OPINIÓN

La Plaza Salom

por José Alfredo Sabatino Pizzolante José Alfredo Sabatino Pizzolante

 

Disuelta Colombia la grande (1830), el general Bartolomé Salom, héroe de El Callao, se retira a la vida privada en Puerto Cabello, su tierra natal, poco más tarde concediéndosele el retiro con goce de sueldo. El 16 de agosto de 1827, la Comisión Central de Repartimiento de Bienes Nacionales le había adjudicado un solar situado en el puerto, llamado Plaza de las Leyes Patrias, por un valor de 3.580 pesos, una casa confiscada al emigrado José Basora, por un valor de 3.809 pesos, además de una parte de otra casa, situada en San Esteban, perteneciente a Francisco Azpúrua y valorada en 314 pesos, todo a cuenta de sus haberes militares y sueldos atrasados que sumaban aproximadamente 14.704 pesos.

En 1854 el general Salom, mediante su apoderado y sobrino Gabriel Alejandro, dará en venta a la Provincia de Carabobo el terreno comprendido dentro de la Plaza Leyes Patrias, que le había sido adjudicado en 1827, cuyos linderos eran por el Norte, con antiguo solar del Simón García; por el Sur, con la plaza misma; por el Este con la calle de Anzoátegui; y por el Oeste, con la de la Libertad (Actualmente Comercio). El precio de la venta fue de 3.580 pesos, suma que sería pagada por las rentas municipales al general, mediante mensualidades de seiscientos pesos, momento a partir del cual aquél puso a la municipalidad porteña en plena y pacífica posesión del terreno. La operación quedó registrada en la Ordenanza-Contrato, de fecha 23 de noviembre de 1854, emanada de la Honorable Diputación Provincial del Carabobo, celebrado entre José María Martínez y Alejandro Landaeta con Gabriel Alejandro Salom, cuyo artículo 2 señalaba que a partir de ese momento la plaza Leyes Patrias se denominaría Plaza de Salom, como una expresión de gratitud de Carabobo hacia el general Bartolomé Salom, por sus distinguidos servicios a la patria, y en conmemoración de la toma del Callao, uno de los más espléndidos de las armas colombianas. 

Afirma el Dr. Paulino Ignacio Valbuena en sus Reminiscencias históricas, que la compra del terreno fue impulsada por iniciativa de su padre, don Pedro A. Valbuena, quien habiendo adquirido allí, por vía de su esposa, otra propiedad sugirió a la Diputación Provincial la compra del solar a Salom. Sostenía Valbuena, además, que después del triunfo de la Federación, el ingeniero Luciano Urdaneta llegaría al puerto para ejecutar varios trabajos, recibiendo como parte de pago la misma plaza que ahora pasaba a ser propiedad particular. Más tarde, gracias a las diligencias de Pedro Valbuena ante la Legislatura de Carabobo, se compra nuevamente el inmueble para llamarlo Plaza Guzmán Blanco. Lamentablemente, como acostumbraba, el Dr. Paulino I. Valbuena no cita la fuente de sus afirmaciones. El historiador Adolfo Díaz Rust, por su parte, señalaba que durante la colonia la plaza fue conocida como “de la Compañía” y “Fernando VII”, y ya a principios del siglo pasado y convertida en Plaza Salom una estatua del héroe es colocada allí el 24 de agosto de 1910.      

Esta vieja plaza, junto a la Plaza Flores, fueron los principales lugares de esparcimiento dentro de lo que se conoció como Puente Dentro, aunque la primera siempre ha sido más concurrida y alegre. Una amena y sentida estampa de la Salom nos la ofrece don Adolfo Aristeguieta Gramcko, en su libro Hadas, duendes y brujas del puerto: «… No sé por qué, si a la Flores la recuerdo una estampa vespertina, la Salom era para mí siempre una nocturna, con sus faroles encendidos y las inmensas casonas que la enmarcaban en su sitio. Desde sus esquinas viendo hacia los muelles, se alcanzaban mástiles y chimeneas de los barcos. No sé por qué, pero algo me decía que un día, iba a encontrar a un barco amarrado en los faroles mismos de la Plaza./ Sí… la Salom misma era como un barco anclado, uno de esos que no navegan más, encallados en el mismo sitio. Un barco vuelto Plaza o una plaza de puerto que no quería navegar. La recuerdo siempre oscura bajo cielo estrellado o a los rayos de luna, con su General de bronce, sable en mano y mirada vigilante, muerto de fastidio de ver que a sus pies no ocurría nada./ Los árboles eran largos y escuálidos, con ramas y hojas que si debían dar sombra, nunca supe para qué las tenían, y la palmera de la esquina que jamás se decidió a crecer./… La Salom era también una plaza muda, no tenía retreras, nombre extraño cuyo origen no he descubierto, y el cual sirve para designa los conciertos populares, que generalmente ofrecen en las plazas de los pueblos y ciudades de la República la modesta Banda Municipal./ ¡Plaza Salom de mis recuerdos! ¡Plaza muda y nocturna, con silencios de luna y brisa de manglar! En mi memoria surgen tus barcos cual fantasma, anclados siempre en tus muelles a la orilla del mar».

Una plaza que hay que caminarla de noche, recordando las palabras de Adolfo, para sentir la brisa marinera hecha historia y leyendas. 

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@PepeSabatino