OPINIÓN

La pandemia, Ucrania y el desarrollo endógeno (I)

por Francisco González Cruz Francisco González Cruz

Uno de los asuntos que nos enseña el sentido común o la simple lógica es que la satisfacción de las necesidades de consumo de bienes y servicios de nuestra casa siempre será mejor si se hace en cercanías, con proveedores conocidos y de confianza, que ofrezcan productos de buena calidad y a precios accesibles. Esta conducta doméstica debería ser la referencia para organizaciones de mayor escala.

Es lo que ahora se llama en economía los productos “kilómetro 0” o de proximidad, que además de la seguridad que ofrecen, también son más amigables con la gente y con el medio ambiente, pues consumen menos energía al tener menos transporte, promueven la economía circular que promueve el compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar.

Pero como se dice, el sentido común es con frecuencia el menos común de los sentidos. Ya vemos como un simple pan puede viajar cientos de kilómetros desde la fábrica hasta nuestra casa, utilizando químicos y complejos sistemas de transporte para que llegue como si fuera fresco, teniendo una panadería cerca. Cosas del marketing.

Esto también le pasa a cientos de miles de productos y servicios. Un pequeño teléfono celular tiene componentes que tienen que viajar miles y miles de kilómetros para entrar en el montaje del aparatito. Claro, la lógica de la codicia hace milagros. Por eso casi todos los zapatos que usamos a diario vienen de China, sean de la marca que sea. Hasta que la geopolítica mundial o un virus microscópico nos deje descalzos… y desnudos, sin herramientas, sin electrodomésticos y sin casi nada.

Eso es justamente una de las cosas que ha puesto en evidencia la pandemia del virus covid 19, agravado el asunto con la agresión de Rusia a Ucrania. Medio mundo está pensando cómo amasar su pancito, ante la crisis China, Rusa o de Ucrania. Igual con el maíz y otros cereales. No se trata de sofisticados productos tecnológicos, sino de alimentos necesarios para la cadena alimenticia, que cada día tiene más y más sus eslabones globalizados.

El desarrollo endógeno es un concepto que bien entendido puede dar pistas para lo que es necesario hacer, que es incrementar sustantivamente la satisfacción de las necesidades humanas con los recursos del lugar y con la participación de la gente del lugar. No es ese concepto tan rudimentario que quiso imponer el “socialismo del siglo XXI” de regresar al conuco. De lo que se trata es de reducir drásticamente la dependencia de largas y complicadas cadenas de suministros que encarecen los bienes y servicios, destruyen el planeta, incrementan el calentamiento global y, sobre todo, hacen vulnerable la seguridad alimentaria.

Ya se sabe que para estas cosas no funcionan las economías de escala y las de aglomeración, y bastante literatura especializada existe sobre las deseconomías que produce ese modelo. A la humanidad le ha salido muy caro el sistema de producción que privilegia el lucro y la codicia sobre el sentido común, la seguridad alimentaria y de otros bienes y servicios, buscando en las lejanías las ventajas competitivas que le dan la mano de obra barata, incluso esclava. O la exclusiva dependencia de las energías fósiles que no se distribuyen de manera más o menos homogéneamente en el planeta, como sí sucede con la energía solar, hidráulica y eólica.

Quizás con estos desastres aprendamos que la humanidad viviría mejor y más segura con un modelo más modesto y austero.

 

 

 

[1] Imagen de https://www.expoknews.com