El cuento original
Un cuento guaraní relata que un día hubo un enorme incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible. De pronto, un jaguar vio pasar sobre su cabeza al colibrí en dirección contraria, es decir, hacia el fuego. Le extrañó mucho, pero no quiso detenerse. Al instante lo vio pasar de nuevo, esta vez en la misma dirección. ¿qué haces colibrí?- preguntó el jaguar- Voy al lago- respondió el ave- tomò agua en el pico y la echó al fuego para apagar el incendio. El jaguar se sonrió. ¿Estás loco?- le dijo- ¿crees que vas a apagar el incendio con tu pequeño pico? Bueno- respondió el colibrí- yo hago mi parte. Y tras decir esto se marchó de nuevo a por más agua al lago.
Una versión en Caracas en una panadería de Prados del Este
Todos los animales huían despavoridos por un gran incendio en Venezuela. Desde Castillete hasta Punta Playa, la isla de Aves y las cataratas de Huá una inmensa fogata que iba a consumir al país entero se había desatado. Eran las lenguas más inmensas y colosales que se habían visto de unas llamas terribles que pronosticaban una gran devastación. Un cunaguaro, frente a una rebosante y espumosa taza de café con leche y un panecillo dulce, con un extraño sol rojo tatuado en las garras, sentado frente a la comodidad contrastante del incendio, mientras los demás huían despavoridos y él despachaba algunos asuntos relacionados con sus negocios en el gobierno, vio pasar sobre su cabeza un colibrí hacia el fuego Le extrañó mucho, pero no quiso detenerse ante la delicia del manjar que disfrutaba y las posibilidades del billete que negociaba. Al instante lo vio pasar de nuevo, esta vez en la misma dirección. ¿qué haces colibrí? -preguntó el cunaguaro con el vozarrón de un patio de formación y las seguridades de bolsillos y de estómago, cubiertas a rebosar – Voy al lago – respondió el avecilla- tomo agua en el pico y la echo al fuego para apagar el incendio! El cunaguaro se sonrió zamarro y faramallero. ¿Estás loco? -le dijo- ¿crees que vas a apagar ese candelero con tu pequeño pico? Bueno -respondió el colibrí- yo hago mi parte.
Otra versión en la cola de las bolsas CLAP del IPSFA
Un numeroso grupo de animales adornados en su pelaje con estrellas esperaban en ansiedad de una apetencia y de otra necesidad inducida desde el dueño del zoológico, el reparto de las cajas CLAP en una de las colas del estacionamiento del IPSFA. Estaban preocupados por la inmensa humareda que había levantado un candelero que amenazaba con cubrir el depósito donde se almacenaban las cajas y los bonos que con frecuencia se tiraban a la rebatiña roja para distraerlos de los asuntos verdaderamente importantes. Veían inertes y apáticos como se consumía en llamas todo el futuro de los venezolanos y en especial el de los hijos y nietos que habían jurado defender en algún momento. Otros animales más precavidos huían despavoridos, pues era una hoguera espantosa. De pronto, un caimán de esos que siempre están en la boca de un caño esperando la indolencia y la pereza de una presa jugosa, vio pasar sobre su cabeza a un colibrí en dirección de la candela extraordinaria. Le extrañó mucho. Al instante lo vio pasar de nuevo, en la misma dirección. ¿qué haces colibrí? -preguntó el caimán con toda la apertura de sus fauces y con todo su historial de traficante de miserias- Voy al lago- respondió la diminuta ave – tomo agua en el pico y la echo al fuego para apagar el incendio. El caimán se sonrió con toda la jocosidad posible y en la ironía que le resbalaba en la rugosidad de lo áspero de la piel de oportunista. ¿Estás loco?- le dijo- ¿crees que vas a apagar el incendio con tu pequeño pico? Bueno- respondió el colibrí- yo hago mi parte.
