OPINIÓN

La Petite Hostellerie, el esplendor de París

por Argenis Gadea Argenis Gadea

El 5 de enero a las 2:30 de la tarde me deposité en el vientre de un tren para, luego de dos horas, ser arrojado en París. Todavía se podía sentir el ambiente navideño. A mi lado iba una pareja que frisaba los cuarenta; cada uno un periódico, sumamente concentrados, como tratando de entender el mundo: ese mundo que extraño, incomprensible, extranjero. Ese mundo que es como los poemas de Baudelaire o Rafael Cadenas, o Hölderlin, es decir, incompresible, pero apasionante.

Así me apasiono cada vez que llego a París. Y como dice José Luis Figuereo (El barrio): He vuelto. Llego a París para reencontrarme con esa lengua que algún día lograré dominar. Algunos reencuentros pueden ser aparatosos, pero París nunca decepciona. Así como nunca decepciona ir al Barrio Latino y entrar en unos de los más famosos y emblemáticos restaurante de la ciudad: La Petite Hostellerie.

El restaurante fue fundado en 1902, pero el 15 de enero de 2013 don Arturo Castellanos Aceta tomó las riendas del local para subirlo a un nivel muy difícil de alcanzar. Juan Castellanos Rodrigo y Mercedes Aceta Arias, padres de Arturo, habían emigrado a París después de la guerra civil española. Y luego de algunos años nació Carlos Manuel Castellanos Aceta: hombre de una extrema sensibilidad para tratar a los forasteros que buscan buena comida, bebida y relajar las piernas, tras una larga caminata.

La Petite Hostellerie queda al frente del Hotel Levant, donde Mario Vargas Llosa, mientras escribía La ciudad de los perros, militantemente bajaba de su habitación y se entregaba por completo a las delicias que ofrece el restaurante.

Debo decir que toda la comida que se sirve en La Petite es extraordinaria, pero la sopa de cebolla es única en toda la ciudad. Por otra parte, el estofado de ternera a la anciana, mejillones a la marinera y caracoles son los platos populares de Hostellerie.

Rajendran Valle Samy y Víctor Rodríguez son los chefs que se esmeran para que todo salga a la perfección. Y Karina, Neis y Lenis, se encargan, con sus ayudantes, en la atención al cliente, al ritmo de un flamenco sonando al fondo y haciendo la puesta en escena perfecta.

La Petite Hostellerie es como un Michelin star, pero con grandes porciones. E ir a París y no comer en La Petite Hostellerie es un viaje perdido.