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La política migratoria de Trump que Biden se niega a eliminar

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A primera vista lo que está ocurriendo al sur de Estados Unidos no tiene precedentes. Entre octubre de 2020 y septiembre de este año, las autoridades capturaron a más de 1,7 millones de personas cruzando ilegalmente la frontera con México. Desde que se comenzó a llevar registro, no se habían interceptado a tantos migrantes.

La cifra récord tiene varias causas, incluida la pandemia y sus consecuencias en América Latina. Pero la política migratoria estadounidense —aunque no es una causa principal— también ha jugado un rol. En particular, una regla sanitaria invocada por el expresidente Donald Trump al inicio de la pandemia ha tenido un efecto contrario al deseado. En vez de desalentar los cruces ilegales, los ha incentivado.

Pero antes de explicar el porqué deben hacerse algunas precisiones sobre las cifras.

Hoy día, por los avances tecnológicos y el mayor número de agentes de seguridad fronteriza, Estados Unidos captura a más migrantes en la frontera que hace dos décadas. En 2021 se superó el récord previo de arrestos de 2000, pero eso no quiere decir que la cantidad de personas que cruzaron ilegalmente también fue mayor. De hecho, en 2000 probablemente cruzaron muchísimos más migrantes porque en aquel entonces un porcentaje muy alto ingresaba sin ser detectado.

Muchos migrantes, además, son capturados varias veces cruzando la frontera, lo cual infla engañosamente la cifra de arrestos. Como ha recordado la analista Jessica Bolter, la tasa de reincidencia—cruces repetidos— en 2021 fue más alta que en los años previos. Esto quiere decir que en comparación a 2019, año que precedió la pandemia, el aumento de los cruces ilegales no es tan dramático como luce a primera vista.

Aún así, el incremento es importante y las cifras muestran una tendencia preocupante.

En años recientes se han visto varios repuntes en los arrestos fronterizos, causados principalmente por la migración del Triángulo Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala). Pero el año pasado los arrestos de mexicanos, sobre todo de adultos que viajan solos, se duplicaron después de una década de relativa estabilidad, un aumento importante incluso si se toma en cuenta la tasa de reincidencia. El número de migrantes que no vienen de México y el Triángulo Norte —nicaragüenses, ecuatorianos, venezolanos, haitianos— también está creciendo rápidamente. La frontera se está internacionalizando.

¿A qué se debe el cambio? Antes de la pandemia, América Latina ya estaba en crisis. En varios países la gente salió a protestar contra la desigualdad, la falta de oportunidades, la corrupción y los servicios públicos ineficientes. La pandemia, que provocó la peor recesión que ha sufrido la región en dos siglos y ha dejado más de 1,5 millones de víctimas, agravó buena parte de los problemas que espolearon las protestas y que ya habían llevado a millones de personas a migrar.

A estos factores se sumaron otros como el deterioro político en Haití y Nicaragua, la continuación de la tragedia migratoria venezolana, y los desastres naturales en El Salvador, Haití y Guatemala. Todo esto se combinó para impulsar la migración hacia el norte.

Pero otro factor contribuyó al caos fronterizo: la política migratoria de Estados Unidos. En marzo de 2020, cuando comenzaba la pandemia, Trump invocó una regla sanitaria, Título 42, para expulsar inmediatamente a los migrantes en la frontera en vez de arrestarlos y procesarlos. A través de esta regla Trump y su sucesor Joe Biden han expulsado a más de 1,3 millones de migrantes para supuestamente evitar la propagación del COVID-19.

El Título 42 tiene dos problemas. El primero es su crueldad. Con estas expulsiones inmediatas, se niega la posibilidad de asilo a migrantes que califican para este, lo cual es una violación flagrante de leyes internacionales.

El segundo es su inefectividad como política disuasoria. Antes de que se aplicara esta regla los migrantes en la frontera eran arrestados y sometidos a un proceso engorroso de deportación. Quienes cruzaran ilegalmente la frontera enfrentaban consecuencias. Pero cuando se expulsa usando el Título 42 no hay penalidad y esta falta de consecuencias es un incentivo no solo para atravesar la frontera sino para hacerlo varias veces hasta lograr entrar. Por eso la tasa de reincidencia ha aumentado tanto desde que se invocó la regla.

Además de este incentivo, algunos cambios en las políticas de Estados Unidos y México han llevado a que el Título 42 se aplique de una manera desigual, enviando una señal mixta a los migrantes.

Uno de los cambios fue que Biden decidió correctamente no utilizar el Título 42 para expulsar a menores no acompañados. Otro fue que en partes de México, a partir de enero, las autoridades dejaron de recibir a familias centroamericanas expulsadas bajo el Título 42 por unos cambios a las leyes de bienestar infantil. Estados Unidos siguió enviando a México a algunas familias, pero la mayoría permaneció en territorio estadounidense, donde la ley federal prohíbe que familias con menores de edad sean detenidas por más de veinte días. En julio solo 12% de las familias arrestadas fueron expulsadas utilizando el Título 42.

México tampoco recibe de Estados Unidos a migrantes que no son de México o el Triángulo Norte. Si las autoridades estadounidenses quieren expulsar a un ecuatoriano o un venezolano bajo el Título 42, tienen que transportarlo a su país. Eso es más costoso y complicado que devolverlo a México, razón por la cual las tasas de expulsiones de estos migrantes son mucho más bajas.

Todo esto significa que el Título 42, por su aplicación desigual entre los tipos diferentes de migrantes y porque no acarrea consecuencias para los expulsados, es una política inefectiva desalentando la migración.

En los últimos meses Estados Unidos ha intensificado de nuevo las expulsiones inmediatas de familias centroamericanas, transportándolas por avión al sur de México, donde luego las autoridades mexicanas las deportan a Guatemala. Con los haitianos, después de la crisis en Del Río, ha ocurrido algo similar. En octubre más de 8.000 fueron expulsados usando el Título 42 y llevados en avión a Haití.

Pero esto no resuelve el problema central. Es un remedo más a una política que sugiere que la administración Biden, temerosa del costo electoral de cualquier medida, no logra aún articular un plan coherente de acciones que se complementen unas con otras, y logre al mismo tiempo controlar los flujos migratorios y respetar los derechos de los migrantes y refugiados.

¿Cómo podría aliviarse la presión fronteriza? Muchos expertos coinciden en la receta: reformar y ampliar el sistema de solicitud de asilo; dar a los migrantes alternativas legales a los cruces ilegales (más permisos de trabajo); y asistir a los países de la región que, como Estados Unidos, están recibiendo cifras récord de migrantes.

Biden ya ha dado varios pasos en este dirección pero hasta que no elimine el Título 42 su política migratoria será tan inefectiva como incoherente.

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