OPINIÓN

La opción de construir un mandato propio

por Emili Blasco Emili Blasco

Foto AFP

La clara victoria de Claudia Sheinbaum y la cómoda mayoría en las dos cámaras del Congreso para su partido, Morena, garantizan la estabilidad de México en el arranque del nuevo sexenio. Un triunfo mayor que el cosechado en 2018 por el hasta ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador, tanto en las presidenciales como en el Congreso, otorgan a Sheinbaum un mandato propio que le permitirá fijar un perfil distintivo, por más que la sombra de López Obrador pueda ser alargada.

Si el hasta ahora presidente puede considerar los votos recibidos como un premio a su actuación política, la obtención de Sheinbaum de casi cinco puntos más que los logrados por su mentor hace seis años lo aplicará la nueva presidenta en su favor. El control territorial del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) sigue estando en manos de López Obrador, pero el juego político, con gubernaturas que dependen mucho de su relación con el poder central, acabará dando las riendas del sexenio a Sheinbaum. Dependerá de la sinceridad de López Obrador, al asegurar que se retirará de modo efectivo, que en el mando del país se produzcan tensiones contraproductivas.

La eventualidad además de que Morena, junto con sus socios menores del Partido de los Trabajadores y del Partido Verde Ecologista, haya alcanzado mayorías cualificadas en el Senado y en la Cámara de Diputados dejaría a Sheinbaum ante la posibilidad de una reforma constitucional que acoja las reformas que López Obrador no ha podido sacar adelante.

Pero aunque el bloque en el poder se quede a las puertas de esa mayoría cualificada, probablemente podría aspirar a negociar las reformas con el Movimiento Ciudadano, tercera fuerza en liza en estas elecciones y que se ha abierto un hueco en el juego político mexicano. El bloque opositor formado por la derecha del PAN, el antiguo oficialista PRI y la izquierda del PRD, en torno a la candidatura única de la panista Xóchitl Gálvez, ha quedado por debajo de los resultados obtenidos hace seis años, cuando iban por separado. Entonces, se acercaron al 40% de los votos en las presidenciales, mientras que ahora Gálvez habría sumado alrededor del 30%.

Difícilmente la unidad mostrada por la oposición en los últimos meses se mantendrá. Sin tampoco haber alcanzado la alcaldía de la ciudad de México, también en juego en estos comicios y que seguirá controlada por Morena, los tres partidos de oposición, ya de por sí muy dispares, lucharán entre ellos para resituarse en un contexto de consolidación de la hegemonía morenista (a pesar de haber perdido alguna gubernatura, de las pocas en juego este domingo, Morena sigue igualmente controlando la mayor parte de los estados).

En las elecciones intermedias de 2018, Morena y sus aliados perdieron posiciones en el Congreso, lo que hizo pensar que este domingo el movimiento de López Obrador podría sufrir una nueva erosión electoral. Precisamente el presidente presentó estos comicios como la ocasión de poder sacar adelante su legado.

Menos populista

López Obrador nunca quiso admitir las limitaciones legislativas que en la segunda mitad de su mandato existían para sus grandilocuentes ambiciones. Aupado sobre una persistente popularidad, que se ha mantenido por encima del 60%, el presidente buscó socavar el poder de las instituciones que se oponían a sus reformas, desde el árbitro electoral, a la Corte Suprema y la prensa. Algo consiguió en ese propósito y así obtuvo cierto margen para su acción de gobierno; no obstante, deja a medias la agenda de su Cuarta Transformación (presentada como coronación de transformaciones previas llevadas a cabo en la historia de México).

Un paquete de reformas que van desde la cancelación de agencias gubernamentales autónomas que vigilan la trasparencia, a la elección por voto popular de la Corte Suprema y la eliminación de la representación proporcional ha quedado encallada en el Congreso.

De eso se va a encargar ahora Sheinbaum. De carácter menos populista que su mentor, de ella cabe esperar una etapa de menor retórica revolucionaria. Solo con que la futura presidenta omita la costumbre de las «mañaneras» de su predecesor (charlas matutinas diarias, de gran incontinencia verbal, presentadas como conferencias informativas pero que eran alegatos en favor del Gobierno y en contra del escrutinio de la prensa), la presidencia puede adoptar un tono más pragmático.

La relativa estabilidad macroeconómica de México, cuya economía ha tenido un mejor comportamiento en los años pospandémicos del que se había anticipado, ha empujado en favor de la victoria de Sheinbaum y ofrece a esta un margen de tranquilidad para poder asentar su Gobierno.

Artículo publicado en el diario ABC de España