El 3 de julio de 1944, hace exactamente 80 años, era recuperada la última capital soviética (Minsk, Bielorrusia) en manos del Tercer Reich. Dicho éxito se logró gracias a la Operación Bagratión (del 23 de junio al 29 de agosto) que muchos llaman el Día D del Frente Ruso por iniciarse a pocas semanas de los desembarcos de Normandía; y por llegar a las puertas de Varsovia y a Prusia Oriental (territorio alemán). Es verdad que la Batalla de Stalingrado (del 23 de agosto de 1942 al 2 de febrero de 1943) fue la más sangrienta (2 millones de bajas aproximadamente entre todos los ejércitos enfrentados, de ellas casi 400.000 fueron germanos) y significó el fin de la expansión alemana en la Unión Soviética; pero Bagration destruyó el Ejército del Centro con más de 600.000 bajas para la Wehrmacht, la pérdida de soldados experimentados ¡y oficiales! (31 de los 47 comandantes), y la separación de los ejércitos Norte y Sur.
Bagration fue una operación decidida por la Stavka (cuartel general supremo de la URSS) tal cómo puede verse en la película soviética del famoso estudio Mosfilm (que este año cumple su centenario de haber sido fundado): Liberación. Parte 3: La dirección del golpe principal (Yuri Ózerov, 1971), con el protagonismo del que luego será ascendido a mariscal: Konstantin Rokossovsky (discípulo del mariscal Mijaíl Tujachevski, precursor de la idea de la Blitzkrieg antes de que esta existiera, y cuando su maestro cayó en las purgas de Stalin de 1937 también pasaría por la cárcel, pero sería finalmente rehabilitado 3 años después). Aunque abruma (y muchas veces aburre) el peso de la propaganda en el filme, muestra el inevitable impacto de Hollywood en el cine ruso por su parecido con The longest day (Ken Annakin, Andres Marton y Berjard Wicki; 1962) en sus características de “docudrama”, épica y ascetismo (no mostrar la guerra con imágenes sangrientas). Muy diferente a Ven y mira (Elem Klimov, 1985), cuyos primeros planos de sus protagonistas nos transmiten el profundo dolor de la guerra. El sadismo de las tropas alemanas al exterminar las aldeas bielorrusas, cuyas estadísticas hablan de la desaparición de 25% de su población en más de 9.000 pueblos y 200 ciudades. Aunque no trata de la Operación en 1944 sino de la vida de un adolescente que se une a los partisanos en 1943, me pareció fundamental referirme a ella porque el movimiento guerrillero en esta zona fue el más numeroso: se habla de 270.000 luchadores (y el guion fue coescrito con uno de ellos: Alés Adamóvich, el cual había recopilado cientos de testimonios en 1975 en su libro: Soy de la aldea en llamas). El 22 de junio, coordinados con el Ejército Rojo, atacaron las principales vías de comunicación para destruir la logística alemana.
Bagration sí aparece en otras películas como Zvezda / Estrella (Nikolai Lebedev, 2002) de también Mosfilm, en todo lo relativo a la penetración de las líneas enemigas para recopilar información y coordinar con los partisanos antes del inicio de la campaña; y algunos episodios de la serie polaca de 1966: Cuatro tanquistas y un perro. Y también una parte de la película My honor was loyalty (Leone Frisa y Alessandro Pepe, 2016) sobre la Primera División Panzer “Adolf Hitler” de las Waffen SS. Lo mejor es el episodio 11, “Operation Bagration”, de la serie documental Soviet Storm: WW2 in the East (dirección: Anna Grazhdan y guion de: Artem Drabkin y Aleksey Isaev; 2011), porque logra explicar con imágenes, datos y testimonios el desarrollo de los combates. Pero todas estas obras cinematográficas son nada numéricamente en comparación a todas las que se han hecho o se refieren a la Batalla de Stalingrado. La memoria colectiva sobre ella ha vencido claramente a Bagration, que seguramente la inmensa mayoría no tiene ni idea de la misma. De esta manera su importancia se diluye, aunque no a nivel historiográfico. Al consultar los grandes manuales redactados desde los noventa, incluso las viejas enciclopedias dedicadas al tema entre los sesenta y ochenta; siempre esta operación es valorada como el principio del fin de la Wehrmacht.
Desde el verano del 43 con la gran victoria soviética en la Batalla de Kursk (del 5 al 16 de julio) los mayores avances del Ejército Rojo se dieron hasta la primavera del 44 en todo el frente sur, logrando liberar Ucrania. Aunque se avanzó un poco en la vía desde Moscú capturando Smolensko y finalizando con el largo sitio de Leningrado, los “Ejércitos del Centro y Nortes” alemán estaban casi intactos (salvo en lo que respecta al apoyo aéreo, porque la mayor parte de los aviones y las antiaéreas se habían trasladado a la defensa contra los bombardeos estratégicos) y en especial el “Centro” ahora protegía lo que llamaban el “balcón bielorruso”. Entre marzo y abril del 44 la Stavka planificó Bagration, nombre que eligió Stalin en honor a uno de los comandantes del Ejército ruso que luchó y murió por las heridas obtenidas en la Batalla de Borodino en 1812 contra los franceses. La elección de Bielorrusia se debió a razones políticas y militares, al ser el camino más corto a Berlín no solo fortalecería las posibilidades de derrota sino también de negociación a favor de la URSS en el mundo de posguerra.
Al igual que el día D los alemanes fueron claramente engañados gracias a la llamada “maskirovka”, que en la doctrina militar soviética son todas las acciones de camuflaje y desinformación. Se permitió que los pocos aviones de observación de la Luftwaffe fotografiaran concentraciones de ejércitos en el sur, mientras que en torno a Bielorrusia los movimientos se hacían de noche y luego se ocultaban. Todo tránsito se limitó al igual que las comunicaciones, de modo que el Alto Mando del enemigo pensó que el ataque sería en Ucrania y al ser atacados tenían mucho menos tanques. En general, la superioridad rusa en soldados era tres veces mayor, y en tanques y aviones de 5 veces. Y lo más importante era el aprendizaje: la blitzkrieg ahora era perfectamente usada por los soviéticos concentrando y combinando armas en un solo punto para romper el frente con los tanques, para luego embolsar fuerzas con maniobra de pinzas. Así ocurrió en Vitebsk, Bobruisk, Minks, Vilna y tantos otros lugares. La sorpresa y la velocidad con el dominio aéreo les permitieron mantener un ritmo de avance de casi 40 kilómetros diarios, logrando llegar en 5 semanas al Vistula en Polonia a 700 kilómetros de su punto de partida (en comparación los Aliados angloestadounidenses en dos meses habían avanzado esta distancia en Normandía). También usaron otras tácticas en lo que respecta a la artillería como bombardear en varios momentos y en diferentes distancias (“doble bombardeo rodante”).
En nuestra serie cometimos el error de seguir la opinión pública y decir que la Batalla de Stalingrado era la más importante derrota de Adolf Hitler, no habíamos leído con gran atención sobre la ofensiva en Bielorrusia. Aunque sí habíamos visto las famosas imágenes del desfile en Moscú de los 57.000 soldados y oficiales capturados en la bolsa de Minsk el 17 de julio de 1944. Minsk había perdido 70% de sus edificios, y de sus 300.000 habitantes en 1941 tras la liberación apenas quedaban 50.000. Como concluyen en la serie documental Mundo en guerra: “Era la paz de los sepulcros”.
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