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La vocación totalitaria del régimen madurista lo induce a ser un acólito empedernido del catecismo estalinista en la ocasión de ensalmar sus héroes y villanos, de rumiar falsas historietas y épicas leyendas, con el objetivo de manipular la conciencia popular, domesticar el cerebro humano, como en los tiempos goebbelianos del Tercer Reich.

Estos intentos de culto a la personalidad no son nuevos en nuestra historia republicana, cuya trayectoria ha estado marcada por el culto bolivariano, tan reconocible en Guzmán Blanco, en Eleazar López Contreras, quien por decreto impuso que el Día del Trabajador no era el 1º de mayo sino el 24 de julio de cada año, y hasta en el propio Benemérito, quien naciendo un 24 de julio de 1857, su entorno registró su muerte un 17 de diciembre de 1935, aun cuando había fallecido tres días antes.  Queriendo emular al padre de la patria, la historia lo catalogó siempre como un cruel dictador.

Al llegar Hugo Chávez al poder se desató un frenesí bolivariano cimentado en la teoría del árbol de las tres raíces, cuyo tronco fundamental es la fuente de donde surgieran aquellos polvos convertidos hoy en estos lodos, cuyo derivado resumido en folletos ha abusado sin límites de la memoria del Libertador, al emparentarlo con el socialismo del siglo XXI.

Hoy, en la ocasión del décimo aniversario del fallecimiento del comandante de Sabaneta, ha sido la oportunidad para el montaje del desangelado escenario del Encuentro Mundial realizado en un teatro del centro de Caracas denominado «Vigencia del Pensamiento Bolivariano del Comandante Chávez en el Siglo XXI», del que forman parte dirigentes chavistas y 147 delegados de más de 55 países participantes, como informó el gobernador del estado Miranda, el chavista Héctor Rodríguez. Al evento igualmente asistieron los presidentes de Nicaragua, Bolivia, Raúl Castro, Evo Morales, Rafael Correa, como elementos integrantes de la estafa política más prominente que haya sufrido Latinoamérica en toda su historia.

La puesta en escena tiene como objeto trasladar al régimen el carisma del mandatario fallecido bajo el mismo método del sistema soviético, tal como hiciera Stalin con la momia de Lenin al instalarlo en un mausoleo de la Plaza Roja en Moscú, aun cuando en  testamento en manos de su esposa Nadezhda Krupskaya Ulianova, señalaba su petición expresa de ser enterrado junto a su familia. Así también sucedió con Mao Tse-tung, siendo  el lugar elegido para erigir este complejo monumental la Plaza de Tiananmén (Puerta de la Paz Celestial), en Pekín, la cual paradójicamente fue el escenario posterior de la masacre de 10.000 manifestantes durante las protestas contra el régimen totalitario en 1989. En el mismo tenor agregamos la sanguinaria dinastía de Kim Il-sung, Kim Jong-il y quien le siga a Kim Jong-un, cuyo culto a la personalidad raya en la esquizofrenia del mandatario y en la hambruna del pueblo de Norcorea.

Con una particularidad que los diferencia del sainete venezolano, en los casos citados anteriormente, los restos de los difuntos convertidos en momias de sus respectivos regímenes con mucha certeza son certificados como coincidentes con los fallecidos en su descanso eterno.

En el caso venezolano se ha tejido un manto de sombra y sorna en torno a quién realmente está en el Cuartel de la Montaña, donde se encuentra el Mausoleo de Hugo Chávez. Comencemos por la verdadera fecha de su muerte, la cual tras bastidores se ha dicho que acaeció realmente el 30 de diciembre de 2012, pero se mantuvo en suspenso para facilitar el interregno hacia Maduro, pues el texto constitucional no podía legalizar el vacío generado por un presidente fallecido.

Por tanto, expresamente “fue mantenido moribundo” hasta el 5 de marzo de 2013, cuando un Nicolás trémulo jipiaba su fallecimiento. Lo demás es conocido como burla al pueblo venezolano con el paseo de un féretro que recorrió las calles de Caracas para recibir el fervor popular, aun cuando portaba un maniquí en lugar de los restos del extinto presidente, presentado en velorio nacional por dos semanas para justificar tan desalmada operación.

Curiosamente, ha sido tan burda la acción al hacerla coincidir con el aniversario de la muerte de Stalin, quien falleció un 5 de marzo, pero de 1953. Mas allá de las divergencias existentes con cualquier líder político, el respeto debe privar antes que la manipulación devastadora de quienes detentan el poder y utilizan hasta la memoria de los suyos para mantenerlo.

Dejen al Arañero descansar porque algún día se conocerá el verdadero y trágico final de quien, al inicio de su gestión, significaba una esperanza de redención popular, para luego fragmentar el alma nacional y finalmente entregarle el testigo al enterrador de un país.


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