Dicen que la peste del insomnio aparece cada vez que alguien abre entre sus manos un ejemplar de Cien años de soledad. Y estamos de acuerdo: el primer brote de esta pandemia literaria tuvo su origen en Macondo, por razones exclusivamente novelísticas, y pudo expandirse a nivel mundial una vez que el libro fue traducido en numerosas lenguas hasta venderse como si fuera pan caliente.

El problema es que el patógeno del insomnio ha mutado y dio un brinco de Macondo a Miraflores. Dejó de ser una criatura literaria para convertirse en un bichito con rabo de paja y un enchufe en la cabeza. Cosas de realismo mágico: en plena pandemia por otro patógeno como el covid-19, surge ahora un virus que es capaz de erosionar el sistema inmunológico del régimen de Nicolás Maduro: la falta de sueño.

El reporte de este nuevo brote, y también de su mutación, no lo dio la Organización Mundial de la Salud. Fue ofrecido por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, quien además indicó que la peste del insomnio tenía un paciente cero, y que esta se había propagado desde hace años en buena parte de las instituciones del país. Al menos, y esto es importante acotarlo, el reporte identificó a los principales cabecillas afectados para mapear la enfermedad.

Pero así como el coronavirus, esta mutación también ataca a un tipo de población vulnerable. En este caso no son las personas mayores de 65 años, ni aquellos con antecedentes de enfermedades crónicas, sino a quienes sufren trastornos de otra naturaleza: corrupción espiritual, irresponsabilidad política, arrogancia, soberbia, enriquecimiento ilícito, violación de derechos humanos y paremos de contar.

Este nuevo virus, sin embargo, no es como el covid-19. Es decir: no cumple su ciclo y desaparece desarrollando inmunidad. Por el contrario, el patógeno del insomnio es como la viruela: queda dentro y brota inesperadamente cuando las defensas están bajas. Según expertos, es probable que el contagio se haya producido en el país desde hace años, y ahora Miraflores presenta síntomas como si se tratara de un brote de culebrilla o de herpes zoster.

Lo cierto es que tiene sus consecuencias inmediatas: falta de sueño, paranoia, desconfianza, pánico a la palabra traición, alteración de los sentidos, desesperación, ojeras, y, sobre todo, dos fuertes inclinaciones: la mentira pública en cadena nacional, y la tendencia a preguntarse en las noches más oscuras y con la cabeza puesta en la almohada: «¿En qué momento exacto elegí el peor camino y cómo hago ahora para enderezarlo? ¿En realidad ha valido la pena?»

García Márquez por su lado, nos ofrece luces para comprender este tipo de preguntas: «Lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que cuando el enfermo se acostumbraba a su estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado.»

Esta descripción de Gabo explica por qué razón los infectados con la peste del insomnio nunca recuerdan los sabios consejos de sus madres y abuelos: «Hijo, pórtate bien. Es mejor dormir tranquilo que soportar el susurro de mil demonios en tu cabeza todas las noches.» Y ya lo vemos: al parecer Miraflores sufre también su propia idiotez sin pasado y la pérdida total de lucidez para gobernar.

Con todo, la peste del insomnio tiene una vacuna. Siempre la ha tenido. Y se llama: ética. No es un antídoto que se administra para curar a los enfermos cuando es demasiado tarde. Es difícil revertir los síntomas cuando ya ha hecho estragos en el espíritu (el envejecimiento prematuro es uno de esos efectos), o cuando se han tomado las peores decisiones para convertir a Venezuela en lo que es ahora.

El antídoto contra esta nueva mutación del insomnio es sobre todo preventivo. Podemos crear inmunidad. Una buena educación, la familia, la libertad de prensa, y sobre todo el estudio de la historia clínica de la infamia venezolana en los últimos años, pueden ayudarnos a que no cometamos los mismos errores.

Porque nadie está exento de la peste del insomnio. No es un asunto exclusivo de políticos, militares y proxenetas ideológicos. Cualquiera es vulnerable siempre y cuando dedique su vida a la violencia, los atropellos, los abusos, la codicia, la muerte. Tú también eres vulnerable. Así que hazle caso a tu madre y por favor: no hagas daño y duerme en paz.

@danolinares


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