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La peligrosa ambigüedad del Foro de Sao Paulo

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Con el regreso del Partido de los Trabajadores al poder, el Foro de Sao Paulo volvió a reunirse en Brasil. Se trata de un retorno a casa, luego de que durante el período bolsonarista el Foro decidió, al parecer, trasladar temporalmente su centro de operaciones a otras latitudes.

Retorno a casa

La fundación del Grupo de Puebla en julio de 2019 parece haber estado motivada por tales circunstancias. De hecho, esta nueva instancia radicada en México ha venido asumiendo, bajo el benévolo patrocinio de Andrés Manuel López Obrador, una parte del protagonismo que durante las últimas décadas correspondió a su predecesor brasileño. Pero ahora, al calor de una segunda “marea rosa”, y con el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva al Palacio de Planalto, el ya tradicional foro de las izquierdas latinoamericanas vuelve a hacer de Brasil el epicentro de su actividad política.

Difícilmente podría ser de otro modo, si consideramos que Lula fue, junto con Fidel Castro, el principal fundador del Foro de Sao Paulo en los años noventa del siglo pasado. Al arribar a su tercer período presidencial, y considerando las prisas que hoy le apremian por su avanzada edad, Da Silva parece más determinado que nunca a ejercer una influencia regional con un sesgo notoriamente ideológico, iniciativa por la que trabajó con ahínco durante sus dos primeros mandatos presidenciales pero que se vio truncada a su salida del poder.

En este sentido, el Foro de São Paulo representa una herramienta importante a la que el mandatario brasileño no pretende renunciar. Por tales razones, el retorno de Lula también es el retorno del Foro. Pero ¿se trata de un proyecto de raigambre incuestionablemente democrática?

Por todos los medios

La fundación del Foro de Sao Paulo refleja bien los dilemas que hasta el día de hoy siguen acompañando a esta organización. Por un lado, vemos a Lula da Silva, un luchador social proveniente del mundo sindical que se enfrentó durante años a un régimen dictatorial y militar, hasta convertirse democráticamente en el presidente de su nación. Por otro lado, encontramos a Fidel Castro, un carismático guerrillero que, tras encabezar el derrocamiento del régimen dictatorial de Fulgencio Batista, se convirtió en un redomado autócrata de vocación estalinista.

No obstante, sus distintos caminos no les impidieron entenderse de maravilla para crear una organización en la que esa polémica cohabitación persiste en el tiempo hasta convertirse en una marca de la casa. Lo que realmente importa a todos dentro de este matrimonio es consolidar una hegemonía continental de izquierdas, en la que los más respetuosos de la democracia cierran un ojo ante los desmanes que cometen sus homólogos más brutales. De ahí que el Foro no solo haya contemplado impasiblemente la deriva autoritaria protagonizada por varios de sus miembros y allegados, sino que también, incluso, llegue al punto de celebrarlas. ¿Pasó algo distinto en la última reunión?

El documento base

El XXVI Foro de Sao Paulo ocurrió entre el 30 de junio y el 2 de julio de este año. Se reunieron en esta oportunidad unos 270 representantes de 57 organizaciones distintas, entre partidos políticos, ONG, centros de investigación y demás entidades de la izquierda latinoamericana. El espíritu de la reunión había quedado previamente plasmado en el Documento Base que se publicó dos semanas antes.

En el primer punto de dicho documento se reconoce “un cambio favorable en la correlación de fuerzas [para las izquierdas], signado por rebeliones populares en casi todo el continente”, mientras que en el séptimo punto se declara sin sonrojo que “a la firmeza y avances de Cuba, Venezuela y Nicaragua, se han sumado victorias electorales”.

En otras palabras, las dictaduras de izquierda de la región representan la consolidación de los objetivos compartidos por los miembros del Foro, quienes en el decimosegundo punto afirman que “la historia nos ha enseñado que solo la unidad en la diversidad de las fuerzas políticas de izquierda, los movimientos sociales y populares y la intelectualidad progresista nos permitirán enfrentar al imperialismo norteamericano”.

A la luz de los hechos, la unidad a la que se hace referencia no distingue entre demócratas y autócratas, y así parece quedar ratificado en el último punto del documento, en el que a modo de conclusión se insta a construir “la más amplia unidad en la diversidad de los partidos, los movimientos sociales, populares y la intelectualidad progresista y de izquierda al interior de cada organización, país y de continente” [las cursivas son del autor].

Sin concesión alguna

En los días previos a la celebración del XXVI Foro de Sao Paulo, el presidente Da Silva habría manifestado su interés en que dicha reunión concluyera con una resolución condenatoria de los crímenes cometidos por la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua. Está claro que un gesto de este tipo, incluso sin incluir declaraciones similares contra las autocracias que rigen a Cuba y a Venezuela, habría significado un paso adelante. La realidad, sin embargo, es que el XXVI Foro de Sao Paulo culminó sin emitir ninguna declaración condenatoria con respecto a las dictaduras de izquierda en países que en conjunto privan brutal e injustamente de su libertad a más de 1.400 presos políticos.

Por el contrario, el FSP ratificó la solidaridad con dichos regímenes, tal como quedó plasmada en el vigésimo punto del Documento Base. En este se condena “el recrudecido bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba y su inclusión en la espuria lista de Estados patrocinadores del terrorismo”, al igual que “las medidas coercitivas y sanciones unilaterales contra Venezuela y Nicaragua”.

Lula, por su parte, no solo siguió defendiendo la normalización de las relaciones entre los Gobiernos democráticos del hemisferio y el régimen dictatorial de Nicolás Maduro, sino que además se permitió señalar, en la víspera de esta nueva reunión del Foro, que “Venezuela tiene más elecciones que Brasil”. Con ello, según el mandatario brasileño, se evidenciaría que el concepto de democracia “es relativo”, lo cual haría muy cuestionable que al régimen venezolano se le tilde de antidemocrático.

Lavar la cara al autoritarismo

Paradójicamente, mientras Lula exigía de manera pública que la salida de Maduro se produjera por vía electoral, instancias administrativas controladas por este último en Venezuela inhabilitaron, mediante un turbio procedimiento, a María Corina Machado durante 15 años para ejercer cualquier cargo de elección popular. La medida se publicó justamente cuando Machado se convirtió, con toda claridad, en la principal candidata de la oposición venezolana.

En definitiva, la realidad está a la vista de todos: los miembros del Foro de Sao Paulo que se desempeñan dentro de los parámetros de la democracia terminan siempre respaldando, por activa y por pasiva, a los que ejercen el poder autocráticamente, ayudando, así, a lavarles la cara ante el mundo entero. Una organización de este tipo constituye un riesgo evidente para la estabilidad democrática del continente.


*Este texto fue publicado originalmente en Diálogo Político

Miguel Ángel Martínez Meucci es profesor de Estudios Políticos, de la Universidad Austral de Chile. Doctor en conflicto político y procesos de pacificación, por la Universidad Complutense de Madrid.

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