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La pata que le faltaba a la mesita

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Han transcurrido menos de dos semanas desde que Guaidó convocó a la construcción de una ruta clara, un objetivo único y una unidad superior, en un esfuerzo en el que llamó con nombre y apellido a importantes actores políticos, ello en respuesta a la fuerte arremetida del desgobierno, que ha contado con el apoyo de actores que simulando ser aliados de las fuerzas democráticas, no han resultado ser otra cosa que una pieza más de la comparsa cuidadosamente construida en poco más de dos décadas por los defraudadores del siglo XXI. Sin embargo, lejos de avizorarse un acercamiento sincero de posiciones para avanzar unidos a la conquista de la libertad, pareciera más bien que hubiese resonado para algunos la orden inequívoca de romper filas.

Por un lado, la siempre difícil pero muy respetada y bien valorada María Corina, reaccionó cantando algunas verdades incuestionables y condicionando su apoyo a la convocatoria, presentando una posición que fue criticada no por pocos, más por su puesta en escena o por la forma que por el fondo del planteamiento, pues se mantuvo allí, con la línea a tierra, respetuosa y abierta a lo que estaba en construcción. Sin embargo, la polémica suscitada por la muchas veces injustamente cuestionada Machado, quedó atrás y muy pequeña, frente al polvorín levantado por un referente tan importante para las fuerzas opositoras como lo es Henrique Capriles, sobre quien hay tres elementos que se asumen como ciertos en el imaginario colectivo, donde el primero es que le echó un camión para ganarle a Maduro en 2013; el segundo, cultivado por él mismo es que le ganó; y el tercero, es que no tuvo el coraje para cobrar su triunfo; al cual podríamos agregar un cuarto tema que sin duda alguna se posicionará en los próximos días en su contra y que no es poca cosa, pues se trata justamente de su vulnerabilidad derivada del señalamiento que le hiciere quien fue representante de Odebrecht en Venezuela, Euzenando Azevedo, de haber sido beneficiado en su campaña con millones de dólares, a cambio de su compromiso de no revocar contratos otorgados a esa empresa por el chavismo, en caso de que resultase electo presidente.

Al igual que MCM, Capriles dijo igualmente unas cuantas verdades y se le agradece, tanto como a los miembros de la mesita, su esfuerzo por lograr la liberación de más de un centenar de venezolanos injustamente perseguidos y privados de libertad; pero en su caso, mucho más allá de la censurable forma de su accionar, lo que resulta absolutamente inadmisible para alguien que gozó de la confianza de millones de venezolanos y del respaldo de la unidad, es el que se haya desbocado en su afán de anotar gol, en una jugada claramente adelantada que arriesga la posibilidad de concretar la libertad de Venezuela.

Capriles no esperó siquiera reunirse para dar al menos un barniz de simulado intento de esfuerzo unitario a su postura. No hizo evidente su esfuerzo por al menos vender su visión y sumar por tanto a la mayoría de las fuerzas políticas y sociales. No, simplemente sin medir los riesgos, decidió embarcarse en una aventura personal por el poder, asumiéndose como el salvador del país y dueño de la verdad, cuando una abrumadora mayoría de las organizaciones políticas opositoras, ya habían expresado su decisión de no participar en el proceso convocado para el próximo 6 de diciembre; y aunque ciertamente desde esta tribuna se ha expresado que votar o no votar no es el dilema, sino qué hacer en una u otra circunstancia, más allá de la mera pasividad, aún más cierto es que ante la decisión mayoritaria de no participar, esa ruta a seguir como alternativa a la abstención pasiva estaba en plena construcción y diseño. Ante ello, tal vez hasta por celos, por vulnerabilidad o cualquiera que sea la razón, quien con sus zapatos gastados fue en algún momento un signo de dignidad en el ejercicio de la política, ayer decidió convertirse en la pata que le faltaba a la mesita para persistir en su intento infructuoso de legitimarse ante el país.

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@castorgonzalez

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