Durante el largo fin de semana Cuba fue conquistada por la oscuridad casi absoluta. Si otrora la negritud fue un símbolo de la Perla del Caribe, básicamente por el potencial de su industria azucarera, actualmente la alegoría gira hacia la oscuridad, una oscuridad cargada de simbolismo y vinculada a un fenómeno que no por previsible era temido por todos los cubanos: el apagón total. En su día, Manuel Moreno Fraginals reflejó la realidad de un país esplendoroso en su monumental El ingenio: complejo económico social cubano. Hoy, por el contrario, aflora la decadencia, donde ni siquiera las viejas glorias prerrevolucionarios se mantienen en pie.
Como no podía ser de otro modo, el gran responsable del marasmo energético fue el embargo de Estados Unidos reforzado por las duras medidas de Donald Trump. Nuevamente salió a relucir el argumento cargado de victimismo de la imposibilidad de moverse en cualquier dirección ante las sanciones de Washington. Si el bloqueo no impidió avanzar en otras cuestiones, como el desarrollo de una potente sanidad, llama la atención que siga siendo la excusa que justifique cualquier fracaso en el camino hacia la victoria (siempre).
En inglés, electricidad o energía se pueden traducir como power, también poder en español. Por eso, a partir de un simple juego de palabras y de una aproximación simplista de lo ocurrido a partir del viernes 18, se puede hablar de un fallo continuado, o estructural del power (y su generación), con notables consecuencias económicas, sociales e, incluso, políticas.
Precisamente, el presidente Miguel Díaz-Canel salió en televisión la noche del domingo, ataviado en un uniforme verde oliva, un color en el que no se prodiga, para advertir a la población de que no aceptarían ni permitirían conductas indecentes ni actos vandálicos que alteren la tranquilidad ciudadana, al tratarse de una convicción y un principio «de nuestra revolución» (apoyada en el power de una élite cada vez más reducida).
La falta de empatía con el pueblo es total. El apagón generalizado fue el último acto de largos meses de privaciones, aunque probablemente no sea el último. En condiciones normales sería lógico que la ciudadanía exprese su frustración, incluso con ciertas dosis de violencia. Pero, el temor del régimen a perder el control, a que la violencia desbordada origine manifestaciones políticas de fuerte contenido antigubernamental, es absoluto.
Si lo que falló fue la gestión del power, y no solo su generación, ¿por qué ocurre esto, más allá del embargo? Prácticamente toda la producción eléctrica cubana responde a una tecnología obsoleta, con equipos de varias décadas de antigüedad, incluyendo algunas reliquias prerrevolucionarias.
Claro que en otros países de América Latina hay crisis energéticas. Pero ¿cómo se llegó a esto en Cuba? ¿Por qué tanto deterioro? ¿Por qué no hubo ningún avance reseñable en energías renovables y limpias? ¿Cómo un régimen de economía planificada fue incapaz de planificar absolutamente nada en materia eléctrica, ni siquiera la más básica gestión del power?
La imposibilidad de prever escenarios futuros o tomar decisiones dolorosas fue flagrante. Y tuvo un importante costo político, sobre una materia socialmente sensible, más allá de cualquier posicionamiento político o ideológico. En parte, es una cuestión de prioridades. Lo que también implica a GAESA, el holding empresarial del ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), una de cuyas sociedades más emblemáticas es Gaviota, responsable del turismo.
En los últimos años, Gaviota ha enterrado cientos o miles de millones de dólares, los que supuestamente no llegan por el embargo, en construir hoteles de cuatro y cinco estrellas destinados al turismo. Una masa ingente de dinero que, con una gestión adecuada y honesta, bien podría haberse destinado, en parte, al mantenimiento, o incluso a la reposición, del antiguo equipamiento de generación eléctrica.
Volvamos a la planificación deficiente. Sin buena electricidad no hay buen turismo y esto explica por qué Cuba está perdiendo ante otros vecinos caribeños la carrera por atraer visitantes, estadounidenses, europeos u otros. República Dominicana es un buen ejemplo de lo que puede la buena gestión del sector hotelero y turístico ante el mal hacer de la burocracia cubana.
¿Qué supone el fallo generalizado del power en Cuba? En primer lugar, como se ha dicho, sufrimiento, frustración y angustia para buena parte de la sociedad. Más allá de las pérdidas materiales inmediatas (alimentos y medicinas), se ha complicado el acceso a hospitales y centros de salud, se cierran escuelas y otras dependencias públicas, se interrumpen las comunicaciones e incluso se cortan abastecimientos de primera necesidad, como el agua.
El sacrificio ritual de inmolar tal cantidad de comida en aras de satisfacer la ira de algún dios de la Revolución, desairado por el rumbo del proceso, parece insuficiente ante tanto cabreo. ¿Podrá la burocracia cubana, apergaminada y carente de la mínima sensibilidad social, estar a la altura? ¿Será capaz de pronunciar las palabras sanadoras y reparadoras necesarias y de generar los hechos adecuados para restaurar la confianza popular?
De no ser así, como parece evidente, el desborde social, los cacerolazos y otras formas de protesta urbana dejarán de ser hechos aislados para convertirse en un verdadero clamor. Se pasaría de reclamar únicamente soluciones técnicas, como la rápida vuelta de la luz, de la electricidad, a exigir soluciones políticas, como la devolución del power al pueblo. Nunca como ahora, la oscuridad y la electricidad (power) han reflejado con tanta precisión y simbolismo la crisis del régimen cubano.
Artículo publicado en el Periódico de España