De acuerdo con la definición de nuestro eminente profesor de Viticultura de España, el doctor Luis Hidalgo, en su obra La poda de la vid, 2da. edición, 1979, donde cita:
“Es la práctica de acción más decisiva sobre la calidad de la vendimia. Responde a un conjunto de severas medidas encaminadas a la limitación del desarrollo vegetativo y a la regularización de las producciones, haciéndolas compatibles con la variedad cultivada, la fertilidad del medio, el sistema de conducción, el destino de la producción y con los elementos de cultivo que vayan a ser utilizados”.
La poda consiste, en la eliminación de partes de la planta, como sarmientos, brazos y tronco; mediante cortes, que se llevan a cabo, regularmente, para iniciar cada ciclo de producción, además para rejuvenecer y mantener la estructura, de la vid, de acuerdo al sistema de conducción utilizado.
Una vez formada la planta, se puede realizar la primera poda, la cual variará con el sistema de conducción; por ejemplo, en el clásico cordón bilateral, se pueden dejar uno a tres pulgares por brazo, portadores de una a dos yemas, según el vigor. Se produce un ciclo vegetativo, de formación y desarrollo de la planta, que puede generar una pequeña vendimia.
Posteriormente a cada ciclo de producción y reposo vegetativo, se debe realizar la poda de las vides, tratando de dejar el número de pulgares y varas que pueda soportar la planta, de acuerdo con su vigor y a las reglamentaciones de cada región.
El dejar un alto número de pulgares vigorosos, cortos, de dos o tres yemas por planta, puede asegurar la emisión de un alto número de brotes, lo cual aumenta la posibilidad de tener un alto número de racimos; además que, entre estos brotes, se escogerán los que se quedarán como pulgares en la poda del próximo ciclo o año. Sin embargo, hay que evitar los excesos de vegetación y racimos, que puedan ser afectados por falta de aireación, luz y nutrientes.
Cuando la vid tiene buen vigor, por lo general, a partir de su tercera a cuarta poda, se puede aumentar la producción, dejando una vara vigorosa, de ocho a diez yemas, en el extremo de uno o de ambos brazos, la cual deberá de ser retirada en la poda del próximo ciclo, para mantener el equilibrio y arquitectura de la planta.
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