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La ominosa foto de la humillación

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Deprimente la foto de soldados despojados de su armamento de dotación, amarrados como criminales, vilipendiados y humillados. Un video en redes mostró al sargento comandante de esos soldados, llorando de impotencia al narrar cómo fueron agredidos por aborígenes chocoanos aperados de garrotes. ¡Ah!, nuestros indígenas. Siempre quejosos, de voz lastimera, pedigüeños, vencidos por la civilización y la tecnología, luchando por rescatar lo que queda de sus 500 años de historia. Siguen aferrados a su Pachamama en donde, desde el siglo XVI, cultivaron y exportaron tabaco a Europa y Norteamérica y en donde, hoy, cultivan y exportan a esos mismos destinos, hoja de coca, otra planta andina que brinda euforia a los ciudadanos “civilizados”. Esa cocaína, les deja a los indígenas colombianos mucha “lana” (mexicanismo equivalente a dinero) a pesar de lo cual persisten pobres, implorantes y, por supuesto, acobardados para detener, desarmar, amarrar y humillar a los miembros de las bandas narcoterroristas del eln y las FARC que conviven con ellos. De esta manera, las guardias indígenas, organizaciones paramilitares certificadas en el negociado Santos-FARC de Cuba, garrote en mano, están cumpliendo su cometido de garantizar el negocio del crimen organizado transnacional manteniendo a raya a soldados y policías.

Mientras los indígenas cumplen esta tarea –y lo de atacar a las fuerzas de Estado lo hacen en todo el continente-, otros miembros de la componenda para la desestabilización de Colombia intentan generar una opinión desfavorable a los efectivos bombardeos contra campamentos de narcoterroristas en la peri amazónica frontera con Venezuela. Se rasgan las vestiduras por la muerte de niños en los bombardeos del Guaviare, desconociendo adrede los parámetros nacionales e internacionales que cumplen con rigurosidad los militares colombianos para tales operaciones. El interés de estos engrupidores mediáticos es detener el arma que sometió militarmente a los narcoterroristas y facilitarles a las FARC y al ELN, un rápido crecimiento a expensas del reclutamiento de niños, crimen de guerra que ninguno de esos dos carteles ha suspendido. Los niños fueron la última reserva de nazismo en sus postrimerías, la herramienta más útil del comunismo cuando toma el poder y materia prima de las mencionadas Guardias indígenas que agreden a las Fuerzas Armadas. Además, los niños y en general los civiles, han sido el inmoral pero mejor escudo para controvertir y prevenir los bombardeos, mientras adquieren misiles tierra aire que podrían provenir del arsenal ruso venezolano.

Deterioro, y en lo posible destrucción de la familia, la religión, la propiedad privada, la libre empresa y la libertad individual, son las líneas estratégicas del proceso de desestabilización al que estamos asistiendo. Mientras los indígenas protegen su cocaína y los narcoterroristas reclutan niños para neutralizar la superioridad aérea del Estado, algunas jóvenes con las tetas al aire, trataron de profanar los templos católicos en Bogotá, tal como lo hicieron en Santiago de Chile. Estos desórdenes urbanos, estimulados desde los campamentos farianos y elenos, son la vanguardia de la estrategia de desorden público e inseguridad que busca sembrar desazón para lograr este año, una desestabilización general anunciada la semana anterior desde la Casa Blanca, en donde advierten actividades de agentes rusos con ese propósito y operando desde Venezuela. La estrategia en desarrollo, diseñada por el Foro de Sao Paulo y, operada por el Grupo de Puebla, ya ha sido probada con relativo éxito en otros países y Colombia es ahora un objetivo preferencial de este tipo de “guerra híbrida”. Este país, que resistió durante 60 años el ataque inclemente del extremismo comunista, se ha convertido en la joya de la corona de obligatoria captura. Pero hay malas noticias para los promotores encubiertos de tal estrategia. La encuesta de Invamer (Gallup) de febrero, afirma por vigésimo año consecutivo, que la institución de mayor credibilidad en el país son las Fuerzas Militares, el Ejército Nacional, seguido por la Iglesia y los empresarios. Los enemigos de la democracia tienen 2% de favorabilidad el ELN y 9% las FARC, porcentaje que comparte con los partidos políticos. Otro dato interesante es la manera como gran cantidad de ciudadanos ha venido reduciendo las suscripciones a canales de TV, periódicos y radioemisoras que, en aras, dicen, de “equilibrio informativo y la búsqueda de la paz” son generosos con la izquierda y azotadores con las FFMM. Los medios están 7 puntos debajo de las FFMM. Queda para discutir el papel de las redes sociales y de los medios alternativos en esta turbulencia.

La foto de los soldados presagia la situación de los colombianos, que será idéntica a la de los venezolanos: desarmados, amarrados y humillados por bandolas cuyos inspirados cabecillas marxistas-leninistas viven como millonarios en Disney World a costa de la nobleza, o la timidez o la cobardía de los ciudadanos cumplidores de la ley. Defectos y fallas de la democracia, dicen los tratadistas.

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