Sí, llegamos al llegadero. Salgan sapos o salgan ranas, Nicolás Maduro Moros, actual presidente de Venezuela, está empeñado en mantenerse en el mando del gobierno de nuestro país. Más allá de su descalabrada pretensión, todas las encuestas de organizaciones y entes especializados en el tema son contundentes en reconocer que la ventaja opositora (estamos hablando de esa maravillosa dupla conformada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia) es abismal.
Como bien es sabido por todos mis lectores, nuestra posición es a favor del cambio, esto es: de un giro político que nos regrese al esquema de gobierno democrático en el que los presidentes electos sólo puedan aspirar a una reelección después que transcurran diez años de su primer mandato. Se trata de un modo de gobernar en el que se evita que el mandatario de turno pretenda permanecer en sus funciones de por vida y que el pueblo se acostumbre a obedecer siempre.
Ya no es posible dar vuelta atrás. Mañana domingo, 28 de julio de 2024, Nicolás recibirá lo que los venezolanos con gran sentido del humor llamamos “un palo cochinero”. Conforme a lo anterior, los conteos electorales le pondrán de manifiesto a Maduro que, como dice la canción, “todo se derrumbó, se derrumbó, se derrumbó”. No dudo que tan horrible situación lo lleve a reaccionar con fuertes pataleos. Ese es un comportamiento que nadie le puede cuestionar; pero hasta allí. Él tendrá que armarse de paciencia y aceptar que en el curso de la vida, llueve y escampa, unas son de cal y otras de arena. Una vez que calibre los riesgos de cualquier acción alocada de su parte, deberá aceptar como realidad que los verdaderos demócratas no son agresivos y mucho menos practicantes de la venganza, esto es: del ojo por ojo y diente por diente. La disposición del demócrata real o humanista es pasar la hoja y dar inicio a un gobierno real y verdadero, en el que se gana, se pierde y también se perdona. Estamos hablando de un sector demócrata venezolano que está dispuesto a remitir, por el bien del país, su terrible comportamiento.
Los venezolanos debemos ver el ejemplo de Nelson Mandela (1918-2013), abogado sudafricano que presidió el gobierno de su país de 1994 a 1999. Mandela fue el primer gobernante de raza negra y posición marxista que encabezó el poder ejecutivo de su país y, además, el primero en ser elegido por sufragio universal. Por su posición política extrema fue arrestado a temprana edad y acusado por conspirar para derrocar al gobierno. Como consecuencia de lo anterior, Mandela fue condenado a prisión perpetua en 1962. En realidad estuvo encarcelado por veintisiete años, siendo liberado en 1990, en el curso de una convulsión social en su país de origen. De inmediato se incorporó a las negociaciones políticas con Frederik de Klerk para poner fin al apartheid y darle curso a las elecciones generales que se realizaron en 1994 y en las que él salió triunfante. Durante su gobierno de Unidad Nacional incorporó a relevantes figuras de otros partidos políticos a su gabinete y promulgó una nueva constitución. Adicionalmente, Mandela creó la “comisión para la verdad y la reconciliación con el propósito de investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas en los años de apartheid”. Lo más significativo de su destacada gestión fue su firme posición a favor del perdón y la reconciliación. Fue sabio y contundente al señalar: “Los valientes no temen al perdón, si esto ayuda a fomentar la paz”.
Creo que es importante que Nicolás y sus seguidores lean nuestro mensaje de hoy y reflexionen seriamente lo que van a hacer después de que ocurra lo inevitable: la debacle del “chavismo-madurismo” que hasta ahora ha estado marcado por la sinrazón y la venganza. Ello no implicará, de modo alguno, su desaparición política pero sí la necesidad de entender que la vía que han seguido hasta ahora conduce al descalabro y el desorden. En su libro Sobre la paz perpetua Immanuel Kant fue categórico al señalar que “toda política debe doblar su rodilla ante el derecho”. El ejemplo de Mandela y de Frederik de Klerk está frente a ellos. Un cambio de giro hará mucho bien a Venezuela y será un gran ejemplo para el mundo entero. Lamentablemente, la pataleta del régimen será inevitable.
Que viva la democracia, cará…