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La otra guerra: la de los chips

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“China será autosuficiente en la fabricación de semiconductores este año al finalizar el verano”. Si esta afirmación no es más que una pieza publicitaria lanzada desde Pekín o si, en la realidad, los chinos han logrado dominar un área de actividad que los tiene de cabeza, resulta difícil de discernir. Pero quien lo afirma es un ejecutivo de alta credibilidad en la industria litográfica de los semiconductores. A Gerald Yin Zhiyao le ha tocado recibir y manejar, junto con otros empresarios chinos, un aporte de 41.000 millones de dólares de inversión del gobierno central para su empresa y otras del sector con el fin de atender el objetivo de poner a esta industria a tono con la imperativa necesidad global de hoy. 

Pero no nos engañemos: alcanzar un nivel de autosuficiencia básico no significa que China ha logrado agarrar al toro por las astas en esta complicada área del conocimiento científico. Y, por su lado, los ingenieros occidentales aseguran que un semiconductor chino de hoy puede estar ubicado entre 10 a 15 años de distancia en calidad y en fiabilidad de los de sus competidores occidentales. 

De cara a ello es que se ha estado desarrollado en China la conciencia plena del rezago, unido al hecho de que en el mundo occidental también se ha estado invirtiendo aceleradamente en el desarrollo del sector para continuar en la delantera. 

Desde Pekín se ha puesto en marcha un sistema de alicientes a nivel gubernamental para estimular económicamente –o incluso exigir– a cientos de empresas del sector cubrir este gap tecnológico. El asunto no es reducir el retraso únicamente sino avanzar más aceleradamente para cubrir la velocidad investigativa que Occidente viene imprimiendo a esa industria.

Ocurre, sin embargo, que hay aspectos de la evolución científica que Pekín hasta el presente no consigue dominar. Nos referimos a que Norteamérica, ella sí, cuenta con la posibilidad de ejercer un control sobre las soluciones tecnológicas de terceros países que usan innovaciones y patentes estadounidenses. Las sanciones al comercio de chips con memoria de alta velocidad y sofisticación son una forma de control y Estados Unidos las utiliza con frecuencia. Pero además hay la presión gubernamental. Desde Washington países como Taiwán y Japón además de Corea del Sur están siendo fuertemente vigilados y presionados en este terreno. 

Es que en efecto, los chips de memoria de alto rendimiento HBM solo son producidos en Estados Unidos y Corea del Sur. Los esfuerzos de Huawei y CXMT (ambas empresas chinas) están siendo acelerados pero aun así se mantienen a la zaga. Así es como Estados Unidos se ha hecho el propósito de obstaculizar el acceso de China a estos elementos y vulnerar  su desarrollo en el campo de la Inteligencia Artificial.

China ha estado haciendo esfuerzos desesperados ante la amenaza de nuevas sanciones norteamericanas que serían impuestas antes del fin del verano. La deliberada estrategia de acumulación de chips de Samsung es una y ello ha provocado que este año un tercio de los ingresos de la empresa vienen de la venta a los chinos de estos circuitos. China hoy importa más chips que petróleo y por ello esta gran vulnerabilidad debe ser resuelta. Por eso no bajan la guardia sobre el control que deben ejercer sobre Taiwán, otro dolor de cabeza para Washington.

Todo lo anterior configura un rompecabezas muy difícil manejo estratégico y reviste a forma de una guerra sin cuartel y sin pausa. La batalla por la mas critica tecnología del momento está en pleno desarrollo. 

   

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