “el ser concebido como una posibilidad”,  veríamos entonces que el pilar “Ser” se convierte en la base fundante del resto de los 3   pilares. “El ser humano habita el ser. Nuestra vida no es un mero estar entre cosas, como podría ser la vida un robot, sino vivir en un plexo de significados , metas, proyecciones. El ser humano no es un objeto más; es existencia, posibilidad”.

La posibilidad de ser es el sentido de la vida humana, responde a la pregunta abierta para qué conocer, qué hacer, cómo convivir”. Según Martin Heidegger, el ser humano es un ser que se proyecta hacia el futuro, que elige posibilidades y se encuentra en un horizonte de posibilidades de ser. El filósofo alemán conceptualiza al ser humano como un Dasein, término que significa «ser-ahí», «aquí», o «allí». Para Heidegger, el Dasein es el único ente que tiene acceso al ser y que ve su vida afectada por él”.

Cruzando ese umbral descubrimos una confrontación preexistente entre dos universos, el materializado por una versión altruista, lo cual significa actuar en el mejor interés de los demás y no concentrado en el interés de uno mismo: altruismo definido como desinterés, desprendimiento, filantropía, generosidad, beneficencia, benevolencia, caridad, abnegación, acogimiento, celo, civismo, hospitalidad, humanidad, liberalidad, limosna, piedad, quijotada, hidalguía, quijotismo, sacrificio. Y su contrario : el egoísmo inmoderado, excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás, egocentrismo, egolatría, narcisismo. Egotismo

El pilar “Hacer” nos lleva a la valoración de la adquisición de competencias como la capacidad de contribuir, una proposición que va más allá de la calificación o dominio de un conocimiento particular se trata de avanzar de la noción de calificación lo cual supone la noción de lograr destrezas para convertirse en una versión magistral del aprender a hacer como clave para el desarrollo de competencias. Se parte de la noción simple de calificación a la de competencias. Esto supone la reconceptualización del trabajo como creador de riquezas, atender las complejidades del trabajo asalariado y las peculiaridades del trabajo en economías no estructuradas. La Unesco los define de la siguiente manera: «Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional sino, más generalmente, una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar con otros. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes, bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia».

El ser humano puede ser altruista por su carácter de formador del mundo, no es un árbol,  una piedra o un animal, el ser humano crea mundo y allí radica la esencialidad y posibilidad de su altruismo.

La pregunta que corresponde sería qué debe enseñar al ente formador del mundo para que pueda construir la mejor realidad posible. El debate brota porque básicamente el ser humano tendría la posibilidad de ser o no ser altruista, es decir de concentrarse en sí mismo y borrar o desvanecer cualquier otra evidencia que trascienda su interés en el otro”. La existencia humana es un continuo proyectarse hacia el futuro desde un pasado, un continuo hacer planes e intentar cumplirlos”.

En esta visión “la escuela” se transforma en una oportunidad, más que una tarea cerrada de transmitir información y formación se trata del “otro” espacio al lado del hogar o familia donde el ser humano puede descubrir y aprender la relevancia del altruismo, una consideración que lo integra esencialmente a la humanidad y al valor de “ser humano”.

El espacio familiar concebido como institución natural, derivada de relaciones de sangre es el primer ámbito de formación, antes y con la escuela. Se trata entonces de lograr una fluidez y complementación entre los distintos ámbitos, entre el espacio natural predeterminado y la escuela cargada de significaciones y valores que definan la posibilidad de ser.

En esta perspectiva hoy reconocemos la importancia de integrar en la escuela además de la expansión de sus capacidades cognoscitivas, adquirir códigos, acceso a la posibilidad de interpretar hechos naturales y de avance o descubrimiento basados en el desarrollo científico y tecnológico, en este campo se trata de entrar con una visión distinta, un cambio cultural que provoque el interés de las nuevas generaciones en participar en todos los aportes que genera  la tecnología, ver cómo la inteligencia artificial puede ser entendida no como un sustituto del desarrollo de las potencialidades humanas para crear, abrir fronteras, sino como instrumento, soporte para avanzar en la creación de soluciones de la manera más rápida y eficiente. Se trata de promover una visión cultural incluyente del conocimiento científico y del avance tecnológico, lo cual conduciría a diseñar un modelo pedagógico integrado con perspectivas holísticas y adaptativas, asegurando igualdad de oportunidades para aprender, incentivar  el entusiasmo e interés en la ciencia, tecnología y la cultura.

Más que triunfos en olimpiadas matemáticas, se trataría de encontrar los alicientes que incentiven el amor por el conocimiento, entrar en un mundo donde la ciencia es aliada, amiga y no sustituta de la creatividad humana.

En esta ruta surge la posibilidad de una escuela que aborde un campo no explorado por los programas escolares convencionales, la evaluación socioemocional de docentes y alumnos con su cargamento de valores que definen lo que es cada ser humano, su nivel de responsabilidad, violencia, tolerancia, empatía, confianza, honestidad, resiliencia, un camino que genere o estimule habilidades de autorregulación emocional y fortalecimiento en valores fundamentales del ser humano. Factores que inciden en la tendencia de un ser humano hacia el altruismo y la libertad de conciencia.

Una ruta que podríamos calificar como de integralidad entre el conocer el universo en todas sus acepciones y aquilatar las posibilidades humanas de construir un mundo con base en posiciones altruistas. Este es el gran desafío al cual puede responder una educación creadora de un ser humano consciente de sus posibilidades de “ser” de forma altruista.

Esta próxima década que comienza en el año 2025 puede ser la gran oportunidad para que en nuestro país la educación contribuya a la creación de seres humanos altruistas, responsables, con posición ética ante los otros y ante la vida. Es una gran oportunidad, una puerta abierta por la libertad. 

Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”, Victor Frankl.

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