Venezuela está fracturada en el inútil y degradado liderazgo opositor. Quienes han controlado la oposición desde 1998 han venido cometiendo error tras error, y lo que resulta más vulnerable, es ver cómo esos “líderes(as)” se empeñan en mantener el control de unos partidos políticos, que en el mejor de los casos solo responden con una estructura directiva para mantener algún nivel de negociación partidista, y que en la praxis no sólo carecen de mensaje, sino que se encuentran sin credibilidad ante la opinión pública.
Es por ello que la oposición venezolana al no tener ningún líder que pueda transmitir un mensaje diferente, de nada valdría convocar a quienes controlan las cúpulas de tales partidos para “elegir” un candidato único presidencial; incluso hasta cuando aparecen otros arrogantes diciendo que “serán candidatos” en 2024, pero que ellos jamás irían ante unas “elecciones primarias”, porque palabras más, palabras menos, son los únicos que hablan de “educación”.
O sea, ante un escenario en donde cada uno de ellos se considera la “única” alternativa, en el medio de “organizaciones” que lo que hacen es representarse a sí mismas, aquí no habrá posibilidad de derrotar al madurismo en unas hipotéticas elecciones, porque en esencia, el electorado no va a orientarse sobre la base de quien carezca de legitimidad, y además no tenga una plataforma de apoyo ciudadano que trascienda una situación que pudiera originarse en términos de vinculaciones con los partidos políticos.
La oposición, o parte de esa oposición, no termina de comprender que los tiempos de quienes aún fungen como “líderes” de unos prácticamente inexistentes partidos políticos ha concluido en términos de querer seguir continuando como factores de construcción de una alternativa distinta ante el desmadre de lo que ha significado Nicolás Maduro en el poder desde 2013.
Si en Venezuela existiera una auténtica oposición, lo primero que tales partidos deberían realizar, sería renovar con su militancia sus propios cuadros directivos en todos los ámbitos territoriales: nacional, regional y municipal; pero ellos sólo actúan en concordancia con un eje neototalitario del poder que en nada se diferencia sobre lo que significa el madurismo desde la nomenclatura que este mantiene en su eje de Miraflores y sobre el resto de las instituciones del “Estado”; verbigracia, lo que intentan criticar al adversario político es la máxima que aplican en sus acciones de dominio en cada una de sus estructuras convertidos en mezquinos espacios.
En consecuencia, sólo un nuevo liderazgo opositor que haga entender a la vieja dirigencia política que éstos ya concluyeron en su tiempo político, y que debe ser renovado no sólo en el plano físico, sino en un nuevo sentido de valoración ciudadana, será posible emprender el camino por la sustitución del poder en Venezuela. Mientras tanto, solo existe una inercia pensativa que no termina de comprender la realidad política, económica y social de un país que lleva casi una década tratando de sobrevivir, dentro de una anomia que prolifera hasta el más apartado espacio de la territorialidad nacional, y prueba de ello es ver el cómo hasta grupos y mafias se ha adueñado de las esferas de los estados fronterizos.
Mientras la oposición siga desorientada, sin matices políticos diferentes, sin una propuesta de gobierno incluyente, y mientras mantenga un discurso apartado de la realidad y las necesidades de la gente, el madurismo seguirá sometiendo a la población en términos de hambre, miseria, destrucción de servicios públicos, salarios inexistentes, educación y salud destruidas, corrupción y un exacerbado militarismo que solo ha servido para terminar de corromper a quienes deberían ser los garantes de la democracia.
@vivassantanaj_
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