OPINIÓN

La Operación Tun Tun

por Salvatore Giardullo Russo Salvatore Giardullo Russo

 

Si algo caracteriza a Venezuela es su capacidad para transformar cualquier situación, por más seria que sea, en un drama cómico. Dentro de este teatro del absurdo tropical, la “Operación Tun Tun” se ha erigido como uno de esos episodios dignos de un guion de cine negro, donde la tragedia y el humor bailan al son del caos. Si no sabes de qué hablo, quédate. Si lo sabes, quédate igual, porque aquí vamos a sumergirnos en lo profundo de esta operación, no sin antes burlarnos un poco de lo que, de tan terrible, termina siendo casi risible.

¿Qué es la Operación Tun Tun?

Vamos a empezar por lo básico, porque no todo el mundo tiene la suerte (o la desgracia) de vivir en este pedazo de tierra bendecida por el sol, el petróleo y la incompetencia. La Operación Tun Tun, es el nombre popular que le damos en Venezuela a los allanamientos sorpresa de las fuerzas de seguridad del Estado, en busca de presuntos enemigos de la revolución. Se le llama así porque la operación comienza con un sonido que todos en el país hemos aprendido a temer: el “tun tun” en la puerta, ese golpe seco que anuncia que han llegado los chicos malos, y no, no es para llevarte a una fiesta ni para entregarte un premio. Es, literalmente, el sonido de la pesadilla, porque si los que tocan son los del Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional), de la DGCIM (Dirección General de Contrainteligencia Militar) o cualquier otro acrónimo temible, probablemente tu día se va a torcer bastante.

Imagínate que estás tranquilo en tu casa, viendo el noticiero, y de repente ¡Tun Tun! No es el repartidor de pizzas, ni la vecina chismosa, ni siquiera el perrero que siempre está preguntando por «el dueño del Aveo». No, amigos míos, es el gobierno bolivariano que viene a recordarte que vivir en un país petrolero puede ser tan emocionante como un thriller de bajo presupuesto. Y ahí es cuando empiezas a hacer un inventario mental de tus pecados: ¿Cuántos tuits subversivos publicaste? ¿En qué protesta marchaste? ¿Quién fue ese amigo raro que agregaste en Facebook, que ahora resulta ser un líder opositor clandestino?

Pero el verdadero arte de la Operación Tun Tun no está en lo que viene después, sino en el golpe inicial, esa primera parte donde tienes que decidir, en microsegundos, si abres la puerta con cara de “yo no hice nada”, o si te escondes en el baño rezando, para que no se les ocurra buscar detrás de la cortina de la ducha. Alerta de spoiler: siempre buscan detrás de la cortina.

El día a día del ciudadano tun tunero

Es importante aclarar que no todos los venezolanos somos protagonistas en esta ópera bufa. Hay dos categorías: los ciudadanos comunes y corrientes, y los tuntuneros, que son aquellos que, por sus tendencias políticas o sociales, corren el riesgo de escuchar el temido “¡Tun Tun!” en cualquier momento. Ser tuntunero no es para cualquiera, requiere de una preparación psicológica particular. Los tuntuneros viven con una maleta preempacada, una lista mental de excusas y una increíble capacidad para no perder la compostura ante lo absurdo.

El tuntunero típico es ese activista de derechos humanos que está a dos pasos de la depresión nerviosa, pero aún se ríe de los memes sobre la Operación. Vive con la paranoia de que un tuit sobre la falta de gasolina le valdrá una visita nocturna y prefiere usar una cuenta anónima para que, al menos, el Sebin tenga que investigar un poco antes de llevárselo. Su vida está regida por una dualidad entre la conciencia cívica y el instinto de supervivencia, siempre al borde de convertirse en el próximo protagonista de una noticia en medios alternativos.

Y si crees que esto es una exageración, basta con revisar cualquier foro de activistas o grupos en WhatsApp. Todos conocen a alguien que ha sido objeto de un Tun Tun. El vecino, el compañero de trabajo, el primo lejano. Todos han escuchado esas historias espeluznantes, que comienzan con el mismo sonido, como una película de terror cuyo asesino en serie siempre llega con el mismo truco.

Pero claro, también hay casos donde el tun tun resulta en un chasco cómico. No faltan las historias de agentes del Sebin que allanan una casa para buscar «pruebas contundentes de sedición» y terminan confundiéndose de dirección, deteniendo a un pobre vendedor de empanadas, al que le revisan el freezer, buscando panfletos subversivos escondidos entre los rellenos de carne mechada. O el famoso caso del allanamiento a una oficina, donde los agentes terminaron llevándose los cartuchos de tinta de la impresora, como prueba irrefutable de “material inflamable”. La verdad es que, si lo piensas bien, la incompetencia siempre tiene un toque de humor involuntario.

El Tun Tun y la justicia a la venezolana

Si en cualquier país normal las fuerzas de seguridad del Estado están para proteger a los ciudadanos, en Venezuela pareciera que se les ha dado la misión de dar sustos y arrancar carcajadas nerviosas. Aquí, la justicia tiene una lógica que desafía las leyes de la física. Por ejemplo, si tienes quejas contra el gobierno, es más probable que recibas un Tun Tun que una citación legal. Y si resulta que en tu último tuit criticaste al “hombre fuerte” de Miraflores, entonces ve preparando el café porque la visita nocturna está casi garantizada.

Los procedimientos judiciales derivados de la Operación Tun Tun son otra joya del absurdo venezolano. ¿Te imaginas que te lleven a juicio por un chiste de Twitter? Aquí eso es una posibilidad real. Claro, el humor negro también tiene un límite, y en este caso el límite es la puerta de tu casa. Si el Tun Tun te alcanza, lo más probable es que no puedas seguir haciendo bromas desde el fondo de una celda improvisada.

