Uno de los fenómenos recurrentes y que vuelve a tomar importancia en diversos ámbitos académicos, además de casos de estudio y experiencias, y que ciertamente estuvo presente básicamente en nuestra América Latina en la segunda mitad del siglo XX, y que renace con fuerza en este vertiginoso siglo XXI, ya no sólo en nuestra América Latina sino en Estados Unidos, o algunas experiencias de Europa o Centroamérica, es precisamente el populismo. De tal manera que el abordaje, análisis y estudio del populismo como ideología y práctica política recobra importancia, y en nuestros países su reemergencia coincide con la crisis y transformación de la política en América Latina, y básicamente con los problemas y distorsiones que manifiestan los partidos y sistemas de partidos.
Lamentablemente el populismo se ha convertido en una perversión que produce efectos, consecuencias y secuelas en toda América Latina. En este sentido, recogemos algunas ideas expuestas por parte de José Ignacio Moreno León en el ensayo La perversión populista y sus secuelas. Casos emblemáticos constituye en abordaje crítico, sugerente en ideas y planteos, es de manera general una suerte de panorámica alrededor de la perversión causada por el populismo como sistema, ideología y práctica, y de manera específica, diremos que se presenta como un diagnóstico sobre tres experiencias muy particulares y con aspectos en común, nos referimos a Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Su autor, José Ignacio Moreno León, es un venezolano con una mixtura interesante, no solo por su amplia formación académica, una dilatada trayectoria tanto como fino burócrata o funcionario (al punto de que coordinó el equipo que creó el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria – Seniat), fue embajador, ministro de Estado, profesor de varias universidades de prestigio, rector de la Universidad Metropolitana por muchos años, actual director del Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri, además de autor de varios ensayos alrededor de la democracia, el capital social y temas afines. Por cierto, este ensayo fue prologado por Germán Carreras Damas.
América Latina es un laboratorio rico en fenómenos de diversa naturaleza. La inflación e hiperinflación es una constante en el sentido de que la emergencia del populismo se desarrolla en contextos de precariedad institucional, personalismo y de crisis económicas producidas por ciertas distorsiones de la economía de mercado, aspecto que produce el caldo de cultivo para la emergencia del populismo y populistas respectivamente. Sin excepción en lo que a América Latina refiere, la emergencia del populismo ocurre en contexto de crisis económicas, desarraigos y confrontaciones con los actores y modelos económicos y a la vez los populismos emergentes reproducen la crisis y sus aristas por las cuales llegaron al poder. Son las experiencias históricas de Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil y Venezuela.
Los recientes y acreditados estudios e informes de entes como el Banco Mundial, Latino Barómetro, BID y otros describen y tabulan a fondo cifras reales que dejan claro que salvo excepciones los regímenes populistas han reproducido el subdesarrollo, la corrupción, la pobreza y los males económicos y sociales a los gobiernos antecesores y tan cuestionados. Ciertamente los regímenes populistas reproducen las crisis y su manera discrecional y o arbitraria de actuar se caracteriza por “violentar la autonomía del banco central con fines de emisión de dinero inorgánico, se recurre a controles cambiarios y devaluaciones de la moneda con el establecimiento de varias tasas de cambio, lo que, además de los efectos inflacionarios que se producen, facilitan la corrupción, ya que es común, que quienes puedan tener acceso a tasas preferenciales –amigos o favoritos del régimen– especulen en el mercado no controlado, lo que les permite obtener ilegalmente ganancias”
La perversión populista y sus secuelas. Casos emblemáticos de Moreno León tiene una premisa central que servirá de guía en sus argumentaciones e ideas desarrolladas a lo largo de todo el ensayo y tiene que ver con una un rasgo emblemático del populismo y neopopulismo que ha sido estudiado, argumentado, analizado y desarrollado en múltiples investigaciones y por supuesto refuerzan los planteos de nuestro autor, como es que “el populismo es el resultado de la crisis y a la vez el populismo da paso y agudiza la crisis” y las mayores y emblemáticas experiencias las tenemos en América Latina, particularmente con los casos de Bolivia, Ecuador y Venezuela.
El populismo y la corrupción se conforman casi como una dupla o matrimonio. La corrupción se presenta como un flagelo social del mundo globalizado tan nefasto como el sida, la miseria, el tráfico de drogas o el terrorismo “el estigma de la corrupción es una de las manifestaciones más lacerantes de la quiebra de principios y valores en la sociedad contemporánea… no hay corrupción sin corruptores, y el populismo representa un notable caldo de cultivo en donde germina la corrupción”. Una multiplicidad de estudios incluyendo el índice de transparencia internacional dejan claro que la corrupción es un fenómeno transnacional que se vincula a actividades criminales como el tráfico de drogas, el lavado de dinero, la trata de blancas y otros hechos perversos, por lo general relacionado con organizaciones delictivas con ramificaciones en varios países, apoyadas en las novedosas facilidades de las telecomunicaciones y el transporte que se han desarrollado con la revolución tecnológica.
Estimado lector, sencillamente la corrupción se relaciona y reproduce con el subdesarrollo y la pobreza de tal manera que en contextos de desarrollo, progreso, calidad de vida, florecimiento económico y humano la corrupción tiene menos impacto y posibilidad de desarrollo, razón por la cual en nuestros países andinos y latinoamericanos bajo la aventura populista la corrupción ha sido una constante contra la cual la única manera de luchar es con educación, instituciones fuertes, procedimientos, nada de impunidad, empleo productivo y progreso humano, espiritual y material.
Al estudiar las experiencias de América Latina durante estos años ratificamos que el populismo prospera en la debilidad de las instituciones, en sociedad frágiles no sólo económicamente y socialmente, sino políticamente, en sociedades claramente subdesarrolladas y con procesos de modernización institucional débiles o precarios en las cuales finalizando el siglo XX y primeros años del siglo XXI vimos emerger regímenes claramente personalistas, caudillistas y algunos casos de corte militarista, siendo los casos más ilustrativos la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador con la Revolución Ciudadana de Rafael Correa, la Nicaragua con el retorno de Daniel Ortega o la Argentina de los Fernández y Kirchner.
Claro está que la relación de la democracia y el populismo es ambigua y se alimentan de los mismos ingredientes. Destaca la evocación de la soberanía popular y redentorista del pueblo, la subversión del orden y la propuesta de un nuevo orden más justo en favor de los desposeídos y clases marginales, nuevos textos constitucionales con mayores prerrogativas presidenciales incluyendo las reelecciones indefinidas, se concentra más el poder y recentraliza frente a la descentralización y el federalismo.
La mejor vacuna que pueden tener nuestras sociedades frente al populismo pasa por una mejor educación, una ciudadanía más activa, institucionalidad democrática o mayor fortaleza de las instituciones, división y autonomía real de los poderes públicos, promoción y desarrollo de la descentralización y federalismo frente a la concentración de poder y recentralización, sólidos partidos políticos, una clase política responsable, seria y proba. Reiteramos, nuestras sociedades deben dar pasos en varias direcciones apuntalando una mejor educación a través de nuestras universidades y educación superior, mayor capital social, profundización de la institucionalidad democrática, mayor inversión y gasto social, fortalecer y promover la empresa, el trabajo productivo, el valor agregado, una mayor disciplina fiscal, monetaria, cambiaria y económica y claro está la observancia de nuestras constituciones como norma superior en la vida política, jurídica y social de nuestros países.