Los períodos de dictaduras militares en América Latina finalizaron hace mucho más de medio siglo y, como consecuencia, la democracia representativa reapareció mediante fórmulas diversas; en ese entonces los partidos políticos y su militancia estaban claramente definidos en movimientos de cambio sustentados en esquemas ideológicos tales como la: social-demócrata, social-cristiana, comunista, socialista y otros menos importantes ubicados en la extrema derecha.

Como apoyo al sistema democrático los procesos electorales para elegir a sus dirigentes, comenzaron a perfeccionarse con cierta transparencia y el poder democrático surgido de los procesos fueron populares, masivos y lícitos. La resultante fue una gobernanza con sus aciertos y, errores, funcionando relativamente bien y, por lo general, dentro de una economía liberal sujetos a esquemas de libertad de expresión e individual con efectos saludables en la población lo cual permitió lograr su desarrollo y el ascenso social de la población a través de su incorporación a una mejor y masiva educación, acceso a la vivienda, calidad de vida creciente y, muy importante, el fortalecimiento de la clase media y de la vida intelectual en plena libertad.

Obviamente hubo procesos de corrupción muy a pesar del poder contralor, la balanza de poder y la instrumentación de los mecanismos de salvaguarda los cuales limitaban el abuso o las pretensiones de funcionarios y colaboradores. También producto de otros factores, muy especialmente la intromisión e influencia de otros intereses perturbaron de alguna manera el desarrollo de la democracia plena y en tal sentido surgieron movimientos de protesta y de oposición  las cuales fueron estimulados y guiados en mayor o menor grado por los intelectuales que hacían vida académica en las universidades, fuentes permanentes de controversia plural, pero decisiva a la hora de aliarse a las amenazas de golpes de estado de segmentos militares y de la subversión extrema.

En algunos casos, este activismo político introdujo cambios estratégicos en la visión del manejo del Estado, y nadie duda de las importantes desviaciones del origen político que permitieron desplazar o defenestrar a lideres o gobernantes, o al menos lo intentaron. Las contradicciones y esquemas disruptivos determinaron la aparición de la polarización en diversos grados y en buena medida, la radicalización deslizándose hacia los movimientos de izquierda los cuales indujeron la lucha callejera, la búsqueda del poder con métodos desestabilizadores incluyendo los brazos armados y la guerrilla, los cuales fueron combatidos en defensa de la estabilidad gubernamental sin dejar de lado los excesos que signaron la represión y control de las libertades públicas.

El deterioro democrático en nuestro país tiene orígenes muy diversos, pero en general todo se profundiza con la estrategia de cambiar la fórmula de la lucha armada pregonada por las directrices de los partidos comunistas o socialistas, y del poder global por una pragmática fórmula más conveniente a sus intereses, sustentada en la manipulación de los sistemas electorales los cuales fueron inteligentemente diseñados. Su ejecución les ha dado pingues beneficios a todos los niveles, globales y locales, inclusive como elemento de exportación hacia otros países latinoamericanos liderados por las estrategias cubanas y luego por las diseñadas por  activistas agrupados en organizaciones continentales, y que  ha provocado  que uno a uno vayan engrosando los países controlados por lo poderes “electos” de la revolución socialista y de las mafias delincuenciales”, la cual soporta su funcionamiento de alguna forma articulada con el capitalismo salvaje de los nuevos dueños del mundo en una era tecnológica que dejaron fuera del mercado a las trasnacionales, por cierto, cuya influencia merma cada día y, está siendo sustituida por un movimiento denominado falsamente progresista en manos de los multimillonarios y operadores de la gran masa financiera que se genera en una época de trasformaciones tecnológicas sin precedentes.

El ciclo electoral latinoamericano mencionado ha permitido que la totalidad de los países renueven sus gobiernos, presidentes, congresos y dirigentes locales por votación directa representativa y, muchos de ellos ejercen sus funciones montados en esa nueva estrategia de manipulación electoral lo cual da origen por lo general  a gobiernos populistas, que luego derivan hacia la autocracia sustentada en el poder militar; su meta, mantenerse eternamente en el poder apoyado en cambios constitucionales, usando la fórmula de reconstrucción de la misma y la complementaria de estimular la  fórmula de la acción Constituyente basada en la orientación conceptual que apunta al centralismo, la eliminación de la separación de los poderes, al partido único, eliminación  de la  clase media, en acciones para limitar la educación, e imponer la concepción de la denominada igualdad social acompañada por la creación de un hombre nuevo, ideologizado, soportado por una estrategia de regalos, propaganda, militancia obligada y falsificación de la información con sus efectos directos de modificar hasta la historia nacional e inducir la transculturización de su población hacia la ideologización extrema.

Dentro de este contexto se ubica el deterioro institucional producto de las estrategias seguidas, provocando el significativo impacto en la democracia, la cual está en un proceso de erosión creciente que es administrada gradualmente a conciencia, favorecida por el comportamiento social inducido y el reciente y aleatorio producto de la pandemia que aún tiene sus efectos. Esta contribuyó a catalizar el deterioro político-institucional que sirve de pretexto para fortalecer el arma más formidable exhibido por los regímenes de fuerza y que es la de gobernar por decreto y emergencia nacional, acciones que favorecen la concentración del poder ilegítimo y la supresión de los derechos humanos sin ningún tipo de rubor.

La democracia como consecuencia parcial de los elementos esgrimidos enfrenta una ola de autoritarismo regional y local; desaparece paulatinamente en las manos de gobernantes cuyo origen democrático es cuestionable y es sustentado en el poder fortalecido por el despliegue del populismo sin límite basado además en la explotación de los recursos del país que se manejan como banco particular.

Existe un efecto directo generado por el escenario descrito, uno de los de mayor percepción es la desconfianza generalizada en los partidos políticos y su vinculación con el régimen con efectos de diapasón en la corrupción y beneficios de sus dirigentes. Ello ha determinado esa pérdida de confianza y por supuesto de la militancia partidista la cual muy claramente critica la ausencia de democracia interna, la permanencia eterna en los cargos de la dirigencia incluso en sectores gremiales y sindicales lo cual potencia esa desconfianza que se extiende a los sistemas electorales y a los dirigentes los cuales se perciben como apéndices y colaboradores del régimen.

La democracia tal como es concebida en la Teoría Democrática y de acuerdo con indicadores de los organismos internacionales, ya perciben con mucho escepticismo el hecho de vivir en democracia y estoicamente dejan de lado que quien gobierna lo haga por su propio beneficio sin hacer nada apreciable en búsqueda de controles y de sugerir los cambios del modelo político. El efecto directo lo podemos ver en el alineamiento de los partidos políticos con los regímenes autoritarios, en la corrupción, el colaboracionismo y su vinculación directa o indirecta con el poder político. Habrá que agregar otros factores tales como: la influencia del narcotráfico, la estructura militar formal e informal representada por la milicia y los grupos guerrilleros importados, el deterioro de las libertades públicas, especialmente el derecho a la información real y verdadera ausencia de justicia y de la inseguridad ciudadana. Las consecuencias derivadas de este enfoque deben continuarse formulando tal y como se intentará en entregas adicionales de estos puntos de vista.

 

 


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