OPINIÓN

La plusvalía de Emeterio

por Juan Carlos Pérez-Toribio Juan Carlos Pérez-Toribio

A la memoria del profesor Emeterio Gómez

Aunque no tuve la suerte de ser su amigo, coincidimos más de una vez  en la Universidad Simón Bolívar, en la cual ambos impartíamos clases y donde sufrió la inoportuna caída que le desgraciaría la vida para siempre. Sin embargo, muy pocas veces dejé de leer sus artículos, los cuales aparecían los domingos en El Universal y en los que se despachaba a gusto con sus siempre polémicas opiniones. Se podría decir que Emeterio no era un investigador  muy sistemático pero lo suficientemente acucioso y vehemente para ser considerado uno de los mejores pensadores que hemos tenido en los últimos tiempos en Venezuela. Por desgracia, se nos ha ido lejos de la patria como muchos otros ciudadanos, seguramente en busca de lo que el país, en manos de una banda de desalmados, no le podía ofrecer.

Economista con posgrados en varias disciplinas, como la Filosofía, Emeterio se dedicó con su ahínco particular a derribar los pilares teóricos del marxismo, a pesar –y sobre todo– de haber abrazado esa doctrina en su juventud, algo característico de otros grandes pensadores de nuestra época, caso Hayek, Popper y hasta el mismo Revel. Como ellos, conocía el monstruo por dentro y no perdía oportunidad para enfrascarse en discusiones en las que pudiera ridiculizar las ideas de Marx, las que tildaba sin más de simples majaderías.

Aunque no asistí al debate Capitalismo vs Socialismo que se celebró en el año 2007, en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela, entre él y Juan Carlos Monedero (alguien  que encontró  la fuente de sus ingresos en la ignorancia de unos seres que han llevado a la mismísima ruina económica e intelectual a este país), sí pude ver la grabación del acto.  Emeterio mostraba allí una vez más que no hay nada en el marxismo que nos permita construir una sociedad mejor; que el marxismo, como ya lo apuntaba Benedetto Croce, no tiene nada de científico y no es más que una condena moral al capitalismo; que sus fundamentos teóricos son erróneos y los modelos sociales que los han tenido como base están condenados a fracasar  irremediablemente. Que, como también lo apuntaba Von Mises,  la teoría de la plusvalía económica, o  la teoría del trabajo como fuente de valor, que expuso Marx en su texto El Capital y que constituye, a su vez, la pretensión socialista de planificar la economía, no es más que una paparruchada; que es la ley de la oferta y la demanda lo único que determina el valor y el precio de un bien y no, como pensaba Marx, la cantidad de trabajo realizado por el trabajador, donde la ganancia del empresario venía a ser la porción que este no le pagaba a aquel (todo lo cual ha originado esa tan cacareada “explotación del hombre por el hombre”). Para fundamentar sus argumentos,  puso una vez más el ejemplo de las partes de una res; pues, decía Emeterio, si no recurriésemos a la escasez y a ley de la oferta y la demanda sería imposible explicar el precio de algunos de sus cortes (como el lomito, por ejemplo), ya que se necesita la mismas horas de trabajo para criar la vaca y todas las piezas que la componen.

Como era de esperarse, la diferencia al final del debate lo marcó la honestidad –o la falta de ella– de ambos pensadores, pues mientras Monedero no aceptó las críticas al socialismo, con ese falaz argumento esgrimido por todos los izquierdistas de que nunca el socialismo se ha llevado a cabo realmente, Emeterio sí admitió los reparos que se le hacen al capitalismo y propuso de forma honesta un capitalismo con rostro más humano, más ético y espiritual, algo que venía predicando incansablemente desde hacía mucho tiempo. Por ello estuvo de acuerdo también en que la modernidad, con su apuesta por la razón y el progreso, había fracasado en algún sentido. Pero dejó claro que no son las ideas de Marx ni el camino a la servidumbre que allí se dibuja, la solución a la crisis de valores actual.

Gracias por la lección, maestro. Nunca la olvidaremos.