Versión de un grupo de Whatsapp de militares retirados
El administrador de un grupo hizo un alto en las felicitaciones diarias por los cumpleaños, en los mensajes asertivos y en los pensamientos habituales procedentes de filósofos, en los videos musicales y en las postales con oraciones, en las noticias fake y en la emisión de obituarios de compañeros de armas fallecidos por las miserias gerenciales de su retiro. En ese paréntesis subió un texto mediante el cual anunciaba la terrible explosión que había ocurrido en el edificio donde se gerenciaban todos los beneficios socioeconómicos que habían disfrutado los militares durante mucho tiempo, con amplia justificación. Después de la espantosa detonación una nube de fuego y de humo se levantó apocalíptica hacia el cielo como anunciando tiempos peores para quienes habitualmente hacen unas colas optimistas para tramitar la medicina del tratamiento prolongado, el crédito que no le va a llegar oportunamente, la insatisfacción por la pensión de penuria, el apoyo para la urna del familiar con derecho fallecido recientemente y otras insuficiencias propias del retiro. La información del administrador señalaba que todos los testigos del insólito evento en combustión, beneficiarios directos, gerentes, etc., observaban apáticos e inertes desde donde se levantaban unas inmensas columnas que abrasaban la previsión del futuro inevitable de todo militar – el retiro – y después desertaban despavoridos, pues era un fuego aterrador y amenazante. A medida que la fuga del candelero se extendía en una suerte de reedición de la histórica emigración a oriente que se estudiaba en cuarto grado de primaria; un Almirante de la Mar Océana enjaezado de todo su arsenal de condecoraciones vio pasar sobre su cabeza a un colibrí en dirección hacia la gigantesca pira. Le extrañó mucho, pero no quiso detenerse en su blanca e impoluta evasión. Al instante lo vio pasar de nuevo, esta vez en la misma dirección. ¿qué haces insensato e imprudente colibrí?- preguntó el marino con el atildamiento y la pulcritud de don Cristóbal Colon ante Su Majestad Isabel La Católica pidiéndole el financiamiento para los viajes del descubrimiento y con la desolación del Almirante Isoroku Yamamoto después de la evaluar la posible reacción de los norteamericanos luego del artero ataque de Pearl Harbor – Voy al lago- respondió la diminuta ave- tomo agua en el pico y la echo al fuego para apagar el incendio. El naval se sonrió con la elocuencia de una lechuza y con el desprecio de un calamar de Güiria ¿Estás loco?- le dijo- ¿crees que vas a apagar el incendio con tu pequeño pico? Bueno- le respondió el colibrí- yo hago mi parte. Y tras decir esto se marchó de nuevo a por más agua al lago mientras el almirante en la blancura de su figura continuaba inmutable e impertérrito en su impecable escape dejando una estela nívea de indiferencia, en su trayectoria perfecta y sin errores, a la manera de una cuchufleta solemne.
La versión de sus políticos y sus fanáticos
Un día se desató una formidable quema en los resultados electorales de una elección presidencial convocada contra todo pronóstico negativo. Todos los candidatos huían despavoridos de la carbonización que arrasaba con lo que estaba cercano sin permitirse la licencia de revisar las actas de los escrutinios, y la auditoria posterior de las máquinas y los otros documentos que pudieran revertir los anuncios de una proyección negativa irreversible de los anuncios del primer boletín del CNE. Era un fuego terrible decían y continuaban en veloz estampida rumbo hacia el pasado como a la búsqueda de explicaciones en otras experiencias similares. De pronto, el candidato que se proyectaba como el más obvio ganador vio pasar sobre su cabeza un colibrí en dirección hacia el fuego. Le extrañó mucho, pero no quiso detenerse en su sudorosa y empapada carrera. Al instante lo vio pasar de nuevo, esta vez en la misma dirección. ¿qué haces colibrí?- preguntó el líder- Voy al lago- respondió el ave- tomo agua en el pico y la echo al fuego para apagar el incendio para que se puedan hacer las revisiones de un fraude cometido. El líder se sonrió. ¿Estás loco?- le dijo- ¿crees que vas a apagar el incendio con tu pequeño pico? Bueno- respondió el colibrí- yo hago mi parte. Y tras decir esto se marchó de nuevo a por más agua al lago cercano. En la rauda espantada en algún momento de la gran carrera se reunieron el resto de los candidatos para descansar y surgió el tema del colibrí, asunto que fue despachado casi de manera unánime por los presentes: seguro que ese pajarito es del G-2 cubano.
Y así, palabras más palabras menos fue la evolución del cuento guaraní hasta mutar en uno criollo y vernáculo a la venezolana, y de cómo el fuego revolucionario rojo rojito, durante 24 años levantò el más grande incendio en el país y todo lo redujo a cenizas en Venezuela.
La única manera de que se pueda decir colorín colorao en algún momento es que los venezolanos hagan su parte del colibrí.