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La pandilla desarticuladora

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Uno y múltiple, el poder establecido es, en propiedad, el de los servicios de inteligencia. Y es que no sólo ha infiltrado a toda la sociedad venezolana, sino que alcanza los visos de un insólito fenómeno cultural.

Tarea que le es inherente, el sistemático seguimiento de cualquier vicisitud que comprometa la seguridad del Estado, luce muy distinta a la penetración y condicionamiento de todo hecho social que sea capaz de tejer los intereses de supervivencia de las camarillas que calculan y administran el caos, imposibilitando todo control institucional o, mejor, legítimamente parlamentario.  Aparecen distintas franquicias oficiales para la represión, pero igualmente los esfuerzos por acumular una data de la población a través de cualesquiera canales burocráticos y, por ello, la diligencia por la vivienda prometida, la bombona de gas, las bonificaciones extraordinarias o las urgidas vacunas, fuerzan a una constante y enfermiza actualización de los registros oficiales y oficiosos, propios de un régimen de sondeos que pondera casi a diario hasta los gustos más variados de los venezolanos, dándole cierta jerarquía política a los encuestadores públicamente identificados con él.

Agreguemos, hay una programación televisiva nutrida de los frecuentes reportes de inteligencia para intimidar a los opositores reales y ficticios, predisponiendo a los socialistas de la hora que se juran inmunes a toda violación de sus derechos fundamentales, legitimando el “sapeo”, por mucho que lo detestaran en el aula escolar. E, incluso, un término consagrado, “espionar”, le da otra connotación a una actividad que supera el tradicional espionaje novelesco.

La pretendida sociedad de delatores a la que también aspiran, dándole un prestigioso estatus al delator, susceptible de implicar a propios y extraños para sobrevivir, no es ni será la principal empresa de los servicios en cuestión. Confundir a la opinión pública, degradándola, y desarticular a la sociedad civil organizada, postrándola, constituyen un rentable propósito político de la pandilla usurpadora, enviándole señales contradictorias, con la reiteración de situaciones, como las del fraude electoral, gozando de la ayuda y comprensión de los consultores directa e indirectamente contratados para esta suerte de “lavado de capitales políticos”.

La Polonia que dio al traste con el régimen comunista, por la claridad, entereza y acción tan sagaz de sus trabajadores organizados, con el decidido apoyo moral de Juan Pablo II, luce como un ejemplo para la Venezuela de los colegios profesionales, antes tan pujantes, como los gremios sindicales, empresariales o estudiantiles, que están en el deber de rearticularse. Colegios, obviamente, fraguados en el aula universitaria, cuentan con una membresía urgida de activar, con el suficiente acceso al conocimiento y a la información, capaces de contrarrestar la disipación deliberada de la opinión pública y del rompimiento del propio tejido social más allá del ocasional teclado digital.

@LuisBarraganJ

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