A veces, los procedimientos son tan absurdos que podrían formar parte de un episodio de The Twilight Zone. Se conocen casos en los que las personas ni siquiera saben de qué se les acusa, o las pruebas son tan endebles, que uno no puede evitar preguntarse si no será todo parte de un gigantesco reality show. En un país donde los juicios pueden durar años sin sentencia, en el cual los testigos desaparecen y las pruebas se fabrican a última hora, la Operación Tun Tun es simplemente la primera parte de una farsa que, de no ser tan trágica, podría tomarse con más ligereza.

Pero Venezuela, como todo país en crisis, tiene la habilidad de transformar lo grotesco en cotidiano. En la calle, la gente hace chistes sobre el Tun Tun, se lanzan apuestas sobre quién será el próximo en recibir la visita y, en el fondo, todos saben que la risa es un mecanismo de defensa para no volverse locos. Porque, al final, la verdadera broma es que no hay escapatoria. El Tun Tun puede tocar a cualquiera, en cualquier momento, y esa incertidumbre es lo que mantiene a todo el mundo en vilo.

Las herramientas del Tun Tun

Una de las características más perturbadoras de la Operación Tun Tun es la vasta gama de herramientas a disposición de los funcionarios encargados de ejecutarla. Desde drones hasta teléfonos intervenidos, pasando por cámaras escondidas y escuchas ilegales, el arsenal tecnológico al servicio de la paranoia gubernamental es sorprendentemente sofisticado, para un país donde no hay ni papel higiénico en los supermercados.

Por ejemplo, ¿sabías que tu teléfono podría estar siendo monitoreado en tiempo real por agentes que rastrean palabras clave en tus mensajes de WhatsApp? Parece sacado de una novela distópica, pero en la Venezuela tuntunera eso es pan de cada día. De hecho, no hay forma de saber si ese simpático emoji de carita sonriente que le mandaste a tu mamá, en realidad activó una alerta de alta prioridad en algún cuarto oscuro lleno de pantallas, donde un grupo de tipos con cara de pocos amigos están debatiendo si eres una amenaza real o solo un imbécil con mucho tiempo libre.

Las cámaras de seguridad en las calles, las escuchas telefónicas y hasta los testimonios forzados de vecinos colaboracionistas ¿patriotas cooperantes? (que no dudan en chismear si les cae un sobrecito con billetes verdes), forman parte de este engranaje de control, que convierte la Operación Tun Tun en algo mucho más siniestro de lo que parece a primera vista. Porque claro, si bien uno puede reírse de lo ridículo que suena todo esto, en el fondo, hay una maquinaria represiva muy bien aceitada, que actúa con la precisión de un reloj suizo… de esos falsos que venden en Sabana Grande, pero reloj al fin.

Los tun tun de alto perfil

Si creías que la Operación Tun Tun era solo una pesadilla que afectaba a los ciudadanos comunes, permíteme reírme por un momento. Nada más lejos de la realidad. Este mecanismo de represión no discrimina, y cuando se trata de incomodar a los poderosos, el «Tun Tun» llega a todas las puertas, sin importar el rango o la fama. Políticos, periodistas, activistas, artistas, hasta influencers de mala muerte; nadie está a salvo si en algún momento decide abrir la boca y decir algo que no les guste a los que manejan el poder.

¿Recuerdas cuando detuvieron a ese periodista conocido por su artículo sobre la corrupción en Pdvsa? El tipo pensó que estaba haciendo periodismo de investigación, pero lo que no sabía es que había reservado un boleto exprés al calabozo. Y qué decir de aquel dirigente político que fue sacado de su casa en pijamas porque denunció las condiciones inhumanas de las cárceles. Ese día descubrimos que la Operación Tun Tun también tiene horario nocturno. Como si ya no fuera suficientemente terrorífico, te sacan de la cama sin tiempo ni para ponerte un pantalón. Y claro, las cámaras capturando todo, porque aquí el show debe continuar.

El desfile de figuras públicas siendo escoltadas por agentes encapuchados se ha vuelto tan común que casi pasa desapercibido. Al principio era impactante, pero ahora es un “¿a quién se llevaron hoy?”. Lo peor de todo es la mezcla de risa amarga y miedo que generan estas imágenes. Ves a alguien ser arrestado por decir algo incómodo y no puedes evitar pensar: «¿A cuántos les falta?», o peor aún: «¿Cuándo me tocará a mí?». Porque en Venezuela, el «Tun Tun» es como la muerte: no discrimina, llega cuando menos te lo esperas y siempre tiene algo que llevarse.

Y no pienses que los artistas se libran de esto. La Operación Tun Tun no tiene respeto por la libertad de expresión ni por la creatividad. Que te dediques a la música, al teatro o al cine, no significa que tengas una licencia para hablar de más. Basta con recordar el caso de ese cantante que fue acosado después de sacar una canción que, sin mencionar nombres, dejaba en evidencia las carencias y abusos del régimen. Porque aquí ni la metáfora te salva. Si tu arte incomoda, prepárate para que te toque el «Tun Tun». Al final, el gobierno parece ser el único crítico de arte que importa en Venezuela.

Lo irónico es que, en muchos casos, cuanto más famosos son los detenidos, más escándalo generan… y a veces, eso juega en su favor. Después de todo, un arresto mediático puede traer una ola de apoyo internacional o convertir a la víctima en un mártir de la causa. Pero incluso así, el miedo está ahí, latente. Cada palabra, cada declaración pública, cada tuit, viene con la advertencia implícita: «Cuidado con el Tun Tun».

Porque si algo ha quedado claro con el tiempo es que, en este país, opinar es una actividad de alto riesgo. Y si no lo crees, solo tienes que esperar… hasta que escuches un «Tun Tun» en tu puerta.